Metáfora confusa
Cuando Passion se proyectó en el último festival de Cannes, las preguntas que llovieron sobre Jean Luc Godard, su director, incidían inevitablemente en el tópico de preguntarle qué había querido decir. Sus respuestas, a veces, eran sorprendentes, incluso confusas, y no porque el director las rechazara; Godard hablaba con entusiasmo de democracia, solidaridad, religión, pintura, luz, música, confusión, incomunicación, amor, sueños, cine, narrativa... Según decía, su película era una reflexión sobre todo ello y, al tiempo, una búsqueda de formas ignoradas. Mezclaba la pintura de Rembrandt, Goya, Delacroix, Inges y el Grepo con música de Mozart, Dvorak, Fauré o de Bcethoven en función de interpretaciones que, evidentemente, no habían alcanzado al público.Quizá porque la audición de los diálogos es prácticamente imposible, tal como Godard quería, o porque los personajes son tipos no siempre diferenciables, o porque la reproducción de los cuadros tiene un desarrollo tan moroso que hasta puede olvidarse la excelente fotografía por la que Raoul Coutard obtuvo un premio, Passion llegó a desconcertar. Probablemente, leyendo con atención las posteriores declaraciones del autor, pueda entrarse en el juego que propone cuando, por ejemplo, dice que ésta es una película democrática porque en ella existe la misma cantidad de frases que se entienden como que no, de coches que van como que vienen, de planos de hierbas como de actores, y concluye que así se puede "encontrar la grandeza de lo ordinario".. Pero no siempre es posible.
Passion
Guión y dirección: Jean Luc Godard. Fotografía: Raoul Coutard. Música: Mozart, Dvorak, Beethoven, Fauré. Sonido: François Mussy. Intérpretes: Isabelle Huppert, Hanna Schygulla, Jerzy Radziwilowicz, Michel Piccolli, Laszlo Szabó. Franco-suiza, 1982.Local de estreno. Alphaville.
Película sin historia, narra las vicisitudes de un equipo de filmación que rueda una película sin argumento, como la propia Passion, dedicándose sólo a la reproducción de obras pictóricas. Inquietos al no conocer las metas del director, los miembros del equipo discuten sobre su situación mientras, paralelamente, algunos de ellos viven esquemáticas historias de amor cuyos conflictos se mezclan con problemas religiosos y políticos.
No puede hablarse del trabajo de los intérpretes aunque algunos de ellos sean los más populares actores del cine francés, alemán y húngaro. No componen personajes, sino apuntes para una posible creación de personajes. Parecen divertirse con su trabajo pero éste no les exige comunicación. Godard no se interesa en desarrollarlos y, en última instancia, el espectador acepta con rapidez que Passion se orienta por caminos distintos a los del cine tradicional y trata de buscar otros caminos de contacto con la película. Lo que nos ocurre, sin embargo, a bastantes de esos espectadores, es que no hemos logrado compartir el sentido del juego cinematográfico de Passión ni, por ello, las propuestas estéticas del autor. Podría ser aplaudida como juego loco o aventura insólita, pero el humor de Godard no se acompaña de inventiva, aunque sí de valor.
Babelia
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