La Bastilla
La obligación histórica de la burguesía creciente/naciente es tomar, la Bastilla. Es lo que viene en los libros. Pero la burguesía española, que es cimarrona, profesional y a contracorriente, está queriendo hacer la Historia del revés y, claro, se le corren los puntos del jersei.Los colegios profesionales, que antes se limitaban a repartir artísticas orlas promocionales entre los colegiados, indicándoles la altura a que deben ser colgadas en el recibidor, ahora están queriefi do convertirse en un sindicalismo con gola, mano al pecho y buga trucado. Ya cuando hicieron su, congreso en Madrid, este invierno, algunos mass/media utiliza ron las multitudes centrífugo/cen trípetas de Genovés para ilustrar el evento. Pero Genovés metafori zaba obreros represaliados y no Registradores de la Propiedad Aquí se previno de la cosa con tiempo y con tiento. Ahora, claro, va a salir una Ley de Colegios Profesionales prohibiéndoles realizar actividades políticas o sindicales. El sindicalismo tiene su mo mento metafísico en la huelga, que no es el ocio, sino el no/trabajo, al revés del trabajo, la resisten cia pásiva del Gandhi con crema llera a la presión del patrono. En las llamadas profesiones liberales no hay presión, no hay patrono, no hay lucha-de-clases, que ya el nombre lo dice, o sea, son profe siones libres. Por eso su sindica ción es sospechosa, amarillece en seguida y puede dar, a la larga, como toda rebelión de clase media, un clima propició para el fascismo. En nueltro siglo, la estam pida de las clases medias se llama fascismo, qué le vamos a hacer, yes. El señor Pedrol Rius está lle vando muy bien este tema, como un burgués gentilhombre que tie ne mucho que enseñarle a Moliére. Sólo que la Ley de Colegios Profesionales puede apagarle el puro. Mayormente, porque los co legios profesionales no podrán realizar actividades políticas.Sólo en los amenes del cuarentalismo se concienciaban los cole gios profesionales, en España, y empezaban a funcionar, casi, como paitidos políticos. Hoy, con absoluta lillertad de partidos, el embozarse en un colegio profesio nal para hacer política es ser un político de mala fe, que diría Sartre. Esa política lateral, gremialis ta y egoísta es un refinado asalto a la democracia. Luis Racionero, con quien tomo café en la terraza de Teide, ha titulado así su último ensayo (premio Jorge Herralde): Del ocio al paro. Las juventudes beat de los sesenta empezaron descubriendo el ocio, y los pielrojizados punkis de los ochenta no son sino una respuesta al paro generacional. Ante esta realidad, la prepotencia gremial de los cole gios profesionales es, cuando menos, insolidaria. Ferrater Mora, en El mundo del escritor, dedica la mejor parte del libro a Valle-Inclán. Valle pasa del anarquismo de derecha (carlismo) al anarquismo de izquierdas: cheli enjoyado de El Rtiedo Ibérico. Valle es con secuente en su eterna automargi nación de las burguesías españolas, lerrouxistas o gilroblistas. Sólo Qvoluciona -mejora- esté ticamente. Francisco Rico, en su Primera cuarentena, constituye el penúltimo capítulo como una contribución a la bibliografía re ciente sobre el esperpento vallein clanesco". Valle decía que España es una deformación grotesca de la Historia de Europa. A uno le pa rece muy esperpéntico que la bur guesía profesional/liberal esté tra tando ahora de tomar la Bastilla del revés: o sea, el asalto oblicuo a un Gobierno socialista que repre senta la igualdad, la libertad y la fraternidad, al menos como pro yecto sugestivo y orteguiano de vida en común. Somos el mundo al revés, si, como aquellas pelícu las tan regocijantes que dejaban desconcertado el primer domingo del siglo XX. Estamos casi en el último.
A los colegios profesionales se les va a prohibir la negociación colectiva y el cierre patronal. Estamos en un país libre y la libertad consiste, mayormente, en no hablar todos a la vez. Éste es el motín de Esquibebe, donde se limita el uso abusivo de mucetas, capelos, clámides y togas. Cualquiera puede hacer política, incluso contta el Gobierno (sobre todo contra el Gobierno), pero dando la cara, sin náriz de puro ni afeites de humo, don Pedrol.
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