El bajo nivel del Concurso Nacional de Flamenco en Córdoba
El X Concurso Nacional de Flamenco celebrado en Córdoba fueron unas jornadas maratonianas. Participaron alrededor de un centenar de artistas del cante, el baile y el toque. Fue excesivo. Hubiera sido mucho más razonable una selección previa más exigente, con lo que no hubieran pasado a la fase final muchos artistas que ciertamente no estaban a la altura del que es considerado el concurso flamenco más importante de los que se celebran actualmente.El nivel general fue bajo, y esto se notó incluso en los triunfadores. El jurado, que dejó desierto el premio especial al cantaor más completo, quizá debió hacer lo mismo en algunos de los otros premios, si no había candidatos que realmente los merecieran.
Para mí es inexplicable, por ejemplo, que el gran triunfador -con dos premios, por soleares y por bulerías- fuera Juan Moreno, el Pele, un gitano cordobés que realmente no pasa de mediocre. Concursaba, en cambio, ese gran solearero que es Diego Camacho, el Boquerón, pero le dieron el premio por siguiriyas, estilo en el que raramente llega a brillar. Otro cantaor cordobés, creo que no profesional, se llevó el premio de los cantes de Levante con una cartagenera antigua que hizo con cierta grandeza, aunque quizá no exactamente como es ese difícil cante; este cantaor se llama Manuel Espejo Jiménez, el Churumbaque. Tina Pavón ganó el premio por alegrías. Su forma de cantar y su apellido nos pueden hacer pensar que tiene algo que ver con la inmortal Niña de los Peines, pero no es así; su voz sí recuerda a veces a la gran Pastora, en algunos ecos, en cierta forma de vocalizar, incluso en el timbre. Quienes conocen a Tina dicen, unos, que, efectivamente, ella ha buscado mimetizar simplemente el cante de la Niña, y otros, en cambio, aseguran que trata por todos los medios de rehuir esa semejanza; es una cantaora que puede tener interés, aunque cometa algunos errores en la construcción y desarrollo de los cantes; habrá que seguir su trayectoria con atención. Ricardo Losada, el Yunque, por fin, ganó cantando por granaínas; hizo una respetuosa y muy melódica versión del cante de Chacón.
José Mercé, el gran perdedor
El cante mejor estuvo atrás, en los cantaores contratados por la organización para acompañar al baile. Pienso fundamentalmente en Chano Lobato y Curro de Triana. Chano tiene una fabulosa capacidad de comunicación, que se traduce en un constante tirón del entusiasmo del público; el arte de Chano es auténtico, y por eso es bueno. Curro es un cantaor largo y responsable, que aborda los más diversos géneros de manera ejemplar, con rigurosa servidumbre al baile. La noche final cantó también Fosforito, en calidad de artista invitado. Fosforito es en Córdoba un ídolo, puesto que nació en Puente Genil y además se alzó con todos los premios de cante en el primer concurso, el año 1956. Cantó muy bien por soleares.Hay que señalar la incongruencia de que el mejor cantaor que pasó por el concurso, José Mercé, quedara sin premio.
El concurso tuvo un mayor nivel de calidad en el baile. Pepe Montes ganó el premio por tangos con todos los merecimientos; hizo este baile con enorme gracia y con una gran riqueza rítmica. Menos flamenca, quizá, pero con una gran técnica y mucho empaque, Carmen Ledesma ganó justamente el premio por soleares. Por debajo en claridad, Concha Calero y Clementina García, Meme, triunfaron por tarantos y garrotín. Y como artista invitado actuó, con su grupo, Mario Maya, en verdadero maestro, sobre todo en una difícil y bellísima versión de la caña.
El premio de toque, en concierto, fue para Paco Peña, bien en la guajira y no tanto por soleares. El de acompañamiento lo ganó José Luis Postigo, quien es un excelente guitarrista en esa modalidad.
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