Un lienzo en la línea de 'las majas'
Firmado y fechado por Goya en 1805, este soberbio retrato representa a Joaquina Téllez-Girón y Alfonso Pimentel, hija de los condes-duques de Benavente, y, por casamiento, marquesa de Santa Cruz. En el momento de posar para Goya la marquesa (1784-1851) contaba 20 años y llevaba ya cuatro de casada.Vestida con un sencillo traje blanco, con esa sobria elegancia que traía la moda à la grécque, la joven aristócrata está echada sobre un diván de reflejos carmíneos, coronada de flores, entre las que se escapa un bello rizo castaño, descuidadamente caído sobre el busto descotado. En la mano derecha, sostiene un pañuelo, y, en la izquierda, una lira, en la que hay inscrita una cruz gamada, detalle este, por cierto, que, según se .cuenta, le hizo pensar a Franco que podría ser un buen regalo para Hitler, sin que afortunadamente se llevara a cabo la donación.
Todos estos atributos que la revisten, de clara intención mitológica, hacen suponer que la marquesa quizá esté representada como la musa Euterpe. Está también totalmente en la línea de las Majas, del Prado, y en el de la Maja dormida, de la colección Mac Crohon, cuyos antecedentes pueden, a su vez, rastrearse, según ha señalado Sánchez Cantón, en La Venus del espejo y Mercurio y Argos, de Velázquez, así como, en general, en las célebres venus venecianas.
La mezcla de todos estos atributos mitológicos idealizadores, encuadrados en un esquema muy arquetípico de representación, con el verismo de la figura y, sobre todo, la fina psicología con que está captada la expresión del rostro, delicadamente melancólico, crea un feliz contraste, una especie de tensión o disonancia, como sugiere Camón Aznar, entre realismo o idealización.
Ejecutado por un Goya que está a punto de cumplir los sesenta, este retrato de la Marquesa de Santa Cruz es, sin duda alguna, una obra espléndida de iná durez, llena de las mejores cualidades.
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