_
_
_
_
Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Nora, abortista

En la misma jornada madrileña en que se aprobaba políticamente el aborto (parcial) en España, y las feministas se manifestaban ante la Moncloa, Ana Diosdado presentaba en el Bellas Artes su versión de Casa de muñecas, de Ibsen. Nora, el ya eterno personaje de Ibsen, es una abortista que no lo sabe.Hoy Nora hubiese abortado. Cuando decide hacer la lectura en profundidad y extensión de su propia vida, descubre lo que ya sabía: que no ha salido jamás del patriarcalismo (Eva Figes). Que ha pasado del padre al marido sin ser nunca ell misma. Y, por supuesto, que no ama. Se va de casa, se pierde en la noche de Noruega, abandonando al marido y los hijos, que definitivamente no son ella. Nora -repito-, hoy hubiese abortado. Pero entonces el aborto no era fácil, ni científica ni jurídicamente (tampoco en Noruega). Hay un aborto moral, vital, existencial, que es la ruptura con la vida impuesta, con los hijos impuestos, y contra ese aborto, de antes y después de lbsen, de siempre, nada pueden las campañas histéricas o místicodirígidas de "aborto asesino" (como le han puesto en la tapia a Dámaso Alonso, que no entra ni sale en el tema, imagino). Ni siquiera de los abortos de la Academia es responsable maestro Dámaso. De modo que el aborto (entendido esto no como interrupción de una vida, sino como decisión de la mujer de empuñar su propio cuerpo) ha existido siempre, en Lisístrata y en las abortistas de Bilbao, en los comediógraflas griegos y en los ministros del PSOE.

Rosa María Mateo, en el entreactó, elegantísima en negro, feminista, madre del despabilado Germán, me consigue un coñac con leche (aunque no consiga entender mis vicios) y me manifiesta serenamente su adhesión al probleriria y el personaje (que no al espectáculo, carente de imaginación, y tautológico). Lo que ignoran la Iglesia, las Asociaciones de Padres de Familia, Fraga Iribarne y las señoritas redichas que descalificart estadístícamente el aborto por la tele, es el aborto moral, que se ha dado a sí, libremente, la mujer, quizá desde las sociedades primitivas, y qu no sólo aborta del embrión, sino del padre del embrión, de la familia del embrión, del contexto del embrión. Lo que explica lbsen en Casa de muñecas, sin saberlo, es un aborto actualípimo de hace un siglo. La devolución de anillos de la última escena no es sino un simbolismo vicario, precario y burgúes de lo que le pasa a Nora: aborta.de sus hijos ya creciditos y de su marido, también crecidito (sobre todo en el altísimo actor José María Pou). Uno, ya que no las dorsianas "palpitaciones de los tiempos", vive el baudeleriano spleen de una ciudad que ama- "una ciudad es un mundo si amarnos a uno de sus habitantes", dice Lawrence Durrell de Alejandría, y yo amo a varios-, y a uno le parece prodígio de la Historia que, el mismo día y a la misma hora en que las feministas van a la Moncloa con antorchas para pedir .más aborto", más derecho a su propio cuerpo, el teatro del legendario Tamayo reponga a Ibsen, autor que figura -¿involuntariamente?- en la pancarpia del fenúnismo rnasculinolfemenino. Ibsen, pese al "benaventismo" (lo digo al revés para que se me entienda) de su obra, consiguió en Casa de muñecas su mayor y mejor pregón por los derechos de la mujer, que venían a completar los Derechos del Hombre, instaurados en la Revolución Francesa y corregidos o ampliados por la naciente burguesía.

En el estreno estaba Buero Vallejo. Nieto lejano de Ibsen (ha adaptado algunas de sus obras), él podría (ya que el tan nombrado teatro del silencio franquista se ha manifestado incapaz) plantear el aborto moral (rechazo de la mujer a una vida que se le da hecha), a través del aborto real, que lbsen no podía imaginar. Engels, me parece, dijo que "la mujer es el proletario del hombre".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_