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El poeta De Ory vuelve a su ciudad para pregonar el carnaval gaditano

Carlos Edmundo de Ory, el poeta que se confiesa en sus versos no como un maldito, ni un esteta en su torre de marfil, sino conociendo las cosas como son realmente, ha regresado a su Cádiz natal para pregonar en el carnaval que hay que crear felicidad. Se presentó como Mefistófeles, el diablo en persona, lo cual es su caso, en este período de risa que se abre ante la cuaresma cristiana.

El autor de La flauta prohibida ha llegado a Cádiz en pleno carnaval. Confiesa que es su fiesta preferida, como así lo dijo en el pregón que daba el chupinazo inicial a estas fiestas.

"El carnaval, definido por mí", dijo Carlos Edmundo de Ory, "es la inquietud humana más inquietante que nunca. No hay que gastar saliva predicando la necesidad urgente de felicidad humana, en este mundo infeliz. Hay que crearla. Esto es lo que nosotros hacemos una vez por año, y pare usted de contar. Pero lo hacemos en grande y perdura en la memoria. Aunque sea felicidad cronometrada a golpe de almanaque, ¡que importa!". No deja de ser una experiencia social de primer orden".

Su espíritu de ácrata integral salta alertado: "¿Orden he dicho?. Bueno. Nos damos cuenta, una vez por año, que el mundo es desorden, y nosotros nos ponemos a ordenar el desorden".

Carlos Edmundo de Ory, 60 años de edad, asiste por primera vez en su senectud a este Carnaval-83 que considera el primero socialista de los carnavales. De todas formas dice: "¡Si sabré yo de carnavales!". En su juventud asistió desde 1932 a 1936 a cinco años seguidos de berrear por la felicidad callejera, durante esos locos días de febrero. Cinco años de cronología carnavales republicana antes del exilio.

Nieto del mar

También lo dijo en el pregón, en una fría noche en la que muchos de sus conciudadanos se reunieron para escucharle en la plaza de San Antonio, en donde el poeta hizo acto de presencia bajo la protección de Mefistófeles: "Un servidor de ustedes, es un gaditano de la capital, nacido a pocos metros del mar, en una casa solariega de la alameda Apodaca. El mar o la mar es mi abuelo y mi abuela, Cádiz mi madre y España mi tía, Europa es mi suegra, el mundo mi tatarabuelo y el universo mi familia entera".Edmundo de Ory ha sido considerado -en ocasiones todavía lo sigue siendo- como un poeta maldito. En 1955, a partir de su tercer viaje a París, se quedó definitivamente a vivir en Francia, donde actualmente reside, dando clases de literatura en la Universidad de Amiens. Nunca ha sentido rubor en confesar su añoranza por Cádiz, de cuya playa amada, La Caleta, ha sido un oculto y pertinaz ladrón de su fina arena. "Me envían la arena de esta playa hasta por correo mis amigos gaditanos". Tanta ha sido su obsesión que hasta en una ocasión, a raíz de un problema en la frontera francesa, el viceconsul que ejercía en aquella época en Hendaya le dijo: "No se queje, hombre, que por muy poeta que sea usted, no tiene derecho a llevarse a otros países nuestras playas poco a poco. ¿Qué sería del turismo estival en nuestro país?."

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