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Reportaje:TRIBUNALES

La acusada de secuestrar y dar muerte a una niña de 11 meses en Canovelles se desdijo en el juicio de su confesión

Luisa Conill Oms compareció ayer ante la sección tercera de lo penal de la Audiencia Provincial de Barcelona, acusada de un delito de secuestro y otro de asesinato, supuestamente perpetrados en 1981, en Canovelles (Barcelona), al secuestrar y dar muerte a la niña María Puerto, de 11 meses. Luisa Conill Oms, para quien el fiscal solicita una pena total de 42 años de prisión, negó ayer los hechos y aseguró que su anterior confesión en la policía y en el juzgado, reconociéndose autora del delito, fue debida a los malos tratos y a las amenazas que le fueron Infligidos durante el tiempo de su detención.

Su declaración llegó al público como un susurro. A menudo, sus palabras quedaron apagadas por los murmullos y por los comentarios perdidos del cerca de un centenar de personas que abarrotaban la sala. Durante todo el rato que duró su interrogatorio, permaneció en el centro de la sala, de pie, imperturbable, asiendo con las dos manos un bolso blanco de piel, a juego con un vestido ceñido con un cinturón rojo. A lo largo de la vista sólo trenzó dos gestos: el primero fue como un rictus de sorpresa y de dolor, cuando uno de los testigos habló de las llamadas telefónicas, reclamando un rescate por la niña secuestrada. El segundo fue de temor, cuando al acabar la sesión de la mañana y cruzar ante el público, unas mujeres la insultaron y la llamaron "asesina".La declaración de Luisa Conill Oms -35 años, casada, de profesión comercio, madre de dos hijos- fue como un enorme silencio. De manera reiterada, negó tener algo que ver con el secuestro y el asesinato de la niña Ana María Puerto, perpetrado el 16 de abril de 1981 y descubierto el 13 de julio de aquel mismo año, al localizar la policía el cuerpo de la pequeña en el interior de un bidón de jabón en polvo en la trastienda de su librería, frente al domicilio de la pequeña. Luisa Conill aludió a los presuntos malos tratos y a las amenazas que había recibido durante su estancia en la comisaría de Granollers y habló también del temor de que pudiera pasarles algo a su esposo y a sus dos hijos.

El complemento de los silencios y monosílabos de Luisa Conill Onis fueron las preguntas de su abogado defensor, Luis Chía, quien intentó demostrar que cualquier otra persona podía haberse introducido en su casa y dejar el cuerpo de la pequeña. Como en un enorme rompecabezas, el abogado Luis Chía llevó hasta la sala cada una de las piezas inconexas de un sumario que en su día empezó a investigar en Granollers el magistrado Javier Béjar. El letrado Chía preguntó a la procesada y a los testigos sobre las llaves de la casa, sobre los vecinos no interrogados y que un buen día desaparecieron, y, sobre todo, hizo referencia al recorrido misterioso de los perros de la Guardia Civil, quienes después de oler la sábana y la almohada de la cuna de la niña, salieron trotando por la escalera y partieron corriendo en una dirección totalmente opuesta a donde después se encontró el cadáver.

Una a una, el abogado Chía llevó hasta la sala las dudas e incoherencias del caso. Ayer, poco antes de iniciarse el juicio, el letrado Chía volvió a reclamar la suspensión del juicio basándose en dos supuestas irregularidades cometidas en la designación de unos peritos. El penúltimo esfuerzo del abogado Chía por suspender el juicio, se encontró con la negativa por parte de los magistrados al alegar que la incorrección la había cometido el abogado "por no escribir el recurso en papel de oficio".

Ofreció 1.000 pesetas

De la larga lista de testigos que pasaron ayer a testificar -el marido de la acusada, una tía de la procesada, los padres de la niña, un tendero y un adolescente- destacó la declaración de José Pastor, un muchacho de 21 años de edad que en julio de 1981 fue detenido por la policía, acusado de estar implicado en el caso. José Pastor, que en aquella fecha fue detenido e ingresó en la cárcel Modelo de Barcelona por supuesto encubrimiento de los hechos, puso ayer al descubierto uno de los capítulos más confusos e incoherentes, al explicar que durante el tiempo que duró la desaparición de la pequeña recibió dos llamadas anónimas ofreciéndole un negocio:"Me ofrecieron 1.000 pesetas por ir a recoger una bolsa. Era una voz de mujer conocida. Estuve pensando en esa voz. Cuando me llamó por segunda vez, la reconocí. Era ella, Luisa Conill, la propietaria de la librería. Se lo dije a mis padres, pero no me hicieron caso".

Son anécdotas de una causa judicial que parece ya sentenciada. Sobre Luisa Cunill Oms gravita la condena de la opinión pública que siguió de cerca el desarrollo del caso y las investigaciones policiales. Sobre Luisa Conill gravita también una pena total de 42 años, reclamada por el fiscal y por el abogado querellante, Juan Antonio Roqueta.

Frente a esta condena se levanta la tesis del abogado Chías, que reclama su absolución. Pero casi nadie parece creer en ella. Quizás el único que apoya esa tesis es ese hombre que con la cara picada de viruela, apoyado en la baranda de madera, sigue las incidencias de la vista. Es su marido.

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