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Reportaje:Líbano, un año después de la invasión israelí

Beirut se recupera lentamente de la guerra

Con los precios de alimentos y vivienda por las nubes, la capital libanesa cura sus heridas bajo la amenaza de una nueva guerra

ENVIADO ESPECIALLas heridas de Beirut no han acabado aún de cicatrizar pero un año después del inicio de la guerra y a los nueve meses de los últimos bombardeos israelíes, la convalecencia de la capital de Líbano sigue evolucionando favorablemente. El coste de la reconstrucción de Beirut, evaluado en septiembre pasado en 27.000 millones de dólares (3,6 billones de pesetas) por Mohamed Attalah, presidente del Consejo libanés de Desarrollo y Construcción, ha empezado ya con la adjudicación en marzo pasado a una empresa francesa de obras por valor de 360.000 millones de pesetas.

En el centro de Beirut oeste, el sector musulmán de la capital dondese habían atrincherado los combatientes palestinos, apenas quedan aún rastros de los tres meses de cerco a los que fue sometida la ciudad por el Ejército israelí, que causó la muerte de 6.775 personas e hirió a 29.912, según un balance establecido por la ONU.

La céntrica calle de Hainra, que sólo fue levemente dañada por la artillería israelí, ha recobrado hace tiempo toda Su animación de antaño, y a ninguna de sus tiendas o cafeterías le falta un cristal en el escaparate.

Retirada de escombros

Pero a medida que se aleja uno del centro, las secuelas de un sitio durante el cual una de cada dos viviendas fue directa o indirútamente alcanzada saltan a la vista. A lo- largo de los barrios del Sur y del Este, donde estuvo situado el frente, numerosos edificios en ruinas permanecen aún vacíos, aunque los escombros han sido retirados en un 90% por una empresa constructora libanesa.

Los efectos de la contienda son aún más palpables en los grandes campamentos palestinos Sabra Chatila y Bourj el Bourajneh- situados en la periferia meridiorial de la capital, donde, mediante la multiplicación de trabas burocráticas, se ha impedido frecuentemente a sus habitantes reeonstruir sus alojamientos para incitarles así a abandonar la región.

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La red telefónica funciona de nuevo en un 87%,, según cifras oficiales, y aunque se producen frecuentes apagones de luz, éstos suelen ser de corta duración. La recogida de basuras no funciona á pleno rendimiento, y en algunas esquinas de las calles, incluso céntricas, de los montones de desperdicios emanan olores desagradables en cuanto empieza a apretar el calor veraniego.

Sí les faltan, en cambio, clientes a las tiendas y restaurantes del centro. Por primera vez, en Beirut escasea el dinero, y más de un comerciante libanés se lamenta, medio en broma, medio en serio, de la ausencia de los palestinos, "que tanto consumían y gastaban".

La Organización para la Liberación de Palestina (OLP), el movimiento de liberación más rico del mundo, saldó religiosamente sus últimas deudas, evaluadas en 13.000 millones de pesetas, en agosto pasado, poco antes de su evacuación de Beirut. Y desde entonces se acabó para el comercio libanés el maná palestino.

Losfedayin y la burocracia de la OLP han sido sustituidos desde septiembre por el Ejército libanés y por la fuerza multinacional, integrada por 6.000 soldados norteamericanos, franceses, italianos y británicos, pero, como recalca Iimail, tendero del barrio costero de Rauche, "no es del todo lo mismo".

"Éstos", prosigue en tono de lamentación, "se pasean por Harnra y, como mucho, se toman un refresco en la terraza de una cafetería, pero toda su comida viene de sus respectivos países de origen".

El sueño de Ismail, expresado en voz alta, es que todos aquellos marineros que el pasado fin de semana se encontraban a bordo de los 10 buques -portaviones, destructores y cruceros- de la VI Flota norteamericana navegando frente a Beirut, para relevar a parte del contingente estadounidense de la fuerza multinacional, vengan a gastarse su sueldo a la ciudad.

La incertidumbre de la actual situación ha incitado incluso a numerosos emigrantes libaneses diseminados a través del golfo Pérsico a suspender provisionalmente el envío de remesas a su país de origen.

En Beirut falta, por tanto, dinero, pero no mercancías que comprar. Las tiendas rebosan de productos alimenticios a precios, eso sí, astronómicos. "Algo han bajado los precios desde la guerra, pero siguen estando muy por encima de su nivel anterior", explicaJadiya, ama de casa musulmana.

