El tercer canal
UN NUTRIDO grupo de prestigiosos intelectuales y profesionales catalanes ha suscrito un escrito de protesta (véase EL PAIS de 13 de febrero) contra las declaraciones realizadas por el director general de RTVE a propósito del tercer canal autonómico.De creer al director del Ente Público, los terceros canales, cuya gestión corresponde por ley a las instituciones autonómicas, carecerán de una programación sustantiva -única que permitiría ofrecer esa "televisión moderna, capaz de informar de toda la realidad catalana, española e internacional" propugnada por los firmantes del escrito- y tendrán que limitarse a ofrecer espacios de color local dominados por el parroquialismo provinciano y el particularismo pintoresco. La sardana, el aurresku o las sevillanas, los documentales sobre la vida rural, las fiestas de los pueblos o los barrios, los pintores y escritores domingueros, las inauguraciones oficiales realizadas por las autoridades autonómicas o municipales y las curiosidades varias serían la contribución de Televisión al enriquecimiento de la pluralidad española.
Cuando se analiza el deterioro de la convivencia española causado durante las últimas décadas por las prácticas centralizadoras no se suelen valorar lo suficiente las discriminaciones y los agravios perpetrados por RTVE en este terreno. La condición de servicio público de ámbito estatal de Televisión Española queda desmentida por el enorme predominio de los enfoques capitalinos -una variante vergonzosa del provincianismo- en la información general y en la participación de la sociedad en los programas. Por comodidad, por cortedad de miras o por falta de organización, resulta frecuente que los expertos llamados a opinar sobre cualquier asunto sean vecinos de Madrid, mientras que el novelista de Valladolid, el catedrático de Santiago de Compostela, el economista de Barcelona, el historiador de Sevilla o el ensayista de San Sebastián quedan confinados a la condición de remotos australianos. A partir de esa devaluación sistemática de quienes no residen en la capital del Estado se perfila la imagen de una enorme España periférica que sólo se asoma a la programación nacional del brazo de una inundación, un atentado, una estafa a la Seguridad Social, una batalla de flores o una procesión.
Los terceros canales de TVE, los autonómicos, podrían romper ese lamentable esquema a condición de que fueran planteados como instrumentos informativos y culturales de carácter general y gestionados de forma descentralizada. Las cautelas para conseguir ese objetivo serían precisamente las contrarias de las apuntadas por el director de RTVE en sus declaraciones: que no cayeran en un excesivo localismo, que no incurrieran en la dramática cortedad de miras de la primera cadena, que unieran a los valores de la propia comunidad la solidaridad con el resto de los ciudadanos españoles y que se conviertieran en un acicate para Prado del Rey. En definitiva, que constituyeran una verdadera experiencia de pluralismo y libertad y se configuraran como una alternativa real de programación frente a las cadenas de ámbito estatal.
Dadas las resistencias del poder a la televisión privada (no la permitió Fraga durante el franquismo, no la organizó UCD durante su mandato, no parecen dispuestos a admitirla los socialistas), los terceros canales podrían ser decisivos para ampliar la diversidad y el pluralismo de la televisión pública. Las declaraciones de Calviño en Barcelona muestran, sin embargo, que los recelos oficiales respecto a los canales privados no descansan tanto en los argumentos que habitualmente se esgrimen contra los grupos de presión y las multinacionales como en la voluntad del Poder Ejecutivo de controlar, al viejo estilo, ese poderoso medio de comunicación. El intento de cortar las alas a las televisiones de las comunidad autónomas, tan públicas como las dos cadenas gestionadas por la Administración central, parece más bien que responde a un propósito de identificar a la televisión pública con monopolio gubernamental.
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