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LA LIDIA

Yiyo, triunfador indiscutible

Plaza de Aranjuez, 5 de septiembre. Última de feria.Toros de Lorenzo y Alejandro García Martín, bien presentados, de juego desigual.

Julio Robles: silencio. Silencio.

El Niño de Aranjuez: dos orejas. Vuelta.

Yiyo: dos orejas. Vuelta.

Por donde quiera que va, Yiyo va acaparando los premios de todas las ferias. Así ha ocurrido en Aranjuez, de cuyos festejos ha obtenido el máximo trofeo del ayuntamiento de la ciudad al triunfador de las corridas No creo que nadie tenga base para discutir este triunfo. A los toreros hay que juzgarlos en función de los toros que tengan delante y el madrileño ha tenido dos enemigos sin clase y con algún problema que resolver.Su primer toro se le quedaba muy corto y le atizaba estremecedores cabezados cada vez que tomaba el engaño. Poco a poco, el torero se fue centrando y acoplando con el bicho y llegó a tirar muy bien de él, hasta prolongar el viaje, sobre todo por el pitón izquierdo. Mayor mérito tuvo aun su labor con el gesto, un toro de impresionantes pitones que acudió muy mal a los capotes. La faena fue de menos a más y terminó con el toro totalmente sometido, metido en el ritmo de la, muleta del madrileño, que de no haber pinchado tres veces antes de conseguir la estocada, hubiera redondeado un triunfo ganado a ley.

LUIS M

MORCILLO, Aranjuez

Julio Robles ha tenido mala suerte, aunque ésto ya venga sonando a tópico exculpatorio. Su primer toro fue el más chico de la corrida y muy blando de manos. Con él estuvo Robles frio y desangelado con un toreo monótono y despegado. Mejoró al pasarlo con la izquierda y terminó de un feo bajonazo con vómito, precedido de tres medrosos pinchazos. Pasó tiempo sobrado para oír un aviso, sin que el presidente se molestara en mirar el reloj.

El cuarto fue un manso amoruchado, y era muy difícil estar brillante con él. Todavía lo mató peor y también se le perdonó el aviso, como es habitual en esta plaza, donde parece que no rige el artículo 117 del reglamento. Después de ésto, casi es osado afirmar que el espada no tuvo suerte.

Emparedado entre las dos figuras actuó El Niño de Aranjuez. No se asustó ni achicó por ello. Ni siquiera se le alborotó el flequillo. Tuvo los mejores toros, sobre todo el segundo, que luego tendría el premio al mejor toro de la feria. Con ámbos estuvo con mucho oficio, sentido del toreo y tranquilidad ante los pitones. Es una pena que sus maneras sean tan bastas y carentes de arte, porque se le ve puesto y seguro sobre el ruedo.

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