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Crítica:TEMPORADA DE ÓPERA DE MADRID
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una de las mejores noches

No es Falstaff ópera habitual en nuestro limitado repertorio, aunque la temporada madrileña la presentó, antes de ahora, en dos ocasiones: el año 1970, dirigida por Sanzogno y con Taddei en el papel principal, y en 1976, en un montaje de la ópera de Varsovia. Más atrás podemos recordar la interpretación de Tito Gobbi dirigida por Franco Ghione en 1959, y en la década anterior destaca la creación de Gino Bechi bajo la dirección de Ataúlfo Argenta, si la memoria no me es infiel.Nunca se insistirá lo bastante sobre la prodigiosa hazaña del viejo Verdi cuando, tras una carrera gloriosa y un silencio teatral de tres lustros, reaparece casi octogenario con Otelo, y octogenario del todo con Falstaff, la más refrescante ducha que nadie pudiera imaginar sobre la historia del melodrama italiano.

Falstaff, ópera en tres actos de Arrigo Boito

Música de Giuseppe Verdi.Intérpretes: Juan Pons, Alberto Rinaldi, Dalmacio González, Piero de Palma, José Ruiz, Giovanni Foiani, Pilar Lorengar, Marina Bolgan, Wilma Borelli, Elvira d'Alboni, Julio Incera, Antonio Bautista y José Valera. Director musical: Antonio Ros Marbá. Director de escena: Lluis Pasqual. Director de coros: José Perera. Escenarios y figurines de Fabiá Puigserver. Orquesta Sinfónica de Madrid. Coro titular del teatro de la Zarzuela. Teatro de la Zarzuela, Madrid. 22 de mayo de 1983.

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Los viejos madrigales

Las ideas de Verdi sobre la evolución del teatro musical cristalizan al fin en una pieza de espléndida calidad, de absoluta maestría, que se sitúa por su valor y sus características a las puertas mismas de la ópera moderna. "Volvamos a lo antiguo y será un progreso", había dicho Verdi, y para demostrar que no se trataba de mera palabrería nos legó Falstaff, punto de partida para el drama musical moderno (bien lo aprendió Puccini en Gianni Schichi y hasta Stravinski en su Libertino) y síntesis renovada de una larga herencia.Tras los textos shakesperianos utilizados por el libretista Boito (Las alegres comadres, los dos enriques) habitan los viejos madrigales, las representaciones de Banchieri y de Vecchi, algunas concepciones monteverdianas y, por supuesto, la ópera bufa en sus años de oro.

Todo, absolutamente todo, queda asumido por el genio de Verdi hasta inventar una nueva manera de hacer ópera, una viva y palpitante interpretación de acciones, palabras e ideas en las que los valores teatrales se intercambian del mismo modo que los musicales: tan musical es el texto y la acción de Falstaff como teatrales la vocalidad y la fantasía orquestal de la partitura.

Se precisa para Falstaff un gran director musical y lo hemos tenido en el talento, el fuego interior, el espíritu analítico, la capacidad expresiva y el ánima latina de Antoni Ros Marbá. Algún día habrá que escribir en torno al maestro catalán para recordar la España que hace y deshace a sus hombres. El público del domingo distinguió al maestro catalán con ovaciones fuera de lo usual y alcanzaban también al meritísimo trabajo de toda la orquesta.

La voz de Juan Pons, el reencuentro de Pilar Lorengar

Juan Pons hace un Sir John Falstaff excelente, y antes que el visado nacional ha obtenido el más exigente de los grandes teatros mundiales, empezando por la Scala de Milán. Ya la calidad de su voz parece idónea para expresar la riqueza de matices acumulada por Boito y Verdi en el personaje: irónico, desvergonzado, ingenuo a veces, lírico con frecuencia, teatral y profundamente humano. Recorrer toda la gama expresiva, desentrañar la compleja psicología de un personaje, lucir un consumado arte de cantante y de actor, constituyó el gran triunfo de Juan Pons, situado ya entre las grandes voces universales de España.El reencuentro con Pilar Lorengar, a la que ya habíamos escuchado Falstaff en Berlín junto a Fischer-Dieskau, tuvo algo de alegre confirmación: dueña absoluta de su arte, intérprete de inteligencia extraordinaria, conserva Pilar una voz fresca y firme, ágil, brillante y fuertemente incisiva. Su triunfo fue, como el de Pons y Ros Marbá, tan grande como mereció su labor. Todo el reparto, bien concebido y ensayado, alcanzó la necesaria coherencia sinfónica. Dalmacio González (muy buen Fenton), Giovarmi Foiani (Pistol), Wilma Borelli, Rinaldo, De Palma, la Bólgan, la D'Alboni, sin olvidar el estupendo quehacer del coro titular que dirige José Perera, hicieron posible un Falstaff a señalar como una de las mejores noches de la temporada operística madrileña.

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