Lo que dijo De Gaulle
De Gaulle le dijo en una ocasión a André Malraux que su único rival en la escena del mundo era un pequeño dibujo, sólo parcialmente animado, de un personaje juvenil, de cráneo en forma de avellana, rasgos esquemáticos, entusiasmo y serenidad a toda prueba, con un tupé vertical en forma de kirikikí en lo alto de la testa. Tintín era la única contrafigura que en la imaginación podía oponérsele internacionalmente al general. Al igual que el niño, De Gaulle se había especializado en plantarle cara a los grandes de este mundo, a competir con gallardía en el escenario de las superpotencias.Los parecidos acaban probablemente ahí, porque Tintín habitaba un medio en el que la maldad era color de rosa, la crueldad se pintaba con rasgos preferentemente exóticos, en la línea de que si hay que probar la bomba atómica para poner fin a la II Guerra Mundial, lo más propio es hacerlo con un pueblo amarillo, y, en todo momento, el jovencito del pelo rubio y la expresión perpleja sustituía el desdén arrogante del general por un afán de redentor para una buena causa que, pese a todo, no llegaba a hacerse insoportable.
Tíntín, uno de los dos grandes mitos de la literatura juvenil europea, literatura aunque lo fuera por la vía de las viñetas coloreadas, se asemeja y se diferencia de su par, el niño inglés Guillermo Brown, hasta el extremo de ser, en ocasiones, su complemento y su más directo agente contradictorio Los dos tienen en común que abandonan el mundo puramente infantil para competir en el ruedo de la vida adulta, para influir y modificar el medio en directa con frontación con la sociedad de su tiempo. Ninguno de los dos acepta las cosas como son y, fijados para la eternidad en una edad indefini ble entre los diez y los dieciseis años, conquistan su lugar en el mundo a base de temeridad, esfuerzo y buen corazón. Por el contrario, mientras Guillermo siente un pudor infinito de que se le note que es una excelente persona, Tintín tiene la bondad de la vida sin sexo, y la apariencia plana pero ingeniosa de la mejor de las estampitas. Le falta esa capacidad de desprecio, de instinto para tirarse a la yugular del enemigo, nunca tramposo, pero siempre certero, que animaba a la criatura de Crompton. En realidad, a quien se parecía De Gaulle es a aquel niño, hermano de Roberto y Ethel, más que al tenaz pero nunca implacable amigodel capitán Haddock.
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