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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Amenazas sobre Nicaragua

LAS NOTICIAS que llegan de la frontera entre Nicaragua y Honduras son alarmantes; es indiscutible que grupos de somocistas armados, más o menos numerosos, están penetrando en territorio nicaragüense. Las declaraciones de las autoridades hondureñas de que sus tropas no atacan al vecino país son poco relevantes: el mero hecho de que su territorio sea la base de las operaciones militares constituye una violación descarada de las normas más elementales del derecho internacional. De hecho, lo que está empezando es una guerra que puede extenderse a otras partes de América Central.Pero no se trata sólo de Honduras y Nicaragua: la intervención de EE UU, y concretamente de la CIA, con armas, dinero, consejeros, entrenamiento y demás, es algo evidente. Y, en cierto modo, el discurso del presidente Reagan del 27 de abril, pronunciado con particular solemnidad ante el Congreso y el Senado, ha significado' una justificación, e incluso un estímulo, a operaciones de intervención militar de ese género.

Sin duda, Reagan dijo que EE UU no enviará sus soldados a América Central, y fue la frase más aplaudida de su discurso. Pero conviene recordar que declaraciones semejantes fueron hechas en los primeros pasos del proceso que desembocó en el desastre norteamericano en Vietnam. La doctrina expuesta por Reagan lleva por su, propia lógica a una ampliación de las intervenciones militares de EE UU; parte de una lógica de guerra, no de compromiso y de paz. El argumento de que Nicaragua está más cerca de Miami que éste de Washington refleja una evidencia geográfica; pero deducir de ahí, como hace el presidente de EE UU, un derecho de intervención equivale a desmentir algunos de los principios básicos que la política norteamericana pretende defender. Con una razón parecida, la URSS ha intervenido en Afganistán; y, si aplicase la misma regla geográfica de Reagan, ¿hasta dónde podría llevar sus pretensiones?

Quizá lo más grave del discurso es que denota un gran alejamiento de la realidad concreta; todo se contempla a través de los lentes del conflicto planetario con la Unión Soviética; así, se interpretan como maniobras soviéticas fenómenos cuya raíz está en las condiciones de miseria, injusticia y opresión que conocen las poblaciones de la región. Y cuando ya están en marcha gestiones de diversos países de Latinoamérica, como México, Venezuela, Colombia, Panamá, últimamente con el respaldo de Brasil, y asimismo de varios países europeos, y en particular España, para buscar soluciones de negociación, el discurso de Reagan aparece como un claro intento de impedir. que prosperen, de hacerlas fracasar.

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En el caso de El Salvador, la propuesta de una negociación entre los guerrilleros y el Gobierno está apoyada por la Iglesia; y los hechos de cada día demuestran que es el único camino para salir de una espiral de violencia que dura desde hace años, Reagan la rechaza y exalta unas elecciones organizadas por el actual Gobierno: pero eso ya se hizo el año pasado y no sirvió para nada. ¿Hasta dónde tendría que llegar la intervención militar de EE UU para imponer esa solución, que tendría que ser una solución militar? Este interrogante es el que angustia a muchos ciudadanos norteamericanos, que insisten en el peligro de un deslizamiento hacia un nuevo Vietnam.

Por otra parte, la intensificación de los ataques de grupos somocistas contra Nicaragua resultaría simplemente absurda si se considera simplemente como un intento de derribar el Gobierno sandinista; puede cobrar cierta lógica si se inserta en planes de extensión de operaciones militares en esa zona de América Central.

Todo ello apunta a peligros muy serios de una agravación de la situación, sobre todo si es estimulada desde Washington. Es cierto que una parte considerable de la opinión norteamericana, incluso en el Congreso y el Senado, ha reaccionado con energía frente a la política definida por Reagan; y éste puede encontrar dificultades a la hora de la votación de los créditos necesarios para los planes que ha preconizado. Pero los poderes del presidente de EE UU son considerables, y éste parece resuelto a crear situaciones dificilmente reversibles antes de entrar, el próximo otoño, en el período de la campaña electoral.

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