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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Fracaso del racismo en Chicago

LA ELECCIÓN del abogado negro Harold Washington como alcalde de Chicago ha sido una sorpresa. No porque se trate de un hecho sin precedentes; varias ciudades importantes de EE UU, y la propia capital, tienen alcaldes negros, y su elección se realizó sin excesivo escándalo. Pero el caso de Chicago era distinto: casi todas las previsiones daban por seguro el fracaso de Harold Washington; se había despertado una enorme expectación en el conjunto del país; se esperaba una derrota del candidato negro, lo que hubiese patentizado, teniendo en cuenta el carácter de la campaña, un rebrote del racismo en la segunda ciudad de Estados Unidos. No ha sido así. Chicago ha dado la victoria a la causa de la democracia y de la igualdad entre los hombres.La batalla electoral se presentaba en condiciones difíciles: Chicago ha tenido desde hace 50 años un alcalde del Partido Demócrata, blanco y, casi siempre, católico. Dicho partido disponía en Chicago de la máquina, del aparato mejor organizado de EE UU. Pero esta vez todas las cartas del juego electoral habían sido trastocadas: la comunidad negra, que representa el 40% de la población total de la ciudad, ha sido siempre la fuerza decisiva de las victorias del Partido Demócrata; la colocación de Washington como candidato de dicho partido reflejaba la decepción sufrida por los electores negros en experiencias anteriores, en las que promesas que se les habían hecho no habían sido cumplidas. Por otro lado, Harold Washington se había enfrentado con el potente aparato del Partido Demócrata, y en parte éste se había vuelto contra él.

La campaña electoral fue de una agresividad desusada, incluso para los niveles de EE UU. Contra el candidato negro se utilizaron toda clase de argumentos: en concreto, y de cara a los electores católicos, la acusación de que había sido favorable al aborto cuando el tema se discutió en el Parlamento del Estado. Pero lo principal, en una ciudad con un 40%. de habitantes negros, fue el argumento racista; no abierto, pero poco disimulado. El eslogan del candidato republicano fue: Epton (su nombre), antes de que sea demasiado tarde. Como resultado de ello, el voto republicano, que nunca ha alcanzado en las elecciones del alcalde de Chicago más de un 30%, ha superado esta vez el 48%.

Pero además de la elección del alcalde, en Chicago se ha desarrollado una de las primeras batallas de la futura elección, en 1984, del próximo presidente de EE UU. Si Harold Washington hubiese sido derrotado, estaríamos asistiendo al nacimiento de un fenómeno completamente nuevo en la política de EE UU. En la comunidad negra, a nivel de todo el país, se hubiese provocado la siguiente reacción: cuando el candidato demócrata es blanco, nosotros le votamos; pero cuando es negro, los blancos del Partido Demócrata no le votan: ese engaño se acabó. No es una especulación. Estaba ya en marcha el plan de preparar un candidato negro, fuera de los partidos, para la Presidencia de EE UU, que con toda seguridad perdería, pero que polarizaría el descontento y la protesta de millones de ciudadanos negros hartos de discriminación. Ese proyecto, de materializarse, aseguraría la derrota de los demócratas y la reelección de Reagan. Por eso, a diferencia de lo que ha hecho el aparato local del Partido Demócrata, las principales figuras nacionales de dicho partido, y concretamente los aspirantes a candidatos para la Presidencia de EE UU, Mondale, Glenn, Hart, han hecho campaña en Chicago a favor de Harold Washington. La elección de éste se debe, además del voto masivo de los electores negros, a una franja de un 12% a un 15% de ciudadanos blancos que han rechazado el veneno del racismo y que han votado por el candidato demócrata en función de sus ideas políticas. Indiscutiblemente, el resultado de la elección es un hecho positivo para la democracia en EE UU. Pero en su trasfondo se perfilan residuos preocupantes.

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