Estrella Castro, un caracolillo que galopa y corta el viento
La ciudad de Sevilla rinde hoy un homenaje a la actriz Estrellita Castro, junto con la proyección de una antología de sus mejores películas. Inseparable de Estrellita Castro es el caracolillo que se mantiene imperturbable en su gente. Caigan cascadas, tempestades, peleas callejeras o tragedias de amor, el caracolillo sigue fiel a ella, impasible, como símbolo exclusivo de su portadora. Otros caracolillos ha habido en el cine español, pero ningun otro alcanzó el toque de Estrellita, no hubo otro caracolillo tan característico como el suyo. No se le alteró ni en los largos viajes que realizaba por el extranjero, a pesar de que Estrellita viajó intensamente, en la vida y en el cine.Lo hizo, claro, a Berlín, durante la guerra civil española, para rodar algunas de las películas que la hicieron famosa. Suspiros de España, fue una de ellas, y sorprendía ver aquella Sevilla reconstruída en estudios alemanes habitada por rubios extras que aplaudian a Estrellita cuando cantaba que ella no se sentía menos importante "que su real majestá".
Los hijos de la noche, que hablaba de las desgracias de los tiernos pobres frente. a los ricos buenos, volvió a unirla a Miguel Ligero, gran secundario del cine español que algún día deberíamos redescubrir; El barbero de Sevilla la opuso de nuevo a Roberto Rey, galán y cantante de moda en los años 30, pero él no suspiraba por sus amores sino por los de Raquel Rodrigo; Estrellita sólo aportaba el inevitable topicazo, andaluz.
Porque es probable que Estreflita Castro sea la perfecta encarnación del tópico. Lejos de la personalidad de Imperio Argentina o del insólito gracejo de Antoñita Colomé, Estrellita, ahora homenajeada en Sevilla, fue en todo momento, y gracias sobre todo al caracolillo, la más pura versión cinematográfica de la Andalucía de pandereta.
Quizás fue por ello elegida por Basilio Martín Patino para ofrecer en sus Canciones para después de una guerra la caricatura del folklorismo del cine español. Estrellita Castro aceptó sin temer la posibilidad de la crítica.
Y es ese seguramente su princípal atractivo: en cuantas películas realizó, quiso creer en lo que interpretaba. Aunque no buena actriz, sonreía hasta más no poder cuando quería ilustrar la alegría sevillana; movía sus manos nerviosas, retocándose siempre el pelo sin rozar el caracolillo, para señalar las pesadumbres sentimentales de su corazón; hablaba velozmente con voz aguda para señalar el ingenio de sus personajes.
'Mi jaca'
Estrellita Castro aportó honestidad donde no abundaba el talento, aunque a veces no supiera qué hacer con, su cuerpo y cómo reaccionar ante elogios tan apasionados como los que le lanzaba Roberto Rey en Suspiros de España:"Parece una gitanilla pero es una emperaora". Mariquilla Terremoto fue su mayor éxito. Allí cantó Mi jaca "que galopa y corta el viento cuando pasa por el puerto caminito de Jerez". Nunca se ha separado ya de la canción. En sus homenajes, y ahora probablemente en Sevilla, repite el estribillo con un entusiasmo que sorprende en una mujer de 69 años de edad. Pero cantó en todas sus películas logrando hacer populares muchas otras canciones: lo hacía, por ejemplo, en La gitanilla, que decía inspirarse en una novela ejemplar de Cervantes para narrar las locuras del caballero don Juan de Cárcamo, que olvidaba Flandes para enrolarse con una compañía de gitanos, ya que su amor por las canciones de Preciosa (Estrellita Castro) era más fuerte que su entusiasmo patriótico; pero nada grave acaecía al final, cuando felizmente se descubría que también Preciosa era noble: sólo había sido secuestrada por esos gitanos. Una boda decente era ya posible.
Cantaba y mucho, en Torbellino, donde ganaba el primer preuno de un concurso de emisoras de radios y, con él, el amor del director de la emisora; también cantaba, y no menos, en La patria chica, cuando se veía en París abandonada por el empresario que la contrató; incluso cantaba en Los misterios de Tánger aunque allí su papel de viuda «joven y hermosa" era secundario: protagonistas eran, en cambio, los intrépidos tenilente coronel Alvear, jefe del Tabor español, y Sidi Mohamed-EnNassiri, encargados de descubrir el origen del abastecimiento de armas de que gozaban las cabilas rebeldes del Protectorado español. Estrellita viajaba por todas partes, incapaz al desaliento.
Se retiró del cine cuando el género folklórico iniciaba su irreversible declive, a principios de los 60. Su vida privada, tan poco feliz, ha mantenido fresco el ardor de sus admiradores, muchos de los cuales, conservan álbunes de fotos donde Estrellita, actuaba ante ancianos, cantaba para Franco en La Granja, bailaba al menor requerimiento. Ahora, Estrellita Castro recibirá el homenaje de sus concitictadanos en una operación que quíete, a estas alturas, discutir la gestión del último festival de Sevilla, en este momento sin director; y ella, como muestra de agradecimiento, lucirá su tronío con ese caracolillo que la define en la breve historia del cine español.
Babelia
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