La nuclear gana la batalla por la alcaldía de Ascó
El alcalde antinuclear, Joan Carranza, deberá entregar la vara de mando al candidato de los pronucleares, Tomás Biarnés
Todo el mundo sabe en Ascó que la central nuclear se pondrá en marcha antes de que termine este mes de mayo. Ha llegado la hora de la verdad. Nadie ha comunicado oficialmente la fecha, pero todos dan por seguro que el reactor nuclear se pondrá en funcionamiento en cuestión de días. Cuando ello haya sucedido, Joan Carranza, su mujer María Font, y sus nueve hijos se marcharán del pueblo. "Si la central se pone en marcha, nosotros no podemos quedarnos aquí, bajo la amenaza permanente de que un día suceda lo que se empeñan en decir que no va a suceder jamás, como si fueran dioses", dice María Font, mientras ofrece un vaso de agua. "Puede beberlo tranquila, es embotellada. Nosotros ya no nos fiamos de la que toman del río", dice.Ya han buscado una casa en la comarca gerundense del Empordá. Allí continuarán trabajando todos en la confección de pantalones para la firma Pantaleón y Hermanos, de Barcelona. Es una familia muy peculiar la del alcalde. Todos, desde el mayor, de 26 años, hasta los dos gemelos pequeños, de 15 años, viven y trabajan en casa y todo lo discuten por la más estricta de las democracias.
Joan Carranza tiene en sus nueve hijos los defensores más apasionados de sus ideas, los que más energías derrochan. Son una poderosa fuerza de choque y convencimiento. Ellos son, también, quienes más han sufrido la derrota del domingo. Los cuatro concejales antinucleares que han salido elegidos poco podrán hacer frente a los siete pronucleares.
El accidente simulado
Ascó ya no es lo que era. La nuclear se ha convertido en el centro de toda la vida del pueblo. El jueves ya se habían calmado los ánimos. En el ayuntamiento, un aparato de radio daba la tabarra a las dos secretarias. Una voz nerviosa requería por radio la presencia del médico de Ascó para que se pusiese a las órdenes del mando que desde el Gobierno Civil de Tarragona coordinaba los trabajos para una posible evacuación de la población. Era el primer simulacro para probar el plan de seguridad."Es una farsa", decía un viejo en una de las empinadas calles del pueblo. "No, más que una farsa es un engaño", replicaba desde un balcón un hombre vestido con mono de trabajo. "Y conste que no hablo por hablar" añadía, escueto, sacando brevemente de su bolsillo la tarjeta que le acredita como trabajador y le franquea la entrada a la nuclear. "Vaya, aún tendremos que pedirle a Camilo José Cela que invente una palabra para definir este escarnio", terciaba Joan Carranza, que se ha vuelto más sarcástico si cabe desde las elecciones municipales.
Desde el domingo se han radicalizado los sentimientos. Los antinucleares soportan menos que nunca la presencia de la central. Los pronucleares se muestran contenidos, pero algunos esperan con impaciencia la hora de revisar los papeles del ayuntamiento.
En el recinto nuclear, todo estaba tranquilo. Una secretaria daba cuenta del último parte: " 11 horas: comienzan a aliviarse a la atmósfera gases nobles y radioyodos. 11.07 horas: se alivian 200 milirems/hora de gases radiactivos. 11. 17: 400 milirems. 11.27: 600 milirems. Subiendo de acuerdo a las previsiones". Con su hablar pausado y su aspecto venerable, Ignaci Camps, director de emplazamiento, convencía a los oyentes de la radio de que aquello que oían no ocurriría jamás.
Se notaba en el ambiente que el veredicto de las urnas había entrado en la central como un dulce efluvio. Ignaci Camps no ocultaba su satisfacción, reflejo del sentimiento que el triunfo de la candidatura pronuclear ha inspirado en las altas cumbres de FECSA (Fuerzas Eléctricas de Cataluña Sociedad Anónima). Porque no son sólo los antinueleares quienes valoran la victoria de Tomás Biarnés como un triunfo de la nuclear. FECSA, también.
Durante los cuatro años de mandato, el alcalde antinuclear ha sabido jugar especialmente bien la baza de los medios de comunicación para fustigar persistentemen te a FECSA, propietaria de la central. Mientras los contenciosos judiciales llegaban al Tribunal Supremo, un prestigioso centro de estudios de la universidad de Bremen emitía un informe que descalificaba definitivamente el primer plan de seguridad. La empresa estaba perdiendo la batalla de la opinión pública, que aportaba a Carranza muchos resortes oficiales que de otro modo no hubiera tenido.
