La urna, por los suelos
EL PASADO lunes, en la localidad guipuzcoana de Irún, simpatizantes de la coalición Herri Batasuna destrozaron y arrojaron por el balcón del ayuntamiento la urna en la que momentos antes se había iniciado la votación para la elección de alcalde de la localidad. La escena, del más puro corte fascista, tanto en su significado político como en el aspecto puramente formal, no hubiera sido mejor imaginada por José Antonio Primo de Rivera, quien hace varias décadas afirmó que el mejor destino de las urnas era el de ser rotas. Los fascistas de todos los signos no han cesado de poner en práctica este credo, que no persigue otro objetivo que silenciar la voluntad popular, cuya forma de expresión en las sociedades modernas pasa necesariamente por la votación libre y secreta en las urnas.Antes de arrojarla a la acera, los simpatizantes de Herri Batasuna intentaron servirse de la urna para agredir a un sector del público que seguía el desarrollo de la votación y que mostraba su apoyo a los concejales del PSOE, de Euskadiko Ezkerra y de la Coalición Popular, que hablan decidido proceder a la elección del alcalde después de que los concejales del PNV abandonaran el salón de sesiones para hacer patente su disconformidad con la sentencia de la Audiencia Territorial de Pamplona que declaraba nula la anterior elección de alcalde en la persona del concejal nacionalista Ricardo Etxeparre por haberlo sido por el procedimiento de votación a mano alzada, que la Audiencia considera no ajustada a la ley. Los concejales de Herri Batasuna y uno independiente secundaron la actitud del grupo peneuvista.
La agresión física a este sector del público por parte de un grupo de exaltados se produjo en un contexto de agresión moral alimentada por frases del más puro corte racista y de terrorismo verbal, simbolizado en el grito final de ¡ETA, mátalo! pronunciado en el momento de la proclamación de Alberto Buen como alcalde de Irún. A estas alturas, nadie en España, y menos en el País Vasco, tiene dudas sobre cuál es el proyecto político que Herri Batasuna intenta construir en Euskadi sobre la base de la extorsión, el terror y la muerte que ETA se encarga de sembrar y la coalición abertzale de arropar con falsas teorías de liberación, ampliamente derrotadas en las urnas y en creciente retroceso, según los últimos resultados electorales. (De ahí el miedo a las urnas.) Pero los gritos pronunciados en el salón de sesiones de Irún vienen a confirmar que el proyecto político de HB no deja otro camino para los que no comparten sus ideas que el exilio, si es que antes los profesionales del crimen no les han dado otro destino. "Fuera españolistas", "Fuera maketos", "El que no sea vasco, que se vaya a su pueblo", "Fuera perros" y "En el País Vasco, en vasco". Éstas y otras frases del mismo estilo fueron pronunciadas en el Ayuntamiento de Irún para vergüenza más acaso de quienes han tenido que soportarlas que de quienes las pronunciaron.
Que la primera urna que se rompe en la España democrática haya tenido al País Vasco como escenario y a simpatizantes de Herri Batasuna como autores de tal atentado a la expresión de la voluntad popular no parece que vaya a extrañar a nadie. Lo que resulta verdaderamente sorprendente es que el Partido Nacionalista Vasco haya propiciado de alguna manera, con una reacción desairada ante una sentencia de los tribunales de justicia, el clima que precedió a esta acción. Aunque el portavoz del Gobierno vasco y un alto cargo del PNV hayan condenado horas después el vandálico acto de Irún, no se puede olvidar que probablemente éste no hubiera sucedido sin el portazo previo de sus concejales. No es la primera vez en los últimos tiempos que el PNV, que tiene la responsabilidad concreta del gobierno en la comunidad autónoma, ha preparado el terreno para acciones que enfrentan inútilmente a las instituciones vascas con el Gobierno central. La guerra de las banderas es un buen ejemplo de esta pugna estéril en un momento en que las cuestiones fundamentales de construcción del Estado van por otros caminos. Parece como si alguien tuviera como objetivo político dificultar el entendimiento entre Madrid y Vitoria, y la proximidad de las elecciones autonómicas en el País Vasco invitan a ponerse en lo peor.
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