Alcohol barato

Sólo el alcohol sigue siendo extraordinariamente barato. La botella de whisky Chivas no llega, por ejemplo, a 900 pesetas. El kilo de tomates está, en cambio, a 300 pesetas, mientras que el billete de autobús, en las pocas líneas que por ahora funcionan, cuesta 30 pesetas, cási siete veces su precio anterior. La tarifa del taxi colectivo se ha multiplicado por cuatro, y la del trayecto a Damasco, distante tan sólo un centenar de kilómetros de Beirut, por seis, alcanzando ahora las 3.000 pesetas.

"Claro está", explica Nadir, que hace casi diariamente la ruta hacia la capital siria, "que cruzar la llanura de la Bekaa (donde sirios, pWestinos e israelíes se hacen frente) conlleva ciertos riesgos que deben ser remunerados".

-Pero quizá lo que más fastidie a los beirutíes al acercarse el verano es el precio astronómico del alquiler de un toldo en una playa privada -prácticamente todas lo sonpor la temporada estival, que oscila entre 24.000 y 54.000 pesetas, en función de la categoría del lúgar.

Beirut y su periferia forman un pequeño islote donde, gracias a la labor de la fuerza multinacional que respalda al Ejército libanés, se respira una cierta paz que resquebrajan, sin embargo, los atentados intermitentes y los bombardeos esporádicos de las zonas predominantemente cristianas de la capital, así como el sobrevuelo de los cazabombarderos israelíes, que no han perdido la costumbre de rebasar la barrera del sonido sobre sus tejados.

Cuando la tensión alcalza su apogeo en las cercanas montañas de Chuf, artilleros drusos y sirios, enemigos de las milicias cristianas unificadas, abren fuego indi sicniminadamente contra Antelías, Junich, Aclirafieh y hasta Baabda, donde se encuentra el palacio presidencial.

Estos disparos no guardan, sin duda, proporción alguna con los sufridos el pasado verano por Beirut oeste, ni siquiera con los que infligieron los cañones palestinos a Beirut este, el sector cristiano de la capital -el último, el 28 de mayo, se saldó,con sólo un balance de nueve heridos-, pero obligan a decenas de miles de libaneses a pernoctar en los pasillos de sus apartamentos e incluso a dormir en los sótanos.

Tan acostumbrados están aún los beirutíes a los bombardeos, que cuando, en la madrugada del pasado viernes, Líbano padeció su primer terremoto decierta intensidad desde 1956, muchos lo confundieron con el soplo de alguna explosión cercana, y sólo se extrafiaban de no haber oído previamente el ruido de la detonación. Sólo unos pocos se echaron después a la calle, como exige la prudencia, caminando hacia las playas.

Cuando se hace la tradicional pregunta a los beírutíes sobre la situación, todos parecen más preocupados por la falta de dinero y la relativa inseguridad que interesados por el acuerdo entre Líbano e Israel, que aparentemente no desaprueban, pero sobre el que tienen serias dudas de que pueda ser aplicado en breve.

Beirut es, de todas formas, lo suficientemente seguro como para que miles de drusos y cristianos hayan convergido hacia la capital huyendo de los intermitentes combates de la montaña. Los hoteles están Henos, y los alquileres, por las nubes.

Más allá de lo que algunos libaneses llaman ahora con ironía "el principado de Beirut", a cinco kilómetros del sur del térmíno municipal de la ciudad, al final de las pistas del aeropuerto internacional accidentalmente bombardeadas el pasado lunes, el Gobierno libanés deja de ejercer su autoridad.

Allí, en Jalde, acampa una avanzadilla del Ejército israelí, mientras en Sofar, a 22 kilómetros al este de Beirut, se inicia el despliegue militar sirio, a tan sólo 500 metros de nutridos efectivos de las fuerzas armadas de Israel. En el mismo sector oriental de la capital, la presencia de los milicianos cristiano-falangistas merma la soberanía del Estado.

Al término de ocho años de guerra, primero civil y después palestino-israelí, la legalidad libanesa sólo se ejerce en una reducida superficie de 50 kilómetros cuadrados. Como para dar a entender que no se olvidan del resto, numerosos automovilistas de Beirut han colocado -en sus coches pegatinas en las que se puede leer en inglés: "Quiero los 10.452 kilómetros cuadrados", superficie total de Líbano.

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