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Panear al picador

Plaza de Pamplona. Once de julio. Quinta corrida de San Fermín.Cinco toros de Los Guateles, mansos, de feo estilo. Sexto, sobrero de Conde de la Maza, manso.

Luis Francisco Esplá. Media atravesada y descabello (oreja). Media delantera (ovación y salida al tercio). Paco Ojeda. Pinchazo perdiendo la muleta, media tendida baja y rueda insistente de peones; la presidencia le perdonó un aviso (ovación y saludos). Cuatro pinchazos y media baja; la presidencia le perdonó otro aviso (algunos pitos). Espartaco. Pinchazo y bajonazo (silencio). Estocada caída (aplausos)

ENVIADO ESPECIAL Una característica de la plaza de Pamplona, entre muchas, es que el público de sol le tira al picador pan, fruta y otros alimentos más contundentes. No se lo tira como ofrenda o dádiva, para que regale el paladar o rellene la andorga, sino que se lo tira a dar. Principalmente le tira pan. Es decir, que lo panea. Cuando, para la cena, el camarero le pregunta al Badila fornizo y malencarado "¿el filete lo quiere empanado el señor?", el señor, que ya hemos dicho es un malencarado y fornido Badila, responde con gruñidos "¿una guasa a mí, a estas horas, titi?"

Pamplona no lo sabe, pero con el panea venga a los públicos de todas las plazas donde los picadores agujerean a los toros por la parte de atrás del espinazo. A los toros agujereados los venga también. No es que sea deseable la venganza, pero alguna filosofía habría que montar acerca de esta forma carnicera de hacer la suerte y su repercusión en una sociedad civilizada. Mientras los Zubiri que hay por el ancho mundo dejan enfriar la sesera y se llegan a un coso para montar esta filosofía, bueno será que en Interior, ministerio encargado por el poder de frenar estos desmanes, tomen cartas en el asunto.

El picador más paneado fue ayer el que convirtió en un colador al quinto toro. Era toro castafío con cuajo y poder, manso y de feo estilo -como toda la corrida- y en actitud propia de los de su catadura, huía a las lejanías de la lidia, de tal guisa que solo se pudo picar en terrenos de sol. Allí fue ella. Mendrugos de pan, panes enteros que llaman pistolas, bolsas de harina, melocotones, vino en su elemento o . embotellado, caía sobre el castoreño, sobre las anchas espaldas, sobre los musculosos brazos del varilarguero, que metía vara larga por donde le placía, y le placía por atrás del espinazo.

Quedó el toro abicarbonatado, sangrando hasta la pezuña y hasta la penca del rabo, y con las mismas ganas de embestir desde la dehesa, que eran ninguna. Ojeda sí tenía ganas de torear y le porfia. No hubo entre ambos acuerdo de principio ni de fin, pues el manso escapaba del engaño, o volvía al revés. Luego mató pesimamente Ojeda, y hubo de hacerlo de nuevo en terrenos de sol, a pesar de que las cuadrillas le advertían que no se fuera allá: ¡cuidao, maeztro, que le puén pegá un siruelaso!

Está Ojeda en plan alarde, el de su verticalidad tan cantada, y quiso exhibirlo en el segundo, que dentro de su feo estilo tenía mejor conformar. Con la muleta atrás y en uve, tal cual citaba, se pueden hacer alardes pero no toreo, y además el toro debe ser de durce. No era el caso, y no gustó Ojeda.

El toreo, para mansos como los de ayer, y otros, es el que hizo Esplá, lidiador toda la tarde, torerísimo, valiente y pletórico de técnica buena, para cuajar una sólida y bonita faena al colorao que abrió plaza, construida dentro de las normas que quiere la arquitectura taurámaca, y adornada con los arabescos del ayudado, el cambio de mano, el afarolado y el pase de pecho, todo en ligazón. Al cuarto, aún más mulo que el colorao, le dio su querencia, sudistancia, y su reposo -en definitiva, su faena- y si apenas nadie se enteró sería porque era la hora de merendar, y por tanto la importancia de la tarea no quedaba en absoluto devaluada.

Lo de Los Guateles salió con estampa y sin casta. Pésimo género del que tampoco se libró Espartaco, el cual intentaba derechazos, que es lo suyo. En sexto lugar había un Cebada Gago, al que devolvieron al corral por manso (en esta plaza se las gastan así) y en su lugar salió un toríto negro del Conde de la Maza, igualmente manso, pero que embestía la muleta. Espartaco lo aprovechó en una faena entusiasta, valentona, abundosa en los consabidos pases, aburrida, interminable. Nos molió. Acabó la corrida pero no el trabajo, porque quedaba el de despanar y desenfrutar la arena. La candente -más candente que nunca ayer, con el calor asfixiante que hacíaes en Pamplona un hediondo vertedero cuando concluye la fiesta. Algo difícil de entender, si se pretende que sea plataforma del arte taurino.

La reventa, a tope

En el segundo tramo de la feria, ya con las figuras en cartel, la reventa funciona a tope. Hay todos los días lleno, pero hasta el domingo, según testimonio de los propios revendedores, el público era del que llaman barato. Ahora -y así será hasta el jueves última corrida del abono- la expectación es máxima. Los sanfermines son, un año más, un gran éxito de taquilla. Hoy torean en esta plaza Ruiz Miguel, José Luis Palomar y Yiyo, con ganado del marqués de Domecq

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