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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Fiesta sobre las ruinas

Hay una especie de misa anual en La Corrala, en la que se vive lo que fue el pueblo madrileño. Tuvo una cultura, una personalidad, una definición social y hasta un lenguajillo -ni siquiera dialecto- capaz de expresar con su propio estilo una cierta moral, una determinada ética, una filosofía de taberna. Unos pintorescos debates en los que podía discutirse desde la existencia de Dios, el origen del universo, la relación entre los políticos y el pueblo, la influencia de la fiesta de toros en la incultura general y hasta la inaplicabilidad de las teorías de Lombroso cuando la delincuencia procede de unas biografías marcadas, del hambre, del paro, del abandono... No enumero estos temas al azar: están contenidos en el espectáculo Del Madrid castizo que, sobre textos de Arniches -despiezados, zurcidos, entreverados de música y de textos nuevos- ha compuesto, como cada año, el oficiante de esta misa, Lauro Olmo.

Del Madrid castizo, sainetes rápidos de Arniches

Música de Alonso, Barrera y Serrano, adaptación de Lauro Olmo. Intérpretes: Manolo Aguilar, Carlos Iglesias, Esteban Carmona, Susana Maceiras, Miguel Ayones, Natalia Duarte, Macarena Lebrero, Alicia Viejo, Maruja Recio, Alberto Fernández, Adrián Ortega, Marisol Ayuso, Pepe Ruiz, Avelino Cánovas, Sonsoles Denedicto, Quela Claver, Pepe Morales, Juan A. Lebrero, Pazo Plaza. Coro y ballet, agrupación lírica de Madrid. Orquesta: Grupo Sinfónico La Corrala. Coreografía de Alberto Portillo. Dirección: José Osuna. Estreno: La Corrala, 24 de julio de 1.983.

Reservas urbanas

Aquel pueblo desapareció. Fue arrasado por la guerra civil y no tuvo ni siquiera catacumbas o clandestinidades culturales, como han podido tener otros; fue luego invadido por multitudes que buscaban en la proximidad del centralismo que ocupó Madrid algún alivio para sus desesperaciones. De Madrid quedan algunas reservas urbanas como hay reservas para los indios exterminados en Estados Unidos-, cada vez más amenazadas. Y, desde luego, sin el antiguo lenguajillo, sin el estilo.Lauro Olmo -con José Osuna, director- da a esta recomposición un aire de fiesta en la calle, en el ángulo que aún está en pie de la corrala (una de las muchas que hubo). Hay tres escenarios principales, una pista, una orquestina, que se llama Grupo Sinfónico La Corrala, con nombre que parece más bien una guasa de Arniches, por no decir murga; unos actores solventes para este género, capaces de decirlo con la verosimilitud de lo inverosímil; unas bolsas con cena fiambre, un chocolate con churros prehistóricos, fosilizados; una cierta habilidad técnica -luces y sonido-, un ritmo en el espectáculo. Todo humilde -con la antigua humildad madrileña-, todo festivo -con sus punzadas de dolor- y todo con una capacidad considerable para ser recibido por el público, que se reía donde había que reírse y aplaudía donde había que aplaudir.

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