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Crítica:VARIEDADES
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Gila: dos sombreros de copa y medio

En su afán por conocer la idiosincrasia española, la princesa Kosmonópolis, recién llegada a Madrid desde Ibiza con un chico muy guapo, me preguntó mientras bajábamos las escaleras de la sala Cleofás: "¿Lo que vamos a ver es humor español?".Confieso que me puso en un aprieto. En primer lugar porque aunque hace años leí La risa, de Bergson, nunca me había preguntado qué era el humor, qué es hacer reír. Y después porque tampoco sabía, aunque he oído comentar, si existe un humor inglés, por ejemplo, diferente al humor español. Cuando nos sentamos, Gila, impertérrito, hablaba por teléfono, vestido como un soldado de la primera guerra mundial. Me acordé de que siendo niño había oído esos gags por la radio. Pregunta al enemigo si van a atacar, a qué hora, cuántos van a ser. Y comenta, siempre muy serio: "Pues no sé si vamos a tener balas para tantos...".

Gila

Show humorístico. Sala Cleofás, Madrid, agosto.

Disparates

El espectáculo de Gila consiste en una sucesión de comentarios serios -y disparatados- sobre la vida cotidiana. Puede ser un señor casado, un padre de familia que considera la factura del colegio de su hijo, un oficinista que charla con su compañero de trabajo: la cotidianidad absoluta. Pero la realidad esa de cada día de continuo salta hecha pedazos, intrascendentemente dinamitada, y entonces la gente ríe como si les estuvieran contando un chiste en lugar de ponerles delante espejos convexos. "Según las estadísticas", comenta, "en Nueva York un hombre es atropellado por un coche cada cinco minutos. ¡Pobre hombre, qué descuidado!". Y sigue. "Voy caminando por la calle y me pregunta uno: ¿Qué hora tienes? Las diez menos diez, contesto. Anda, pues no tienes nada".El humor de Gila en popular (y sin perdonar, además, expresiones o toques populistas e incluso populacheros) es de la estirpe y casi de la generación de la revista La Codorniz. Miguel Mihura, Tono, Álvaro de la Iglesia suenan detrás. Se trata de resaltar, como si nada, lo absurdo, lo necio, lo contradictorio, incluso cruelmente si es preciso. Su voz vulgar y singular a un tiempo es perfecta para ello. Se vive en el absurdo, pero no importa; posiblemente no haya otro sendero.

Contaba también chistes de paletos con boina (en realidad, ironización salvaje de la cazurrería) y se deleitaba en la misoginia (clásica en el humor desde la Edad Media), lo que no gustó a la princesa. Me dijo -dando la mano a su chico- que el humor español es negro, acre. Humor ácido, no humor de sonrisa. Por lo demás, Gila gana cuando se deja llevar por el absurdo, su mar natural, y pierde (sobre todo porque queda viejo) cuando zahiere con complacencia supuestos tipos populares, llevados a lo grotesco. Comentamos que la noche le habría gustado a André Breton, pues unir la inocencia de la vaca, la ternura del loco y la seriedad de un directivo es pólvora superrealista.

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