Las terribles secuelas

De todos los géneros cinematográficos quizá sea el de terror el que más intentos de análisis ha suscitado. Es lógico que sea así, puesto que el terror destapa debilidades ancestrales del hombre, intuicio nes calladas, sueños de peligro y muerte que suelen inspirarse en emociones de infancia pero sin acompañarse luego de reflexiones adultas. En todo caso, existen explicaciones a ese terror basándose en la inseguridad a que nos someten los enfrentamientos entre los principales bloques políticos y su reflejo en la amenaza constante de guerras definitivas. Estas motivaciones, sin embargo, suelen pecar de ingenuas, de insuficientes.Los vampiros del mar, que también se presenta como Piraña II, aunque sea de productora, guio nista y director distintos a los de la Piraña, que se estrenó en 1978, ex plica cómo esos peligrosos peces voladores que devoran hombres sin cesar son consecuencia de los experimentos científicos que buscan nuevos medios de destrucción. Un simple error permitió vivir a algunos de esos antipáticos animalillos en una veraniega playa del Caribe, donde, como es lógico, se comen o ponen en peligro, durante hora y media, a cuantos seres humanos hayan sido descritos en la película con algún detalle personal.

Puede que los especialistas en el género anoten esta Piraña II como un síntoma más de la preocupación de la humanidad por su incierto futuro, pero su realidad dista mucho de ofrecer un interés nuevo a lo ya trillado por otras películas, mayores y menores, en torno a los invencibles peligros de la naturaleza como enemiga. La narración se limita a un aburrido enunciado de tópicos, sin que la parte. inevitablemente espectacular, que suele llegar en los últimos momentos, haga olvidar la mediocridad del conjunto.