La intervención militar en Ayacucho puede ser un peligro para la democracia peruana
Cada domingo, a las diez de la mañana, se iza solemnemente la bandera peruana en la plaza de Armas de Ayacucho. Las tropas del Ejército de Tierra, los paracaidistas, los infantes de Marina, la Guardia Civil y otras fuerzas desfilan ante el general Clemente Noel Moral, que viste traje de campaña. Es uno más de los actos patrióticos que vienen realizándose en esta región de la sierra central andina desde que, hace algo más de un mes, el presidente, Fernando Belaúnde Terry, enviara al Ejército a combatir a los guerrilleros maoístas de Sendero Luminoso.No fue una decisión fácil para un político que fue derrocado en 1968 por unas Fuerzas Armadas que habían comenzado a intervenir en la vida política tres años antes, al ser enviadas a luchar contra la guerrilla del MIR. Ahora, casi veinte años después de aquella victoriosa guerra antisubversiva, muchos temen que la historia se repita y que el protagonismo del Ejército en la guerra del fin del mundo de Ayacucho sea el primer paso para un golpe de Estado militar que acabe con los apenas tres años de régimen democrático peruano.
"Belaúnde es el aprendiz de brujo por excelencia. Le dieron un golpe y le van a dar otro", comenta un periodista local al ver circular por el centro de Ayacucho, una ciudad situada a casi 3.000 metros sobre el nivel del mar, los carros anfibios de la Infantería de Marina.
No es de la misma opinión el senador socialista Enrique Bernales, para quien "la caída de Belaúnde en 1968 no es atribuible a la intervención militar contra la guerrilla, sino a que él se cavó su propia fosa. La situación es muy distinta hoy día, y las Fuerzas Armadas no quieren entrar en una dinámica golpista después del coste que tuvo para el prestigio de la institución su permanencia en el poder durante doce años. El Ejército quiere recuperar su popularidad y ha negociado las condiciones de la intervención en Ayacucho", asegura.
Bernales califica de cautelosa la actitud de las Fuerzas Armadas peruanas, que, hasta el momento, se han limitado a dar su apoyo logístico a la policía y no han participado en los combates contra Sendero Luminoso. "Si el Ejército entra de forma activa en esta guerra, no puede permitirse el perderla. Tiene que ganar, cualesquiera que sean las consecuencias. Tenga usted en cuenta que somos un país con fronteras enemigas, que tenemos al Norte a Ecuador; a Chile, al Sur... El peligro de un golpe militar no viene de este brote revolucionario de Ayacucho, sino de la incapacidad del Gobierno de Acción Popular, del desastre económico que sufre Perú", afirma el senador del Partido Socialista Revolucionario, el único no marxista leninista de la coalición antigubernamental Izquierda Unida (IU).
El recién dimitido primer ministro Manuel Ulloa, que pidió al presidente Belaúnde mano dura contra los senderistas, cree que la situación actual es totalmente diferente de la de 1965. "Entonces la relaciones entre el Gobierno y la Fuerzas Armadas eran muy distintas. Todos hemos aprendido y hemos visto la necesidad de trabajar juntos", señala.
Problema grave
El fenómeno de Sendero Luminoso le parece al ex primer ministro populista un problema grave de Perú, al que hay que enfrenta urgentemente. Pero más serio le parece aún el problema financiero de América Latina en general, que sufre un embarazo gigantesco de 300.000 millones de dólares de deuda externa. "Si la banca internacional no se da cuenta que deben atender a este parto los mejores médicos del mundo, morirán la madre y el niño", dice Ulloa.
El general retirado Edgardo Mercado Jarrín piensa que el presidente Belaúnde cumplirá su mandato constitucional hasta 1985, quizá porque "hay un sentimiento entre los militares de que, ya que ellos se equivocaron durante su permanencia en el poder, van a dejar a los civiles equivocarse también".
Pero Mercado Jarrín es de la opinión de que "este Gobierno ha perdido ya el manejo del país. No hay perspectivas de mejora a corto plazo y la estrategia gubernamental se reduce a decirnos que estamos mejor que en otros países de América Latina. Eso no conduce a ninguna parte", asegura el general.
El jefe de la región militar de Ayacucho, general Noel Moral, aseguraba hace unos días que "hemos venido aquí a restablecer la paz y no a cometer atropellos", aunque advertía que, si la situación empeora, "el Ejército saldrá a actuar con fuerza".
Profesionales de la guerra
Más explícito se mostraba el ministro de la Guerra, general Luis Cisneros Vizquerra, conocido como El Gaucho, que decía el mes pasado a la revista Qué hacer: "Nosotros somos profesionales de la guerra y estamos preparados para matar: la guerra es así". Y añadía: "Lamentaríamos bastante tener que hacerlo, pero no por lamentarlo vamos a dejar de hacerlo si así se decide...".
En otro momento de la entrevista declaraba el ministro de la Guerra: "Yo establecería el toque de queda en Ayacucho, y al que se mueva por la noche me lo tiro. ¿Qué otra medida se puede tomar si no sabemos quiénes son?".
La lucha contra la guerrilla de los años sesenta, que lideraban, entre otros, Hugo Blanco y Guillermo Lobatón, concienció, según un profesor universitario de Lima, a los militares peruanos, que comprobaron sobre el terreno la miseria y las condiciones infrahumanas en que vivían millones de sus compatriotas en las zonas rurales del país. Surgió así la revolución del general Velasco Alvarado, que efectuó una importante reforma agraria. Para Sendero Luminoso, este movimiento fue, simplemente, fascista.
Los partidos de izquierdas, que obtuvieron muy malos resultados en las elecciones generales de 1980, mantienen una actitud ambigua hacia el fenómeno senderista. Coaligados en la Izquierda Unida (IU), sus diferentes posturas respecto a los guerrilleros de Abimael Guzmán podrían causar incluso la ruptura de la ya debilitada coalición, que continúa preparando un paro cívico popular que acabe con el Gobierno populista y que considera al Apra, principal fuerza de oposición, como parte del establishment.
José Díaz Canseco, secretario general de Vanguardia Revolucionaria, uno de los grupos integrados en Izquierda Unida, señalaba recientemente que hay que reconocer el "fenómeno nacional" de Sendero Luminoso y sugería incluso algún tipo de coalición gubernamental con los senderistas en el departamento de Ayacucho. Otros miembros de IU, como el Partido Comunista Peruano (prosoviético), el Partido Comunista del Perú-Patria Roja (prochino y antibanda de los cuatro), o el velasquista Partido Socialista Revolucionario (PSR), repudian a Abimael Guzmán y sus seguidores, aunque con distinta rotundidad. "Esto es un arma poderosa para la derecha, que nos acusa de ambiguos", se lamenta el senador Bernales.
Unas semanas después de ordenar la presencia de las Fuerzas Armadas en Ayacucho, el presidente Fernando Belaúnde Terry decía, en su habitual conferencia de Prensa de los domingos, que "el área declarada en estado de emergencia representa solamente un 2,5% del país, mientras que en el resto imperan plenamente las garantías constitucionales".
Un militante de un partido de izquierda criticaba esa aritmética política de Belaúnde y le acusaba de identificar su presidencia con el sistema democrático. "Es otro de sus graves errores: pretender hacer creer al pueblo que o él o el diluvio. Y eso sólo beneficia a Sendero Luminoso y a los potenciales golpistas".
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