La delicada situacion político-económica de Francia provoca graves disensiones en la mayoría gobernante
La crisis político-económico-monetaria francesa, ilustrada durante toda la semana pasada por una impresión de duda o de desconcierto oficiales, cuajó ayer en una jornada de caos decepcionante para los observadores de la vida política gala. Se supone, a pesar de todo, que el presidente de la República, François Mitterrand, realizará próximamente un cambio de Gobierno o, al menos, una remodelación. Los problemas monetarios, que, bien o mal, quedarán resueltos hoy en Bruselas, indicarán las modificaciones políticas y económicas en Francia. En cualquier caso, la opinión general es unánime al sentenciar. "El inicio del segundo acto del socialismo a la francesa no podía ser peor". Se presenta en medio de una descarada lucha de todos contra todos.La fiebre ya se instaló en Francia anteanoche, cuando el ministro de Economía, Jacques Delors, al llegar a Bruselas amenazó con el abandono por parte de París del sistema monetario europeo (SME). Esta espada en alto, que en las circunstancias actuales podría dar, al traste con la Europa monetaria y con la Comunidad entera, no podía responder más que a las luchas político-económicas que han estallado en la izquierda gobernante desde que los electo res, en los recientes comicios municipales, lanzaron su advertencia al Gobierno de Mitterrand.
La calentura del sábado noche contagió toda la jornada del domingo. A media mañana, Delors, también desde la antesala de la negociación monetaria de Bruselas conmovió al mundo político galo al declarar que "esta tarde ocurrirán cosas importantes en París. Y hay que estar allí". Momentos después se anunció que el boletín oficial (BO) aparecería hoy. El hecho es excepcional; sólo en dos ocasiones durante los últimos cuarenta años se ha publicado el BO un lunes, y en ambos casos para anunciar medidas extraordinarias. En un momento de respiro, los comentaristas reflexionaron: "Delors ya habla como un primer ministro. Y lo del BO lo confirina".
La despedida de Mauroy
Apenas se había tomado nota de lo anterior cuando, inesperadamente, el primer ministro, Pierre Mauroy, desde su alcaldía de Lille hizo una solemne declaración para concluir que en lo sucesivo "un Gobierno, en París, va a conducir la acción económica". Ya no hacía falta más, se pensó: "Esto es un testamento político", lo que añadido a las declaraciones de Delors y a su viaje rápido a: París, "donde van a pasar cosas importantes esta tarde", y a la aparición inaudita del BO, puso,en vilo a todos los medios informativos.El ministro de Comercio, Michel Jobert, echó más aceite al fuego con un comunicado en el que reveló que el pasado jueves había presentado su dimisión. Jobert fundamentó su decisión en que el resultado del comercio exterior (93.000 millones de francos de déficit en 1982) "es catastrófico", y esto porque "no existe una acción coherente y eficaz, y porque nunca se me han dado medios". Inmediatemente se sospechó que Jobert se ha ido por su cuenta antes de ser barrido.
A última hora, Delors, visitó dos veces a Mitterrand, y al salir al palacio del Elíseo declaró: "He indicado al presidente cuáles deben ser las medidas económico-sociales necesarias para mejorar la situación y, sobre todo, para absorber el déficit del comercio exterior". Aún añadió que su nombramiento como primer ministro "no está en el orden del día".
Quienes creen que Mitterrand es un auténtico De Gaulle de izquierdas aseguran que el presidente tiene todas las cartas del juego político-económico-monetario en la mano. Otros, incluso en el interior de la mayoría gubernamental, piensan que tras dos años de goce de un estado de gracia flotante ha vuelto a resucitar el Mitterrand maniobrero, florentino y, en las circunstancias actuales, sofocado por la tormenta que se ha desencadenado en la izquierda francesa.
Ayer, el órgano del partido comunista, L'Humanité, sensibilizó a toda la clase política francesa con lo que se considera como una advertencia al presidente. En un comentario denuncia al "frente común" que se ha creado en Bruselas "contra la política francesa" y a la "falsa izquierda". La falsa izquierda para los comunistas franceses es el ministro Delors.
Durante toda la semana pasada los comunistas, la fracción extremista de los socialistas, los amigos y confidentes de Mitterrand, los socialdemócratas del corte de Delors y las personalidades que se consideran en la frontera de los grandes destinos personales, cada uno por su lado y todos a la vez, han colado a través de los medios informativos sus estrategias propias, convergentes o contradictorias. Los que se consideran como la "verdadera izquierda" creen que ahora, con el franco como cartucho incendiario, ha llegado el momento de "romper con el capitalismo", separando a Francia de "la Europa de los mercaderes". Los otros, como Delors, dicen que eso sería un suicidio para Francia.
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