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Entrevista:

López Vázquez: "Entre película y película, hay unos puntos negros, terribles, de ansiedad"

Interpreta en Barcelona la obra 'Vade retro'

Después de su estreno en Madrid, como apertura de la temporada del Centro Dramático Nacional, de la obra Vade retro, del dramaturgo Fermín Cabal, interpretada por José Luis López Vázquez y Ovidi Montllor, la pieza teatral y los actores viajan a Barcelona. El estreno en la Ciudad Condal se celebrará mañana, miércoles, en el teatro Poliorama, donde permanecerá durante un mes. En esta entrevista, el actor José Luis López Vázquez habla de lo fatigoso que es hacer teatro en España y repasa algunos aspectos de su trabajo cinematográfico, donde "entre película y película, trabajo y trabajo, hay unos puntos negros, terribles, de ansiedad".

En batín y zapatillas, con la características externas de su personaje, un sacerdote, el actor José Luis López Vázquez tiene aspecto cansado, -"se va haciendo uno viejo", diría después-, con grandes ojeras y libre del bigote que formó parte de su personalidad durante tanto tiempo, sobre todo en la reciente historia del cine español.Pregunta. ¿Su trabajo en la obra Vade retro en Madrid y a partir de mañana en Barcelona significa que se va a dedicar más de pleno al teatro?

Respuesta. No, no creo; porque el teatro en España es muy fatigoso. Hacer dos funciones bien es muy difícil, te tienes que reservar para una de las dos, que es la última, y cuando llega esta última estás cansado de la primera.

P. ¿Por eso ha elegido una obra con una sola función diaria?

R. Por supuesto, es mucho mejor. Aparte de que no es el ideal el venir a hacer una función a las once menos cuarto, porque la vida ya no está conformada para este tipo de horario, y a mí lo que me apetece verdaderamente es quedarme en mi casa relajado, viendo la televisión, leyendo un libro o en la cama. Vamos, no sé, no son horas; como decían nuestras abuelas, "el diablo anda por las calles". Cuando era más joven, pues sí, salía todas las noches porque me gustaba, y tenía mi tertulia, el café Gijón, tenía algo que hacer. Pero ahora se va uno emperezando; primero porque me voy haciendo viejo, y segundo, porque no hay tanto ambiente. La gente madruga más, trabaja más que hace veinte años.

'El teatro no es rutinario'

P. ¿El teatro llega a ser monótono?R. No, porque uno sigue viendo cosas. Hay una intercomunicación, una interrelación entre público y actores; no es que sea muy diversa, efectivamente, porque no lo es, pero siempre hay unos pequeños matices donde puedes buscarte tú, digamos, los estímulos para no caer precisamente en esa monotonía, en la rutina.

P. ¿Y por eso su carrera profesional está más orientada hacia el cine?

R. Efectivamente; no es simplemente decir yo hago cine porque me gusta el cine. Se hace cine por una serie de conformaciones, de coordenadas: que seas fotogénico, aunque seas bajito y feo; que valgas, que te interese, que tengas flexibilidad para incorporar cosas, en fin, que te acepten, que haya demanda, que el público te reciba bien, que se crea lo que haces. Ahora mismo yo he encontrado ese camino y estoy muy a gusto ahí y me sirve de evasión, me distrae mucho más, aun cuando es difícil.

P. ¿Qué se siente al ser uno de los mejores actores del país?

R. ¡Hombre!... -sonríe, difuminando la respuesta-. Pero entre película y película, trabajo y trabajo, hay unos puntos negros, terribles, de expectación, de ansiedad.

P. Esos puntos negros pocas veces habrán surgido.

R. Sí, han surgido. Y además, nuestro sueldo... Pues bien, yo estoy entre los primeros, pero no da para tener una reserva, un sosiego, una quietud, una tranquilidad de decir: bueno, ya estoy en edad de retirarme; aunque no me llamen más hasta que me muera, me quedo tranquilo. No, porque no es así, porque no te dejan los impuestos ni los cargos a que te comprometes en la vida diaria. Cada uno gasta de acuerdo con lo que gana. El actor gasta más de lo que gana, porque lo hace con arreglo a la última película que acaba de hacer. O sea, no es gasto al año o al mes. De pronto haces una película y luego tienes dos meses que no trabajas, y entonces no ganas nada. No surtes tu casa, tus cosas que son sistemáticamente mensuales: tu criada, los impuestos, la comunidad, el gas, el teléfono, la luz o tus gastos propios: la boda de Fulanito, las niñas que han nacido de no sé quién, el ramo de flores para la señora que te invita a comer, etcétera... Y, claro, dicen "¡Hombre!, es que gana un millón de pesetas"; y luego Hacienda, naturalmente; es como unas fauces que no paran. Entonces nos quedamos sin nada, y el día que nos jubilamos cobramos no sé si son 30.000 pesetas, quien las coge.

P. Pero siempre ha tenido muchísimo trabajo.

R. Sí, me sale, pero no tienes... Y decir un día y ahora, ¿qué vas a hacer? De pronto no te llaman, no te han dicho nada, no tienes ningún proyecto. Pasan los días, te angustias, no vives tranquilo. No es como el que abre un comercio, una peluquería, por ejemplo, y dice: ya sé que van a venir siete u ocho. Esto es muy problemático. Sí, efectivamente, yo llevo diciendo eso hace veinte años.

P. Claro, pero ha hecho, ¿cuántas películas?

R. Pues muchas. Unas trescientas o así.

P. ¿Es optimista con los nuevos directores?

R. Sí; además, estó es una ley de existencia. Hay que aspirar a hacer un cine mucho más sosegado, reposado, meditado, y no vale hacerlo a la primera, hay que esforzarse, hay que trabajar en equipo. Empiezo porque no reconozco a Woody Allen. A mí estas cosas ególatras de "una película escrita, dirigida e interpretada por Woody Allen" me da cien patadas. Y, además, considero que es una pena, porque Allen, al servicio de un equipo, lo podría hacer muchísimo mejor. No se puede estar "en la procesión y repicando misa". Esto se nota, porque, por muy inteligente que sea, por muy creativo, es desigual.

P. La censura, ¿cómo ha podido influir en las distintas etapas de su carrera artística?

R. Realmente no ha influido. Aunque sí en los autores, guionistas, y en el productor, que hacía una obra y no se la dejaban poner. Pero en mí no. Los actores realmente no hemos padecido la censura porque ya sabíamos de antemano lo que teníamos que hacer; teníamos el patrón del guión. Aparte de que no se debe censurar nada. La libertad tiene que estar por encima de todo, pero lo que sí es evidente, y se ha demostrado, es que servía de incentivo y se agudizaba mucho mejor el ingenio diciendo unas cosas que no se podían decir claramente. Porque resulta que cuando se ha podido decir, ya no se dice nada, y antes, que no se podían decir, sí se decían. Es un fenómeno muy extraño. No entiendo lo que pasa.

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