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Reportaje:

El campesino nicaragüense ha abandonado el machete y se ha echado al hombro el fusil kalashnikov

ENVIADO ESPECIALCada casa tiene su refugio y cada pueblo su trinchera. En el valle de Jalapa, a 300 kilómetros al norte de Managua, donde tuvo Anastasio Somoza una de sus mejores fincas (La mía), el campesino se ha habituado a cambiar su machete por el fusil kalashnikov. Sólo un tiro de mortero le separa de los campamentos antisandinistas instalados en territorio hondureño. Por eso trabaja con un ojo en la tierra, una de las más fértiles de Nicaragua, y el otro en las montañas, de donde bajan los contras uniformados de azul. Hace 10 días que la zona está limpia" pero todos creen que habrá nuevos ataques ("para eso les pagan los yanquies") y preparan la defensa.

El capitán Rodrigo González, jefe militar del departamento de Nueva Segovia, asegura que todos los contras regresaron a Honduras. "Se están reabasteciendo; pensamos que para finales de mayo pueden intentar algo de nuevo". Sólo en Jalapa les esperan al menos 5.000 soldados y otros tantos milicianos locales.

En esta zona dicen que semanas atrás hubo tanques T-55 camuflados entre la vegetación. Uno no los ha visto y, por supuesto, los mandos militares ni confirman ni niegan una información de este tipo. Sólo los azules parecen empeñarse en que los blindados siguen estando allí, y a cada campesino que apresan le preguntas por ellos.

El último combate que se registró en la zona, el pasado día 12, tuvo como escenario Siuce, una aldea situada a dos kilómetros escasos de la frontera

En Siuce tuvimos que hacer frente a una fuerza de tares (task force es el nombre que han dado los norteamericanos a las columnas antisandinistas) de unos 400 hombres al mando de el caminante, que cayó en ese lugar. Hicimos 11 prisioneros", asegura, desmintiendo así las versiones de que en esta guerra no se captura a nadie vivo. De hecho, las cárceles de Ocotal y el puerto franco, en Managua, están llenas de contras detenidos.

Entre los soldados que manda el subteniente García hay un campesino de 62 años llamado Nolasco, que, siendo apenas un niño, anduvo por estos parajes con el general Sandino a mediados de los treinta. Ya abuelo, estuvo en la guerra contra Somoza, y ahora vuelve a empuñar el fusil como voluntario. Cuando nos cruzamos con él ya llevaba caminados ese día sus buenos 30 kilómetros y todavía mentenía el tipo.

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Más al norte de Siuce está Teotecacinte (2.000 habitantes), apenas una lengua de territorio nicaragüense rodeada por Honduras en tres de sus costados. Una sevillana, Natalia Caballos, trabaja de maestra. Vino a visitar a un hermano sacerdote y lleva aquí casi año y medio. Desde su escuela se ve el río que divide los dos países. Al lado hay un puesto de observación militar con una ametralladora M-60. El soldado de guardia nos presta sus prismáticos para curiosear en la otra orilla. No se mueve ni una hoja, aunque hace unos instantes ha sonado el repiqueteo de una ametralladora.

"Durante cuatro noches seguidas hemos escuchado tiroteos y morterazos", explica Natalia. En el patio de su modesta vivienda nos muestra el refugio casero: un túnel en forma de ele, con sillas plegables para los ancianos y una Virgen en un lateral.

La novia del 'contra'

"Hace unos días vino un contra, que es de aquí, del pueblo, a visitar a su novia por la noche. Lo dajaron pasar y lo detuvieron cuando regresaba hacia ' la montaña". Hace sólo tres días se fueron al otro lado tres muchachos, el más joven de sólo 15 años. "Ni trabajaban ni estudiaban. Se habrán ido porque les ofrecían unos dólares". Aunque, luego, los prisioneros sólo llevan lempiras, la moneda hondureña.

Esta zona no se ha caracterizado nunca por su fervor sandinista. Más bien fue un baluarte del somocismo y nutrió las filas de la guardia. "Pero son muy pocos los que se han marchado en los últimos meses. Los ataques han servido para que la gente vea en peligro sus cosechas y se apunte en masa a las milicias para defenderlas. También han comprobado que matan por nada, y eso les ha llevado del lado sandinista".

Según se baja hacia Jalapa, la presencia militar se hace más ostensible. Pozos de tirador y trincheras han sido excavados en torno a todo pequeño grupo de viviendas. Las poblaciones del camino han aumentado su censo con los campesinos que antes vivían desperdigados en la montaña, en medio de sus cafetales.

De los 15.000 habitantes de Jalapa, al menos una tercera parte están encuadrados en la defensa civil. Una noche cada semana hay que plantarse en la trinchera que rodea toda la población. Incluso unas monjas del Sagrado Corazón estuvieron aprendiendo el manejo del fusil. "Vimos que aquello no nos iba", explica María Mer Cepeda, mexicana, "lo que nos enseñaban un día se nos olvidaba al siguiente, entonces decidirnos hacer sólo la vigilancia del interior, que se hace sin arma".

Catalana, ingeniera y miliciana

Un médico y dos sacerdotes españoles trabajan aquí. La barcelonesa Judit Argany, ingeniera agrícola, está empleada en una empresa estatal de productos agrarios. También es miliciana, aunque reconoce que no sabría qué hacer con un fusil. "Aquí son los campesínos los que han pedido armas para defenderse, desde que a mediados de abril quemaron dos tractores y secuestraron a cinco tractoristas".

En plena zona de conflicto, el Gobierno ha puesto en marcha un ambicioso programa de desarrollo agrario para poner en cultivo unas 15.000 hectáreas, frente a las 6.000 que se siembran actualtriente. A los campesinos que se han quedado sin tierra por los combates se les han repartido 400 hectáreas. Es una forma efectiva de atraerlos hacia el proceso. 34 tractores soviéticos han sido asignados al valle; se ha instalado teléfono automático y el camino de tierra puede ahora transitarse todo el año.

A pesar de los ataques se acaban de sembrar más de 6.000 hectáreas. Es muy posible que allá por el mes de septiembre los contras vuelvan a encender la guerra para, impedir la cosecha. Al fin y al cabo, su propósito no parece ser tanto el de combatir al Ejército abiertamente sino dificultar la producción. Ista es una. guerra que sigue los ciclos agrícolas.

Habituada a defenderse

Pero Jalapa ya está habituada a defenderse. En diciembre intentaron ocuparla. Durante varios días hubo fuego de mortero sobre el pueblo. Pero el café fue igualmente cortado y se ha hecho ahora la siembra, a pesar de los tiros.

No en todas partes es así. En San Fernando y Ciudad Antigua son muchos los que se alegran cuando llegan los antisandinistas. Sólo en el primero se han ido con la contra unos 70 jóvenes. En Ciudad Antigua hay casas que se han quedado sin hombres. En un solo día se marcharon más de M. Sólo dos días después traían para el pueblo 20 cadáveres. Se habían encontrado con el Ejército, y ni siquiera tuvieron tiempo de entrenarse.

Al margen de estos pueblos, la mayoría de los campesinos son gente que sólo quieren que les dejan sembrar. Los contras han conseguido que muchos que antes eran neutrales se pongan del lado sandinista, porque así se sienten más seguros. Los planes de desarrollo agrícola, que tienen como meta lograr tres cosechas anuales, pueden hacer el resto. Antes, ni sabían dónde estaba el bance; ahora, hay mulas en la puerta. El retorno del somocismo tiene cada vez menos seguidores, aun en Jalapa, que fue uno de sus bastiones.

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