Un delicioso programa Mozart
Divertimento, en fa mayor, K. 138, Conciertoo para piano nº 9, en mi bemol mayor, K. 271, Concierto para flauta nº1, en sol mayor, K. 313, y Divertimento en re mayor, K. 136 (Mozart).Karin Merle (piano) y Robert Aitken (flauta).
Orquesta de Cámara Española. Concertino-director. Victor Martín.
Teatro Real, 22 de marzo de 1983.
La orquesta de Cámara Española ofrecía, en su última convocatoria, un delicioso programa Mozart, con los Divertimientos K. 138 y 136, enmarcando sendos conciertos de piano y flauta en los que colaboraban solistas de prestigio. La respuesta del público, en consecuencia, fue de asistencia masiva y entusiasmo en el aplauso.
Karin Merle tocó el Concierto Jeunhomme con un interesante planteamiento camerístico, muy acorde con las características sonoras de la reducida orquesta que le rodeaba. Con la facilidad que le proporciona su mecanismo ágil y limpio, con extreindo rigor en la medida, la solista hizo un Mozart alado que casi habría que calificar de vertiginoso si nos atenemos al tempo adoptado para el movimiento final. Fue una versión muy ponderada y atenida al espíritu del Mozart adolescente que tantas veces nos llega revisado a través de la óptica de un sinfanismo pretendidamente más trascendente.
El flautista Robert Aitken redondeó una actuación realmente sensacional, tocando el Concierto en sol mayor, con afinación impecable, fraseo justo y muy atractiva personalidad en el decir melódico.
La Orquesta de Cámara que dirige Víctor Martín, desde su atril de concertino, dio su más alto nivel en el Divertimento en re mayor que cerraba el programa. El resto de las obras, aunque muy correctamente tocadas, no alcanzaron el grado de claridad expositiva o de preciosismo cantable que demanda esta música mozartiana tan diabólicamente encilla, tan inefablemente encantadora. Es algo muy común en los conjuntos que actúan sin batuta, aún en los más afarnados: la necesaria concentración para dar con justeza cada nota dificulta lo que podríamos llamar una interpretación efusiva. Tal constatación no es sino un matiz que en absoluto impide que consideráramos justificadísimo el éxito que rodeó al quehacer de todos los intérpretes.
Babelia
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