Revuelta en Guinea Ecuatorial
POR PRIMERA vez desde su acceso al poder en agosto de 1979, el coronel Teodoro Obiang Nguema, presidente de Guinea Ecuatorial, hace frente a una revuelta protagonizada por militares de su propia etnia, la fang, hegemónica y, además, mayoritaria en aquel país. La gravedad del asunto no puede ser subestimada, y obliga a volver sobre la actualidad de aquel país, sobre la que ayer mismo editorializábamos comentando su fragilidad.Aunque el Ministro español de Asuntos Exteriores viaja hoy a la ex colonia con el concreto propósito de exigir garantías sobre las condiciones de la devolución del sargento rebelde refugiado en nuestra Embajada, no cabe duda de que en sus conversaciones con las autoridades guineanas abordará también el contenido de la revuelta misma, su origen y su significado. El desacuerdo existente en el seno de la cúpula gobernante de Guinea Ecuatorial, inducido por la propia incertidumbre de Teodoro Obiang en cuanto al tratamiento de salida de la aguda crisis general que el país padece, y también a propósito de la aceptación o el rechazo del diálogo con la oposición, puede hallarse en el origen de la rebelión, que, según la oposición, habría costado ya una muerte.
Se desconoce si existieron lazos de unión entre el sector proclive a negociar y la oposición exterior, pero lo cierto es que bajo esta sospecha del coronel-presidente se han producido las detenciones. Los guineanos, entre tanto, han perdido el pánico reverencial que mostraban durante la dictadura de Macías y muestran cada vez más ruidosamente su descontento. Aunque las noticias que llegan de allí es que la calle está tranquila, hay una base social para el triunfo de un golpe. Sin embargo, hasta el momento reina cierta desconfianza sobre si la revuelta consistiría en un mero cambio de personas con el mantenimiento de los métodos de gobierno hasta ahora empleados en Malabo. Otros apuntan la eventual inspiración soviética de la conspiración, extremo que no ha podido ser confirmado.
El golpe militar contra la dictadura de Macías, en agosto de 1979, protagonizado por Teodoro. Obiang y otros parientes del dictador, no ha sabido remontar los devastadores efectos económicos, sociales y políticos de aquel siniestro régimen. Guinea Ecuatorial no funciona. No existe un proyecto político claro; los que la oposición esgrime son ilegalizados; las libertades democráticas brillan por su ausencia, y, aunque hasta el momento se ha abandonado la práctica maciista de asesinar al disidente y se ha promulgado una Constitución, cualquier sugerencia participativa, recomendación o crítica se lee desde Malabo como un ataque frontal.
Los rumores apuntan a la eventual participación en la conspiración de hombres como Florencio Mayé, o Félix Mba, embajadores en la ONU y la OUA respectivamente, y que desempeñaron un papel esencial en la preparación y en el éxito del golpe que derrocó al dictador. De ahí las dudas sobre la inspiración pro-soviética de este nuevo golpe, toda vez que tendrían que haber colaborado con él personas que contribuyeron a la desaparición de la influencia de Moscú en el país. Aunque en Guinea, hoy por hoy, todo es posible. La Administración no administra, porque a la falta de una infraestructura mínima se suma la corrupción. Escasea el dinero, abaratado hasta extremos increíbles, y cuando abunda no existe posibilidad de adquirir productos de primera necesidad. Incluso los que cuentan con francos cfa, moneda de curso común entre los países africanos francófanos, no tienen abastecimiento de ningún tipo en los mercados del país, vacíos por la deserción de los campesinos, que, debido a la crisis dejan de proveer las plazas urbanas de su yuca, su malanga o de sus bananos.
La actividad económica privada está mal vista, y la nacionalizada durante la dictadura de Macías ni rinde ni funciona. La ayuda internacional se desangra por extraños circuitos que nadie puede restañar, y las riquezas del, país, café y madera sobre todo, no pueden ser puestas en marcha por falta de inversiones, que exigirían acondicionamientos previos de varios millones de dólares que las arcas de la nación no tienen o han extraviado.
La oposición guineana, muy dividida, vaga por doquier pidiendo financiación y becas de estudios, y habla de un proyecto, no mal visto por Francia, para otorgar la isla de Bioko (Fernando Poo) a Camerún y el territorio continental de Río Muni a Gabón. Pero Nigeria, avalada por el Reino Unido, desea su porción en el troceo y podría insinuar una intervención si tal partición se produce.
Este plan denunciado es una de tantas hipótesis improbadas que se barajan alrededor del pequeño pero muy codiciado país, escenario de atención por parte de soviéticos y norteamericanos, interesados los primeros en la cobertura de espaldas de Angola, y los segundos, en el golfo de Biafra.
La oposición al régimen guineano, en el exilio, trata con poca fortuna de crear una Junta Cívica de Salvación, Nacional, que sería presentada en el exterior y regresaría al país por vía aérea para imponerse pacíficamente, sobre la base del descontento de la población guineana. La JCS, según aseguran sus enunciantes, recambiaría el poder militar en poder civil y democrático, con reformas constitucionales y un tratamiento cuidadoso de los aspectos étnicos. Pero todo hace suponer que es un proyecto inviable si no cuenta con ayuda exterior y cobertura de alguna potencia. Mientras tanto crece la disensión en el seno del Gobierno de Guinea sobre la oportunidad o no de integrarse en el área francófona de la zona. En resumidas cuentas, el gobierno de Felipe González se encuentra frente el primer conflicto serio de política internacional con una reducida capacidad de maniobra, acosado por los intereses de potencias aliadas mucho más poderosas y en la embarazosa situación de negociar el futuro de un prisionero escapado y refugiado en la embajada de nuestro país. Duro hueso de roer para Morán.
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