_
_
_
_

Joan Manuel Serrat reflexiona sobre la felicidad y la angustia de su gira por América Latina

El cantante regresó ayer, después de dos meses y medio de viaje

"Me he dejado pelo allí", guiñó un ojo nada más llegar y se llevó la mano a la melena castaña ligeramente desguarnecida en las alturas. Atravesar ayer la aduana del aeropuerto de Barajas, a su vuelta de la gira latinoamericana que le ha tenido alejado de España dos meses y medio, le resultó difícil a Joan Manuel Serrat, y no por culpa de los aduaneros -"¿Serrat, quién es Serrat?", preguntó uno, y su compañero, enterado, le informó: "Sí, hombre, el bailarín"-, sino porque fotógrafos y periodistas nos abalanzábamos sobre él.

Joan Manuel habló de la gira. Pero habló, sobre todo, de los países, de las esperanzas que ha visitado. Y del Chile y el Uruguay que no pudo pisar. Y de Centroamérica, que le duele.Por eso, quizá, el Serrat que tuvimos en Barajas no ofrecía la imagen que se suele esperar de quien regresa triunfalmente de una tournée, todo sonrisas Denticlor y esplendor en la yerba. Serrat ha vuelto nimbado de algo que ha recibido de argentinos, colombianos, brasileños, peruanos, ecuatorianos, venezolanos: mucho cariño. Y también ha vuelto con un ceño de preocupación, casi de angustia, porque no ha atravesado. esos, corazones que le son fieles sin dejarse en el. camino algo del suyo.

Y estaba en él, también, la tristeza que le ha producido la muerte de Luis Buñuel. "Más que tristeza, lo que me produce la desaparición de una persona que de alguna manera ha contado para mí, es un vacío. Lo cual resulta mucho más angustioso. Luis Buñuel era un sordo que conmigo no lo fue nunca, ni con mucha otra gente. Ha sido, para gran parte de una generación que ya le pillaba un poco lejos, un punto de referencia como sólo un hombre honrado puede serlo. La última vez que le vi fue cuando estuve en México con mi hija, con mi María. Ya le costaba bajar las escaleras. Jeanne, su mujer, le dio a la cría un tambor, y María se puso a aporrearlo".

Es inevitable preguntarle sobre Claudio Sánchez Albornoz, que recientemente ha vuelto a España, y con quien estuvo hace un mes y medio en su casa de Buenos Aires. "Yo le encontré muy bien, y de muy buen humor, aparte de que se quejaba de que se le había puesto voz de maricón, decía él. Me alegra mucho que se haya venido para aquí, aunque me sorprende, porque cuando estuve con él no paraba de decir que quería venir, pero cuando hubiera pasado ya su tiempo en la tierra: 'Después, que me lleven corriendo a Avila', decía. Yo, a don Claudio, le admiro mucho, no sólo por político e historiador, sino porque es un hombre que tiene mucha memoria, y de una fidelidad absoluta a un pueblo que le dio casa y un retiro digno. Y eso, en una época de desagradecimientos como la que vivimos, es importante". Dice que se nos están muriendo los maestros, aquellos que sabían sentarse y mirar y comentar. "Los que eran capaces de hacer tertulias. De esos ya no quedan en estos tiempos matadores que vivimos".

El veto chileño

Para Joan Manuel Serrat, el momento más emocionante de su gira fue la primera actuación en el Luna Park, de Buenos Aires. "Los pros de este viaje han sido los sitios en que he actuado. Y los contras, aquellos en donde no he podido actuar".Es decir, Chile y Uruguay. Las autoridades uruguayas se definieron en este sentido antes de que la troupe emprendiera viaje. "Lo de Chile, en cambio, no lo esperábamos, se produjo el veto a sólo dos días de la actuación, con todo vendido y nuestros pasaportes visados. Cierto que diez días antes empezaron a salir comentarios en la televisión y la Prensa, como globos sonda. Supongo que los acontecimientos del 24 de junio en Santiago influyeron en la decisión de la Junta Militar. Y tuvieron una respuesta ridícula, acusándome de haber hecho declaraciones contra ellos en Argentina. La verdad es que mis declaraciones no podían diferir de las que vengo haciendo respecto a ellos desde el 11 de septiembre de 1973".

Serrat espera que la dictadura chilena caiga pronto: "Están pendientes de un hilo. Si hasta tienen que escribirle cartas al Papa, diciéndole que se portarán bien". Añade que la de cantar en Chile fue una decisión colegiada entre mis ganas y una serie de personas que consideraron oportuno que lo hiciera". Al veto, dice, "reaccionaron con indignación y vergüenza grupos como la Comisión de Derechos Humanos, y todos aquellos más o menos integrados en organizaciones democráticas. Pero eso no me sorprendió, porque si yo quería cantar en Chile era porque ellos estaban allí". De todas formas, Joan Manuel se ha permitido el gustazo de ponerles un pleito a Pinochet y su banda: "Por lo menos, un poco de maraña".

Nunca sintió miedo "porque estaba muy protegido por la gente". Y el hecho de que, en Argentina, sus actuaciones sirvieran de portaestandarte contra la Junta, le pareció de maravilla: "La verad, cuando les oía corear '¡Se va a acabar, se va a acabar, la Junta Militar!', me sentía muy, muy bien utilizado". Cantar, lo cantó todo: "Porque a las tres horas de recital, no es que me pidieran ya tal o tal otro tema: es que tenía que cantarles lo que quedaba de todo mi repertorio".

La conversación se desliza hacía lo que ocurre en Centroamérica: "La decisión de Reagan de mandar la flota a pasearse por allí, y el nombramiento de Kissinger, responsable directo del asesinato de Salvador Allende, es sencillamente terrible. Y lo que ocurra allí va a repercutir en todo el Caribe como zona de operaciones".

En definitiva, la conversación, como decía al principio, ha tenido mucho más que ver con la vida que con el arte. Como Serrat mismo. Porque, como responde cuando se le pregunta si es un hombre admirado o discutido, simplemente responde: "No, yo creo que soy querido. Y, claro, también hay gente que no me quiere. Pero mucha más de la que me quiere"

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_