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Tribuna:NOVENA CORRIDA DE LA FERIA DE SAN ISIDRO
Tribuna
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El hotel

Durante la feria de san Isidro, el hotel Wellington es el cuartel general del taurinismo. El resto del año es un hotel tradicional para hombres de negocios, gente bien de provincias y algún que otro dentista despistado de Topeka, Kansas, cuya señora lleva traje-pantalón y pelo azul. Dicen que el hotel tiene un buen restaurante.En ferias, el lugar cambia notablemente de aspecto. Aquí paran muchos de los matadores de toros, y a la hora ritual de vestirse de luces, sus habitaciones se llenan con amigos, bellas mujeres y compañeros de juventud del pueblo que piden una entrada. Abajo, después de la corrida, prósperos y bien vestidos aficionados se arriman al improvisado bar en forma de redondel, en una sala llena de dibujos, pinturas y esculturas taurinas de variada calidad. En las cómodas butacas verdes, hombres corpulentos confeccionan los carteles de la temporada, dan y quitan millones de pesetas, mueven el tinglado. Aquí se proporciona un viaje atrás a los felices años sesenta.

"El hotel se fundó hace más de 30 años por el ganadero Baltasar Ibán", dice el actual director, Gonzalo Lobo, nuevo en esta plaza. "Desde entonces, es el centro de reunión de la gente del toro". Preside el escenario un busto de tamaño natural del desaparecido ganadero-hotelero, esculpido en lo que podría ser bronce, también algo verde.

Los taurinos y espectadores que se reúnen en el hotel WeIlington encarnan una peculiar visión de la fiesta que muchos aficionados cuestionan.

"Esta gente es triunfalista", decía un aficionado el otro día, "aquella que creyó emocionarse con faenas que hacía Paco Camino a los toros borregos". El aficionado señaló que después consagraron a un fino torero alicantino para ocupar el puesto de Camino, y que la mayoría de ellos pidieron el rabo para Palomo Linares en aquella corrida de Atanasio Fernández, premio que provocó un escándalo entre los aficionados más exigentes.

Tuvo palabras de censura para los empresarios y apoderados que se reúnen aquí. Opinó que con su afán de lucro están acabando con la fiesta, aunque se podría observar que este lamento no es nuevo en el llamado planeta de los toros: casi desde el comienzo de la fiesta nacional se ha añorado ese cualqier tiempo pasado del poeta. Señaló que, en términos generales, la orientación política. de estos taurinos suele ser más bien conservadora, y que no ven con agrado los planes de los senadores socialistas de acabar con los fraudes de la fiesta,

En una salita al lado, algo así como un chiquero de lujo, hay un toro disecado -de cuerpo entero- de la ganadería de Ibán. El toro contempla la escena con complacencia pero no oye nada: un valiente diestro le despojó de las dos orejas en tarde triunfal. Si se decidiera a arrancar...

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