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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El regateo polaco

LAS MEDIDAS de normalización que se aplican en Polonia a partir de ayer viernes, coincidiendo con la fiesta nacional -como símbolo, como señal de júbilo y de reconciliación- son relativas y modestas, pero proceden de un pacto tácito; probablemente, "de las tres horas de conversación privada entre el Papa y JaruzeIski, extendidas por el mensaje que el arzobispo de Filadelfia (acompañante del Papa en su viaje a Polonia) llevó directamente a Reagan y por la inmediata visita de Jaruzelski a Moscú, donde recibió las insignias de la Orden de Lenin.Considerando el rigor del régimen, la absoluta decisión soviética de que Polonia no salga de las estructuras internas del Pacto de Varsovia y del Comecon -esto es, de su órbita-, el mantenimiento del sistema comunista y la comparación con la historia de esa Europa a partir de la posguerra, las medidas apaciguadoras de hoy no son tan escasas. La ley marcial desaparece y se acepta constitucionalmente la existencia de una figura nueva en esos regímenes, el estado de excepción, que, siendo res trictivo de las libertades en casos especiales, aparece en las constituciones de los países democráticos. La libera ción de presos políticos no es absoluta, no es una amnistía, sino un indulto parcial, que aún mantedrá a algunos en la cárcel, pero con las penas reducidas y quizá con la posibilidad de que las cambien por el exilio; del cual, en cambio, podrán volver libremente la gran mayoría de quienes ahora están en él. El Frente Nacional, dudoso invento de la dictadura, desaparece, y surge, en cambio, el Movimiento Patriótico de Renacimiento Nacional (PRON), que podía ser el embrión de reconciliación y canalización de opiniones.

Pero, ¿qué va a pasar a partir de ahora? Sería iluscrio pensar que el régimen de Jaruzelski va a permitir una transformación del régimen, o que se lo van a permitir a él. La atención de Moscú a este dramático personaje y la concesión de la Orden de Lenin indican claramente que es suyo, que lo que ha pactado con el Papa es conforme a lo que acepta Moscú, y que cualquier más allá de Polonia está bajo control. Parece que, por una parte, la Unión Soviética admite por primera vez que Polonia es un país diferente, pero que no está dispuesta a permitir que esa diferencia la arrastre más allá de lo que forma su entramado estratégico y económico, aun cuando alcance al ideológico (tan maltrecho ya, tan vulnerado en los últimos años). Parecería también que el Papa -la Iglesia polaca- acepta también ese mal menor, y que incluso insta a Reagan para que éste renuncie a algunas de sus intervenciones, sobre todo a las que, por su carácter de bloqueo, pueden afectar a la alimentación y al bajo nivel de vida del pueblo polaco. La respuesta de Reagan será, sin embargo, verbalmente dura, como corresponde a la línea que está reforzando.

La supuesta normalización no es, por tanto, más que una resignación mutua. Discernir ahora quién gana más es un ejercicio tan difícil como probablemente inútil. Desde el punto de vista de la población polaca parece que se pierde mucho, con respecto a una levitación utópica sobre la verdadera realidad histórica. Ya hace tiempo -desde Jaruzelski- que el desencanto ha sustituido a la excitación y la esperanza. En ese sentido, puede considerarse que gana más Moscú. En un sentido global, de ética o de conciencia universal sustentada todavía por las promesas documentales de la posguerra, es la comprobación, una vez más, de que los pueblos no consiguen gobernarse a sí mismos ni disponer de su sociedad. Una enorme cantidad de puntos negros dispersos sobre el planisferio acompañan a Polonia en este destino actual.

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Pero parece, por lo conocido hasta ahora, que una personalidad como la del Papa y un pueblo como el polaco no pueden considerar como definitivo este desmayado acuerdo, que no puede de ninguna manera concordar con el júbilo de una fiesta nacional. El regateo va a proseguir. Lentamente, sobre el tiempo. Como queda dicho, Polonia no es un país aislado en el contexto mundial: está inscrito en una serie de acontecimientos internacionales que están, ahora, en pleno desarrollo. Un desarrollo lento, pero no un inmovilismo. La toma en consideración de las luchas por las libertades es ahora mayor que en los tiempos de la primera guerra fría, y el escándalo ' de la opresión se denuncia cada vez con más fuerza. Polonia está lejos de la utopía de hace tres años; está peor. Pero está mucho mejor que en los tiempos del comunismo más duro y más cruel. No todo su esfuerzo se ha perdido.

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