El padre Silva reprochó la actitud de la mayoría de los asistentes al funeral de Charlie Rivel
Unas 1.000 personas, la mayor parte mujeres y niños, siguieron la ceremonia en escaso silencio
"Es la primera vez que Charlie Rivel actúa y el público no guarda silencio". Con estas palabras, que describen el ambiente del acto, el padre Silva comenzaba la homilía en los funerales de Josep Andreu Lasserre. Unas 1.000 personas, entre las que se contaba un altísimo porcentaje de mujeres y niños, se congregaron ayer, en la iglesia parroquial de Cubelles (Barcelona), para asistir a la misa que ofició el arcipreste de Garraf. La nota dominante del acto, que tuvo muy poco de recogimiento religioso, fue el insistente murmullo de los veraneantes de Cubelles.
Los propios monaguillos eran consultados, durante la celebración, por los numerosos periodistas y fotógrafos que abarrotaban las proximidades del altar. En varias ocasiones, el arcipreste llamó la atención de los allí presentes, al tiempo que indicaba a los familiares del difunto cuándo debían levantarse o sentarse para seguir el ritual de la misa. En el momento de la comunión, se recordó, enfáticamente, que tan sólo podían hacerlo quienes estaban "debidamente confesados".Los habitantes de Cubelles propiamente dejaron paso a las bronceadas veraneantes que, con su olor a crema, se tomaron el funeral como una variante playera. Las gentes de Cubelles guardaron su pena en casa, sin grandes estridencias y demostrando muy poco interés por el espectáculo. Incluso hay quienes se han quejado por dejar que los niños de corta edad pudieran ver a Charlíe Rivel en su féretro, en la capilla ardiente. Según parece, por la noche, hubo varios casos de extrañas pesadillas.
La representación oficial, en medio de esta extraña fiesta, quedó un tanto marginada. Cónsules, representantes del Gobierno, de la Generalitat y el propio alcalde de la localidad intentaban acertar en la compostura, dar ejemplo, sin llegar a conseguirlo. La familia, la viuda, los cuatro hijos y el hermano dejaban notar, a pesar de las apariencias, lo que ya se ha convertido en la comidilla de todo el pueblo: los problemas testamentarios. Como decía Joan Brossa, es curioso comprobar que los payasos, incluso sin maquillar, ya parecen lo que son: una cara blanca, unas cejas muy marcadas, unos labios en los que se aprecia un cierto amoratamiento y, sobre todo, se nota muy diminuta la nariz. Los cuatro hijos de Charlie Rivel, con su pelo entre rojizo y rubio, con su blanca piel y sus pecas, recordaban la indicación del poeta catalán.
En la capilla ardiente, pocos momentos antes de que se llevaran a hombros el ataúd, quedaron solos la viuda y los hijos, la una y los otros, en dos bandos, separados por el misterio de una herencia aún desconocida. El alcalde de Cubelles declaró a este diario, durante la procesión hacia el cementerio, "que no se podía saber nada del anunciado Museo Charlie Rivel, puesto que no existe, de momento, acuerdo familiar, hasta que se conozca el testamento".
El padre Silva recordó también en su homilía que "el odio existe en el mundo. Se maltrata a los niños, cada minuto se mata a 47 niños, de hambre, de guerra, de crueldad y si eso no os hace llorar, un día os vais a arrepentir". El padre Silva explicó cómo Charlie Rivel quería construir "un mundo de hermanos unidos".
En representación de los payasos -algunos de ellos allí presentes- se leyó un supuesto poema escrito por Charlie Rivel ya muerto, en el que recomienda a sus hijos -los de verdad y los del circo- que no lloren por él. Porque, como dijo también el padre Silva "hoy, Charlie Rivel estrena carpa nueva, una carpa azul, camiseta blanca y peluca brillante con estrellas, para celebrar su debú de la gala más hermosa de la historia". Lo que sí escribió fueron unas memorias, Charlie Rivel, pobre clown aunque, en su profesión, casi no utilizaba la palabra. "Tenía el sentido del gag visual", explica Joan Brossa, "era el payaso genuino, el Augusto de casta, sin variantes, con las ventajas y desventajas que ello comporta. Tenía la vocación y cumplió su papel a la perfección". Esta actitud, propia de la vieja escuela, que, según los especialistas en circo, culmiraría en los números del payaso Grock, casi no tiene continuadores en la actualidad. El Circ Cric, de Tortell Poltrona, que nombró a Charlie Rivel su padrino de honor, tampoco siguió exactamente en la línea genuina, en opinión de Brossa: "En Poltrona el mimo es importante, pero habla, explica cosas y eso es una forma de circo interesante, pero distinta a la de Charlie Rivel".
Albert Ollé, un coleccionista y estudioso del mundo del circo, considera que con la muerte de Charlie Rivel acaba una forma de entender el payaso como profesional. Explica, también, cómo Rivel utilizaba anécdotas de la realidad para preparar sus números de gestos minuciosamente estudiados. "Le hice una foto que luego se ha hecho famosa. Charlie Rivel con un burrito, un burrito que encontró abandonado y enfermo y al que salvó y convirtió, casi, en su perro de compañía. Charlie era muy bueno, tanto que diría que su principal aracterística era la humanidad".
Babelia
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