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Tribuna:Un protagonista de la España peregrina
Tribuna
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Último viaje del peregrino

Se nos ha ido quizá la figura literaria más importante de una generación. Aglutinante director oculto de ese grupo poético del 27 que nace en Litoral y tiene su plenitud en Cruz y Raya y en Séneca, en el exilio."Cuando el reloj está dando/ las horas no nos las da/ ¡ay nos las está quitando!".

¿Cómo habrán transcurrido las últimas horas del poeta? Quizá dialogando serenamente, poéticamente, una vez más, con el amor y la muerte, "esperando la mano de nieve".

Y allá, en estas noches de luna clara, ese enfrentamiento de siempre entre El cohete y la estrella. "Yo os hiero con mil palabras/ y a mí las vuestras me hieren/. Las heridas que yo os hago son las que a mí más me duelen".

A lo largo de su vida cuánto irrompible compromiso con la verdad. En este país nuestro de tantas claudicaciones, de tantos falsos valores suplicados, prefabricados, el reconocimiento del valor de lo rebelde les exige morirse primero.

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Los años se le vinieron a los ojos

En el cincuentenario de la llamada generación del 27, en el año 1978, Litoral convocó a un grupo de intelectuales relacionados con las Artes y la Letras para que señalara a la personalidad literaria que consideraba más completa, por la amplitud de su expresión, de entre los miembros aún vivos de esa bien o mal llamada generación.

Había que razonar el voto, explicar a quienes hacíamos la convocatoria el valor real del escogido. De los 40 intelectuales convocados, 30 votos fueron para José Bergamín y sus cartas vienen a constituir, desde sus razonamientos, un documento literario de primera magnitud, documento que acompañaba Litoral a la publicación dé la antología poética del Bergamín premiado y que tituló el poeta Por deba o del sueño.

Para mí nada de esto resultaba extraño. La admiración por Bergamín viene de lejos y está en Azorín, y en Antonio Machado, y en Unamuno, y en Salinas, y en Landsberg, y en Malraux, y en Bernanos, y en Maritain, y en Marichalar, y en Antonio Espina, y en Corpus Barga, y en Fernández Almagro, y en Alfonso Reyes, y en Juan Ramón Jiménez, que consideraba al grupo del 27 "unos mariconcillos de playa" y cuya defensa por Bergamín quizá impulsó al otro Juan Ramón que llevaba dentro el inmenso poeta onubense a una última y violenta ruptura.

En Cruz y Raya, en Séneca, desde el exilio mexicano, Bergamín, lo repito, es como un centro literario, una luz orientadora.

Sus boutades de niñó travieso le granjearon el odio encubierto de los cobardes.

Eternamente joven, siempre empezaba donde otros terminan y resultaba un personaje incóiñodo en la tolerancia ambiente.

En las páginas de EL PAÍS dije una vez que Bergamín era: como configuración fisica, Alonso de Quijano; como pensador, el Quijote, y como escritor, la personalidad literaria más cerca de Cervantes que, muerto Unamuno, se expresaba en castellano.

En tiempos del franquismo escuché una vez de sus labios estas palabras: "Soy comunista hasta la muerte, pero no más allá".

Católico acendrado, de honda raíz, sin trampa ni cartón, como salido de las catacumbas de los primeros siglos del cristianismo auténtico, y siempre dispuesto a dar su sangre a los leones, pasará a la Historia como un símbolo perfecto de la fe más pura.

Se confesaba apostólico y romano, pero no cracoviano. Amigo personal de Benellí, admiró a Juan XXIII y detestaba al papa polaco.

Era muchas veces arbitrario, pero en lo que antes llamo sus boutades de niño travieso había, en el fondo, una profunda filosofia, una gran verdad.

La literatura española se -queda hoy inmersa en un gran vacío.

"La muerte que más me espanta/ no es la que nos pudre el cuerpo es la que nos pudre el alma".

Tu alma de poeta, herido maestro, pura, incólume, se ha ido al Más Allá.

Ahora llegará el siempre después de esta tierra, ese luego de los homenajes y las alabanzas, y puede que uno de tus duendecitos recite a alguien: "Eso lo sabe cualquiera, que todo lo que es verdad/ lo es como si no lo fuera".

En el Más Allá quizá te encuentres con Miguel de-Cervantes, perseguido como tú, vilipendiado como tú, y os unáis en un abrazo, sin premios, sin precios y sin millones.

Para un número de Litoral me entregó en una de mis tantas peticiones esta copla inédita: "Yo no sabía por qué/ era tan triste tu llanto/ el día que te dejé./ Y era que yo no sabía/ que me llevaba tu pena/ y te dejaba la mía".

José María Amado es director de la revista Litoral

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