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Superproducción, precios bajos y caída de la exportación, males del campo en Estados Unidos

La cumbre de los siete principales países industrializados del mundo capitalista, que se reunirá el próximo fin de semana en Williamsburg (Virginia, EE UU), tratará de la política comercial internacional, incluido el contencioso que enfrenta a Estados Unidos y el Mercado Común Europeo, en materia de agricultura. Recientemente, el corresponsal de EL PAIS en EE UU conversó, en las cercanías de Kansas City, con Billy Joe West, uno de los 2,4 millones de granjeros estadounidenses.

El día es gris y lluvioso en las llanuras del denominado cinturón de maíz, situado en el centro de Estados Unidos, de donde sale la mitad de los cereales que Estados Unidos exporta casi al resto del mundo. Gris como la situación de la mayoría de los granjeros estadounidenses, víctimas de una crisis económica que afecta también a la agricultura, aunque el presidente Ronald Reagan, animado por la frágil recuperación económica, promete una "primavera brillante" para los agricultores. Pero, de momento, los enormes almacenamientos de cereales, la caída en la cotización de la carne y el superávit de productos lácteos sumergen en la penumbra a los granjeros y ganaderos americanos. Tan sólo las perspectivas de nuevos acuerdos de exportación de cereales hacia la Unión Soviética y la promoción de la exportación, en general, son factores de tímido optimismo para un campo endeudado, con proliferación de quiebras y con necesidad de ayuda financiera del Gobierno para que no planten en la actual cosecha más de un tercio de los cultivos de trigo, maíz, algodón y arroz."Hemos pasado tres años muy malos", explica el granjero Billy Joe West, "debido a la caída de la exportación, los efectos de la recesión económica, las cargas financieras y los tremendos almacenamientos".

En su finca, de unos 250 acres (unas 100 hectáreas), Joe West practica una agricultura diversa, con plantación de trigo, maíz, sorgo y 160 cabezas de ganado vacuno. Víctima de la crisis, Joe West explica: "el pasado año perdí unos 12.000 dólares (1,6 millones de pesetas), debido a la crisis". Con una producción y una extensión característica de la media agrícola en EE UU, Joe West declaró unos ingresos equivalentes a unos nueve millones de pesetas.

La conversación en la granja de West, situada en las cercanías de Kansas City, es interrumpida varias veces por discusiones con otros granjeros vecinos. "Desde hace tres años tenemos un servicio de radio, para ayudarnos y poder hablar desde cualquier lado". Tres tractores, cosechadora, dos camionetas y dos modernos automóviles representan el parque móvil de Joe West.

Un tercio sin sembrar

La agricultura norteamericana está tradicionalmente enfocada a la exportación, gracias a su potencial, su fertilidad y su rentabilidad. Pero, según cifras del Departamento de Agricultura, dirigido por John Block, millonario granjero, las ventas al exterior cayeron el 9% el pasado año, con un total de 35.000 millones de dólares."El Mercado Común Europeo", dice Joe West, "debería dejar de subvencionar a sus agricultores para que no haya conflicto de intereses en el mercado internacional". Recuerda que en EE UU sólo hay ciertas ayudas para la producción láctea y cereales, pero no para la producción de carne.

"Así", añade West, "nos encontramos con neta competencia, incluso en el interior, de carne procedente de Argentina o Nueva Zelanda". Desde un teléfono colocado en un establo, West interrumpe la charla para negociar, precisamente, el precio de la próxima venta de parte de su ganado, que pasta bajo la lluvia.

Con buen sentido patriótico, Joe West recuerda que "estuve de acuerdo con el presidente Jimmy Carter en el embargo de cereales a la Unión Soviética, pero ¿por qué sólo tenemos que sufrir la carga los agricultores?". Valora como muy positiva la próxima reanudación de conversaciones entre Washington y Moscú, destinadas a restablecer una acuerdo a largo plazo para suministrar entre 6 y 8 millones de toneladas métricas anuales de trigo y maíz a la URSS.

Joe West también considera alentadora la nueva política de la Administración Reagan de ofrecer un sistema de Payment-in-kind (PIC), equivalente pago en dinero por la producción teórica en hectáreas de trigo, maíz, algodón, arroz, como programa destinado a rebajar las reservas de los granjeros, llenos a rebosar, y establece los precios. La Administración calcula que unos 82 millones de acres, equivalente a un tercio de las tierras cultivadas de EE UU no han sido sembradas esta primavera. Sus propietarios recibirán un total de 21.000 millones de dólares de las arcas federales.

Hace 130 años que la familia de Joe West llegó de Irlanda para instalarse en las fértiles tierras cercanas al río Missouri. De religión metodista, activo en las organizaciones agrícolas locales, Joe West de 47 años de edad, está casado y tiene tres hijos. "Las dos mayores, Mary y Stephanie, estudian en la universidad. También mi hijo William, de 17 años, que seguirá la vida de la granja cuando acabe sus estudios".

En el salón enmoquetado de la moderna casa de piedra, Joe West pasa sus horas de ocio leyendo el Farm Journal. Un equipo estéreo un piano, una vieja máquina de hilar y un globo terrestre forman parte de la decoración.

¿Qué le sugiere la palabra España?

Sé que es un buen cliente para la exportación agrícola de Estados Unidos. Unos amigos míos que visitaron España me dijeron que era un país muy bonito y me trajeron un escudo de Toledo.

Joe West está de acuerdo con el secretario de Agricultura de la Administración Reagan en que el campo de EE UU se recuperará de la crisis en los próximos tres años. Una crisis que afecta en deudas a 1/4 de los 2,4 millones de granjeros de EE UU, con unas 7.000 fincas en quiebra por no haber podido pagar sus préstamos durante el pasado año.

En el despacho de Joe West, una foto de Ronald Reagan sonriente preside los destinos de una agricultura norteamericana de cuyo voto, en buena parte, depende el comercio de cereales con la URSS. Aunque luego, en la cumbre de Williamsburg, Ronald Reagan pida a sus colegas europeos que no subvencionen los productos del campo y que restrinjan su comercio de productos estratégicos hacia la Unión Soviética. Así es el mundo, visto desde las campiñas del medio oeste norteamericano.

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