La carcoma de la crisis
Pero mientras Joan Carranza ganaba puntos en la cancha de la opinión pública, dentro de Ascó comenzaba a actuar una carcoma soterrada: la crisis económica. En la central trabajan ahora 2.300 empleados. A los despidos que ya se han producido, seguirán los muchos que ya se avecinan. Unas 120 familias de Aseó viven directamente de la nuclear, con alguno de sus miembros en plantilla. Otras muchas familias viven indirectamente de la nuclear, porque hay más gente y se vende más.Las 100.000 pesetas que, por término medio, cobran estos tra bajadores son en Ascó un sueldo de categoría. Ninguna otra empresa paga tanto. En realidad, no hay ninguna otra empresa donde buscar trabajo en las cuatro comarcas del Ebro. Voler al campo es poco menos que un disparate. La tierra no da para vivir, y menos después de haber tenido un sueldo mensual como el de la nuclear.
En la recta final, se ha desatado la sorda pugna por los escasos puestos de trabajo que al final se tendrán que repartir los que ahora quedan. Y todos aspiran a quedarse. Joan Carranza ha entendido bien el mensaje de fondo de las urnas: "Les han dicho que si nosotros continuamos, igual no se pone en marcha la nuclear, y que perderán el puesto de trabajo. Se han vendido por un plato de lentejas".
Para Tomás Biarnés, esto no es venderse. Esto es ser sensato. Porque la central nuclear, le pese a quien le pese, se pondrá en marcha y es mejor negociar que perderlo todo. "Negociar, en primer lugar, trabajo preferente para los de Aseó. Y luego, que nos arreglen el pueblo, que está hecho un desastre".
Los forasteros
De pronto, Ascó ha pasado a tener forasteros. Han sido precisamente las familias llegadas de fuera que ocupan los bloques construidos al pie del pueblo, trabajadores de la nuclear, las que han decantado la balanza en el último momento. Porque la candidatura antinuclear de Joan Carranza no ha perdido ni un solo adepto. Tampoco ha ganado muchos, pues apenas si ha conseguido una docena más de votos que en las elecciones de 1979. Pero la de Tomás Biarnés ha aglutinado todo el voto que cosecharon los partidos de derechas, más los aproximadamente trescientos de los nuevos habitantes.En la disputa electoral había un tercer contrincante, el partido socialista. A tenor de los resultados del 28 de octubre, en que obtuvo una mayoría aplastante de votos, esta candidatura tenía excelentes posibilidades. Pero se presentaba con un handicap tremendo para un pueblo como Aseó: de los 11 miembros de la candidatura, sólo dos eran del pueblo de toda la vida: las mujeres de dos trabajadores de la nuclear venidos de fuera. El candidato socialista a la alcaldía, Francisco Caballero, también era forastero. La perspectiva de que mandase en el pueblo alguien venido de fuera tan recientemente, disgustaba a más de uno.
El resultado no pudo ser más desconsolador: apenas 70 votos, en un pueblo de más de 2.000 habitantes. La distribución del voto según las distintas mesas electorales confirma que los recién llegados son quienes han inclinado la balanza a favor de los pronucleares. Ello ha tenido una enorme repercusión en las filas antinucleares. Desde el domingo, la palabra forasteros se oye con mucha frencuencia en Ascó, y con un significado que no había tenido hasta ahora.
Un ex alcalde franquista
Tomás Biarnés, el nuevo alcalde, se muestra conciliador. "Mi candidatura se llama Grup Independent Unitat d'Ascó (Grupo Independiente Unidad de Ascó) y eso es precisamente lo que pretendemos: la unidad del pueblo. Nuestro principal objetivo es la defensa del pueblo".Cuando se le pregunta en qué consistirá esa defensa, prefiere contestar por escrito, en forma de comunicado suscrito por todos los miembros de la candidatura. Finalmente, accede a concretar que se trata de "conseguir que el trabajo se reparta primero entre la gente de Aseó, y mejoras para el pueblo". Un votante de esta cándidatura,concreta algo más: "Pues, hombre, que la nuclear nos pague por estar aquí".
Tomás Biarnés, un propietario de tierras de 59 años que no trabaja en la nuclear, es partidario de negociar porque cree que la gente ya está cansada. No quiere definir su candidatura como de derechas. "Somos gente del pueblo", dice, pero recoge a las fuerzas que los antinucleares califican de fachas, "entre ellos a gentes de Fuerza Nueva". En cualquier caso, Tomás Biarnés ya tiene experiencia. Fue designado alcalde en 1952, en pleno franquismo. Estuvo cuatro años. "Pero esto no tiene ningún interés para nadie, no hace falta que lo ponga", dice con especial énfasis.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.