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Los periódicos del Estado y la 'pureza' democrática

Una interpelación al Gobierno, formulada hace poco en el Congreso por el portavoz de la Minoría Catalana, Miquel Roca, sobre los periódicos del Estado, ha abierto la caja de los truenos contra la Prensa pública y, lo que es peor, contra el único intento serio realizado por un equipo, encabezado por Malén Aznarez -de trayectoria democrática no dudosa y de capacidad periodística probada-, para sanear económica y profesionalmente la vieja cadena de periódicos del Movimiento.Gracias a este esfuerzo, unos diarios carentes prácticamente de lectores y que durante lustros formaron parte del aparato de propaganda del franquismo -cuando no fueron la finca particular de un delegado al que sus lacayos llamaban jefe-, comienzan a levantar sus tiradas y a merecer el respeto de la opinión pública. En una palabra, comienzan a competir con los periódicos privados y, coincidentemente, a suscitar las iras de quienes sólo entienden el pluralismo en primera persona y conjugan la libertad de expresión en clave de libertad de empresa... privada.

La discusión sobre la legitimidad o no de la existencia de Prensa del Estado queda, en nuestro contexto político, en un segundo plano, por cuanto Gobierno y oposición coinciden en su eliminación y el primero ha puesto plazo a su extinción: abril de 1984. No está de más señalar, en todo caso, que nuestra Constitución democrática contempla este tipo de Prensa, que existe una agencia de noticias de propiedad estatal y que, como recordó en el Congreso el diputado socialista José Vicente Beviá, los estatutos de autonomía prevén que las comunidades autónomas, que también "son Estado", puedan crear su propia Televisión, Radio y Prensa.

Pero por las razones que sea -y entre las de más peso figuran, sin duda, las fuertes pérdidas de estos periódicos, que recaen sobre el contribuyente- el Gobierno socialista ha decidido desembarazarse de ese lastre económico y ha aceptado la tesis de que el servicio público de la información, al menos a nivel de periódicos, sólo será prestado por empresas privadas. Parece una concesión generosa por parte de un Gobierno socialista, sobre todo cuando el cierre de los cinco periódicos que producían más del 80% del déficit y el saneamiento experimentado en los últimos meses, permiten vaticinar un levantamiento económico de esta red de periódicos. De modo inverso a la mujer del César, en este punto el Gobierno se esfuerza en parecer decente, antes de dilucidar qué tiene que hacer para serlo.

Con la enajenación a fecha fija de los periódicos del Estado y el saneamiento en marcha, ¿qué reproches cabe hacer al Gobierno socialista en relación con el organismo Medios de Comunicación Social del Estado (MCSE)? Para el interpelante, Miquel Roca, la cuestión era clara: desde la sede central de esta empresa pública se envían artículos editoriales a los periódicos que la integran, que, además, suelen publicarlos, por lo que el Gobierno incurre en dirigismo.

Pongámonos de acuerdo, antes de hablar, como han hecho algunos periódicos, de "editorialistas-funcionarios" o de consignas y propaganda, sobre lo que es y lo que representa un editorial. Parece existir consenso en que un editorial expresa, con cierta solemnidad incluso tipográfica, la opinión de la empresa editorial -de ahí quizás el femenino, Ias editoriales", empleado por Roca- propietaria del periódico.

Porque si lo que se está planteando es que los editoriales representan la opinión de la Redacción, con autonomía respecto a la empresa propietaria, a esa tesis nos apuntamos muchos, con la condición de que no se aplique sólo a los veintitantos periódicos del Estado, sino a todos, porque todas las Redacciones tienen su corazoncito, especialmente aquellas en las que el protagonismo del empresario invade notoriamente el ámbito profesional periodístico y en las que la inexistencia de mecanismos democráticos internos impide un acuerdo, expreso o tácito, de los redactores con los editoriales de su periódico. No doy nombres.

Pero hasta que lleguemos a eso, los editoriales expresan la opinión de la empresa editorial y es práctica normal que los periódicos de una misma empresa publiquen editoriales y otros artículos de opinión idénticos. Así suele ocurrir en la cadena de la Editorial Católica, como en otras empresas con más de un rotativo, en las que nada tiene de extraño que la opinión de la empresa se elabore en una de sus terminales o en la Redacción central, en este caso en la dirección técnica de los MCSE, y a cargo de periodistas plenamente profesionales y dignos. Lo único que ha ocurrido es que los MCSE han actuado como otras empresas periodísticas y, dada su escasez de medios humanos, han ahorrado la elaboración de 23 editoriales para expresar una opinión única, la de la empresa común.

La cuestión clave es si a través de los editoriales escritos desde la dirección técnica de los MCSE, el Gobierno socialista mediatiza a los periódicos del Estado. La solución la ofreció el propio Miquel Roca, cuando, en la misma intervención en que acusó de dirigismo al Gobierno, aportó las pruebas más contundentes sobre el poco provecho que obtiene el Gabinete socialista de tales editoriales.

Según uno de los ejemplos aportados, los editoriales sobre nuestra política en el Magreb "no sé si van a ser...", dijo Roca, "acordes con nuestra politica exterior, al calificar peyorativamente al país vecino e incluso al rrionarca alauita". Citó también los editoriales sobre Estados Unidos, la huelga de médicos o la política turística y respecto a ésta última denunció un editorial por entender que calificaba "la política económica seguida por el Gobierno francés como de grave agresión a la economía española" y por entender que hacía "algunos comentarios sobre el Gobierno vecino no sé si muy satisfactorios para lasrelaciones oficiales...".

¿Dónde está el dirigismo? Pero el colmo de la contradicción del portavoz de la Minoría Catalana -mal replicado por Javier Solana- fue conciliar la acusación al Gobierno de dirigismo con la ad vertencia al ministro de Cultura sobre Ias graves consecuencias" (sic) que pueden tener para la polí tica del Gobierno los denostados editoriales elaborados en la direc ción técnica de los MCSE. ¿En qué quedamos?.

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