Las comparaciones siempre resultan odiosas
Recuperar veinte años después la historia que Hitchcock finalizara en Psicosis para volver a insistir en el mismo esquema dramático parece un suicidio de sus autores dada la carga mítica arrastrada durante este tiempo por la película original: ellos mismos lo aceptan así al iniciar esta segunda parte con las famosas imágenes de la ducha en que Janet Leigth perdía la vida.Cualquier comparación con la película de Hitchcock irá en contra de la nueva ya que ni el mimético respeto por sus propuestas dramáticas tendrían hoy aquella validez ni un replanteamiento de su estética importará a más público que al cinéfilo.
Sólo el humor podría salvar tal reto, pero el humor, por desgracia, sólo aparece tímida y esporádicamente en el nuevo relato.
Psicosis 2ª parte
Director: Richard Franklin. Guión: Tom Holland. Música: Jerry Goldsmith.
Intérpretes: Anthony Perkins, Vera Miles, Meg Tilly, Robert Loggia.
Norteamericana, 1983. Drama.
Locales de estreno: Albéniz y Fuencarral.
El ejercicio tiene la gracia de encargar a los mismos actores los personajes que interpretaron en su juventud. La verosimilitud que da tal coincidencia en sus rostros más ajados, el mismo tétrico caserón y un juego fotográfico similar, coordinan esta segunda entrega con la primera. Pero el juego acaba ahí.
Las secuencias rmales y el delirio
Hasta llegar a las secuencia finales que respiran un cierto delirio, Psicosis 2 se entretiene monótonamente en la repetición incansable de los discursos que aseguran al protagonista que su madre murió efectivamente cuando él la asesinó de niño; la expresión de estupor con que Anthony Perkins atiende esas peroratas mientras sabe que los crímenes continúan, no varía el tono ni insiste suficientemente en la necesaria caricatura: el guión se ha tomado más en serio de lo que era adecuado.Hay correción en la puesta en escena, algunos encuadres afortunados, y un respeto por el espectador poco frecuente ya en el cine norteamericano de nuestros días que se acoge más cómodamente a fórmulas trilladas que al riesgo de nuevas ideas. No deja, sin embargo, de ser una repetición.
¿Qué ocurre hoy en Hollywood? Los afortunados espectadores que no consumen todas las películas norteamericanas que abarrotan nuestros locales y sabe elegir sólo los títulos que destacan, no sabrán a qué se refiere la palpable alarma de la crítica de todo el mundo, cansada ya de asistir una y mil veces a la contemplación de la misma película con distinto título.
Las nuevas, y peores, segundas y terceras partes con que amenaza la cartelera de esta temporada, no es más que un síntoma de la crisis de creación que sufren los cineastas norteamericanos; a él hay que añadir los constantes refritos de comedias que se copian a sí mismas abaratando, en sus nuevas versiones los ya baratos términos del original: son americanadas, como las define Jaime Figueras, un inteligente crítico catalán, que juega irónicamente con el término recordando aquellas eternas españoladas: películas blandas que reducen la realidad a un tópico.
Posiblemente sea la fabricación en serie de tele-filmes (y no de series) los que han reducido la vieja brillantez de Hollywood a un simple patrón. De hecho, la técnica narrativa de sus numerosos largometrajes se reduce cada vez más al esquematismo de la entrega semanal de televisión en la que sólo conviene mantener vivo el interés por la continuidad de la historieta sin facilitar lecturas más entretenidas.
Psicosis 2ª parte es deudora también de esa estética de la que apenas salva por el guiño cómplice que su propia existencia supone y que, a pesar de todo, puede divertir aún a algunos fans.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.