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Las relaciones entre España y Francia

Coincidiendo con la fiesta nacional francesa, que se celebró ayer, el embajador de Francia en España. traza el panorama de las actuales relaciones franco españolas y la positiva evolución que, a su juicio, han venido registrando en los últimos meses.

Ayer, 14 de julio, como todos los años, la Embajada de Francia recibió a sus amigos españoles. Esta ceremonia tradicional ha tomado este año una significación particular. Cada uno es consciente del cambio producido desde hace algunos-meses en las relaciones entre España y Francia. Unos se alegran, otros lo lamentan, pero ya no se puede negar la evolución producida, como si nada hubiera sido modificado. Por otra parte, es absolutamente normal: las mayorías cambian, los Gobiernos cambian, las políticas cambian, el panorama político se modifica continuamente. No se entiende por qué las relaciones entre Francia y España, sólo ellas, no habrían de cambiar. Sin duda, para conseguirlo, era necesario vencer algunos obstáculos.Primero, el muro de fantasmas edificado a lo largo de los años entre las dos naciones vecinas. Indiferencia, ignorancias, falta de interés, por parte de Francia, que no supo emprender a tiempo el diálogo, explicarse, encontrar las palabras y los gestos que esperaba la opinión española. Y, en España, hasta hace muy poco, la convicción irracional, basada en unos diez años de propaganda y tópicos seculares, a saber que Francia era una enemiga que vencer, ya que no se la podía convencer. Dos leyendas negras, enfrentadas, con su parte inevitable de malentendidos y conflictos, pero, sobre todo, de incomprensión recíproca.

Había que salir de este engranaje infernal. Francia tenía que dar el primer paso: lo ha hecho, en la reunión de La Celle Saint-Cloud. Por primera vez desde hacía mucho tiempo, dos grandes países vecinos discutían largo y tendido, seriamente, de sus dificultades y de sus problemas, intentaban resolver lo que les opone y reforzar lo que les une. Sucesivamente, los ministros de Inmigración, de Defensa, de Relaciones Exteriores, de Asuntos Europeos, y el primer ministro, viajaron a Madrid. Finalmente, en La Granja, durante dos días de trabajo intensivo, los principales responsables de los dos Gobiernos han pasado revista al conjunto de las relaciones bilaterales y multilaterales, han intercambiado aspectos técnicos de las relaciones hispano-francesas, en el tema de la agricultura, del comercio exterior, la economía y las finanzas, y han esclarecido sus respectivas posturas frente a la negociación de la ampliación de la CEE. Los dos Gobiernos han decidido proseguir e institucionalizar estas reuniones y darles un ritmo regular y natural, al igual que la cooperación franco-alemana. ¿Quién podría todavía hablar de desprecio o desinterés? ¿Quién podría quejarse sino los que se oponen, por principio, a todo acercamiento entre Francia y España? ¿Quién podría lamentarlo, desde el punto de vista de los intereses de Estado de los dos países? Lo que está claro -a pesar de todos los esfuerzos para oscurecer la realidad, complicar las cosas- es que España y Francia, Francia y España, tienen interés en cooperar y colaborar, y es natural y normal que cooperen y colaboren. Y los que, en los dos países, quisieran que Francia y España fueran enemigas y quedaran separadas, no trabajan ni en el interés de España ni en el interés de Francia.

Pero... ¿y los camiones? ¿Y el terrorismo? ¿Y la CEE? En todos estos puntos me remito a las declaraciones del Gobierno español. La cooperación antiterrorista es cotidiana y eficaz. Debe seguir desarrollándose, y se irá reforzando. Francia cumple con sus compromisos. En cuanto a la CEE, estamos por fin en el buen camino desde que todo el mundo ha entendido que era absurdo empeñarse en querer fijar a toda costa la fecha en que los industriales del norte de Europa podrían vender libremente sus productos en España, mientras que sus consumidores se abastecerían a bajo precio de productos agrícolas españoles, como si no existiera la CEE, con sus políticas industrial y agrícola comunes, como si se tratara de hacer una unión aduanera con uno o dos países del Norte. Esta estrategia del fracaso nunca tuvo ninguna oportunidad de ser aceptada por los diez y ha sido definitivamente barrida en Stuttgart. Ahora se puede trabajar seriamente: ya no es factible arreglar la crisis interna de la Comunidad sin tener en cuenta la ampliación. Ya no se puede hablar de la ampliación sin tener en cuenta la crisis interna, Las dos cosas se arreglarán juntas, y veremos cada vez más, a lo largo de los meses, que para este arreglo los intereses de Francia y España no son opuestos, sino convergentes, especialmente, y aunque parezca paradójico a los que no han reflexionado en ello, en el campo de la agricultura. No hay ni veto, ni bloqueo, ni portazo: simplemente hay la puesta en marcha, por fin, de la única política realista que permitirá a España ser miembro de la CEE.

¿Y los camiones? Son veinte cargamentos de ensaladas vaciados por un puñado de irresponsables al borde de la autopista, una noche de manifestaciones, en medio de productos alemanes o italianos, mientras que 200.000 camiones españoles cruzan Francia cada año sin problemas, y mientras que Francia consume la tercera parte de las exportaciones españolas de frutas y hortalizas... A juzgar por la utilización,, que se hace de ellos en la retórica antifrancesa, estos camiones son insustituibles. Permiten hacer olvidar que Francia es el primer cliente de España, su tercer proveedor, el segundo inversionista en este país. Proporcionan un tema inagotable de injurias y caricaturas, y para algunos sirven de pretexto para campañas de odio, de las cuales uno puede preguntarse si no son más graves, para las relaciones entre los dos países, que los actos inexcusables de una minoría de campesinos.

La verdad es que los Gobiernos francés y español, a pesar de los obstáculos, a pesar de las oposiciones, hacen un esfuerzo muy excepcional -no hay muchos ejemplos similares en la vida internacional- para comprenderse, trabajar juntos y establecer relaciones normales, fraternales, que deberían existir entre dos grandes naciones unidas desde hace siglos por lazos de cultura y de historia. Esto merece algo mejor que chismorreos y sarcasmos. Y pensándolo fríamente, hay en la actitud de un pequeño grupo de medios de información, francófobos por automatismo -más allá de la simple rutina intelectual-, algo sorprendente. Parece que la reconciliación entre Francia y España hace cambiar esquemas cómodos, costumbres establecidas, y choca con grandes intereses; sin embargo, todo el mundo se tendrá que acostumbrar. Algunos lo harán con alegría: los que no han olvidado a los 14.000 voluntarios catalanes de la guerra de 1914-1918, los héroes del batallón vasco, los españoles que han liberado París en los tanques de Leclerc. Los que guardan en su memoria los lazos creados entre franceses y españoles a lo largo de la historia atormentada de este siglo. El 47% de jóvenes franceses que aprenden el español, el 46% de jóvenes españoles que aprenden el francés. Los que, en Francia y en España, españoles y franceses, dan vida a tantas instituciones, empresas y proyectos comunes. Todos los que, en francés o en español, pronuncian la palabra amistad. Ellos son -los que quieren unir y no separarlos que trabajan para el porvenir y a los que quería agradecer y felicitar con ocasión de nuestra reciente fiesta nacional del 14 de julio de 1983.

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es embajador de Francía en España.

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