_
_
_
_
Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El fracaso de la política económica socialista y la oposición

Ya lo dice Revel: "Cuando gobierna la derecha y los problemas se agravan, la culpable es la derecha; cuando gobierna la izquierda, la responsabilidad de los fracasos hay que imputarla... también a la derecha".Y es que controlar la inflación, crear 800.000 puestos de trabajo, reducir el déficit público y mejorar la balanza de pagos es difícil. En cambio, destruir la oposición, contando con la televisión y con buena parte de la radio y decenas de periódicos, es relativamente fácil. Es decir, lo primordial no es gobernar y resolver los problemas; lo que importa, para los socialistas, es descalificar a la oposición, destruir la alternativa. Honestamente, pienso que existen fórmulas más constructivas para afrontar el reto de los ochenta.

Falla la receta socialista

Una revista de gran difusión comentaba estos días los piropos que, en una comida a la Prensa, adjudicaba yo al ministro de Economía. Sin llegar a estos extremos, lo cierto es que siempre he reconocido sus méritos personales; lo que falla es la receta socialista; y en este sentido nuestra crítica ha venido presidida por la moderación Y por la claridad. Y hemos ofrecido siempre alternativas y advertencias (recogidas en los correspondientes Diario de Sesiones) que, por desgracia, los hechos se han encargado de confirmar.

En una breve excursión por nuestro panorama económico observamos que, a pesar del descenso del precio del petróleo, que amplía notablemente el margen de maniobra del Gobierno, no se cubren los objetivos establecidos en el discurso de investidura, matizados posteriormente en el cuadro macroeconómico del Gobierne.

Resulta mas que improbable el crecimiento del PIB en el 2% anunciado; nuestras exportaciones no crecen lo previsto, por lo que se verán notablemente rebasadas las previsiones del Gobierno, que establecían un déficit en la balanza de pagos por cuenta corriente entre 2.000 y 3.000 millones de dólares; por el contrario, el déficit superará los 4.000 millones; la pérdida de reservas de divisas estimada -del orden de los 1.000 millones de dólares- se verá multiplicada por dos o por tres; el incremento de la deuda exterior, previsto en unos 3.000 o 4.000 millones de dólares, apunta a los 7.000 millones de dólares, lo que sitúa el nivel de nuestro endeudamiento en cotas realmente alarmantes; la peseta, devaluada en un 8% a primeros de diciembre, ha continuado su descenso acelerado por falta de medidas coherentes; el déficit presupuestario va a batir todos los récords históricos; como consecuencia, la inflación no parece que vaya a detenerse en el 12% anunciado; el número de parados se ha incrementado en 200.000, y, previsiblemente, continuará su marcha ascendente; la tasa de ahorro de nuestra economía sigue cayendo, lo que impide financiar las necesarias inversiones.... etcétera. Y a todo esto los Presupuestos Generales siguen sin remitirse a las Cortes.

Gasto público y presión fiscal

Frente a esta situación, ¿cuál ha sido la respuesta del Gobierno? Incrementar el gasto público y la presión fiscal, es decir, trasvasar recursos del sector privado al sector público, lo que dificulta la financiación de las empresas y la creación de puestos de trabajo.

Desde los famosos Pactos de la Moncloa, los sucesivos Gobiernos siguen insistiendo en el incremento del gasto público como solución a los males de nuestra economía, cuando la realidad -y muy cerca tenemos el ejemplo francés- sigue demostrando justamente lo contrario. Y como las mismas causas deben producir, lógicamente, los mismos efectos, sería vano esperar mejores resultados.

El nuevo Gobierno sigue poniendo todo el énfasis en la redistribución de la riqueza, pero olvida algo esencial: que los socialistas, encamados en el consenso con anteriores Gobiernos -dicho sea con todo el respeto que nos merecen las personas-, ya habían logrado imponer sus criterios. Y no sólo no queda riqueza por repartir, sino que estamos endeudados con el exterior.

A este infecundo modelo económico se ha sacrificado todo: la moderación de los costes de producción, el límite de las pérdidas de las empresas públicas, la moderación de la presión fiscal, el valor de nuestra moneda...

Lo mismo ha ocurrido en Alemania, por poner un ejemplo de socialismo moderado y responsable: la socialdemocracia heredó un país rico, con una economía próspera y en expansión; gracias a estas rentas han podido gobernar trece años. Pero ya las han agotado y han tenido que regresar a las fórmulas liberal-conservadoras.

El riesgo del batacazo

Pero en España, los socialistas, por las razones expuestas, heredan una situación muy distinta: ya casi ningún componente liberal o conservador ha quedado en pie; nada creador de riqueza o de ahorro se ha salvado. Y así estamos.

Y a todo esto, ¿qué ha hecho la oposición? Justamente, señalar al Gobierno el camino que han seguido los países liberal-conservadores, que ya están remontando la crisis, y ofrecerle su apoyo para afrontar, si fuera necesario, la impopularidad de algunas medidas. Así está escrito en el Diario de Sesiones de la Comisión de Economía. ¿Se puede llamar a esto una oposición desleal?

Afirma el Gobierno que hay que superar la crisis sin aumentar las desigualdades. Es un buen objetivo, pero dudo que se logre con las recetas que se están aplicando; además, resulta necesario matizar que, en nuestras circunstancias, no hay mayor desigualdad que la que existe entre los que tienen trabajo y los que no lo tienen. Y por este camino, me temo que la desigualdad se incremente dramáticamente.

Éste es el auténtico problema, y por esto hoy, para el Grupo Popular, no hay política socialmente más progresista que aquella que se ocupe de alentar el espíritu de empresa a lo largo y a lo ancho de nuestra geografía. ¿Cómo? Hemos señalado el camino repetidamente: reduciendo el gasto público y la presión fiscal; primando todas las formas de ahorro y de inversión productiva; favoreciendo una política salarial que, en lugar de disminuir nuestra productividad (como la reducción de la jornada laboral), incremente nuestros márgenes de competitividad frente al exterior, creando un clima de confianza y seguridad en las personas y en las cosas. Justamente lo contrario de lo que viene haciendo el Gobierno.

Mayor productividad

A estas alturas está más que comprobado por la experiencia que las viejas políticas de demanda resultan contraproducentes. Por el contrario, resulta obvio que sólo con empresas productivas y competitivas lograremos superar la crisis. Y ello exige discurrir por las vías de políticas de oferta basadas en la productividad, el saneamiento del sector público y la obtención de niveles de ahorro suficientes que permitan doblegar los tipos de interés.

La acción de los Gobiernos en la economía siempre ha sido importante, pero para que resulte positiva no es preciso seguir incrementando los presupuestos generales, sino crear las condiciones para que fructifique la suma ingente de iniciativas individuales.

Ésta es, en síntesis, la alternativa de la oposición. Lealmente expuesta desde el primer día. Porque el tema de la economía española es demasiado serio para que se preste a juegos, y porque los fracasos económicos de UCD serían un simple sainete comparados con la tragedia que supondría un batacazo del actual Gobierno. Un batacazo que se darían los socialistas sobre las costillas del pueblo español.

Y termino por donde empecé. La afirmación de Felipe González debería provocar la seria reflexión de nuestro Gobierno, porque todavía estamos a tiempo de arreglar eficazmente los problemas sin necesidad de esperar la locomotora de las economías americana, japonesa y alemana, regidas por Gobiernos liberal-conservadores, cuyas soluciones, paradójicamente, son rechazadas para España por nuestro Gobierno socialista.

Abel Matutes Juan es portavoz de Economía y Hacienda del Grupo Popular del Congreso.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_