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El aborto inmoral

( ... ) El Gobierno socialista ha pisado el acelerador de la llamada legalización -¡qué paradoja!- del aborto. ¿Tiene miedo a que cristalice rápidamente la justificada resistencia moral de la sociedad e incluso la de algunos de sus diputados, ante tan degradante pretensión? ¿O es que no tenemos otros problemas más graves generales y urgentes? ¿Qué son las cifras -y aquí no valen las estadísticas, porque el valor de una sola vida no tiene precio- del parricidio intrauterino, comparadas con las estadísticas del creciente paro obrero? ¿O es que queremos añadir a la creciente cifra de los parados ese terrible sumando herodesiano de quienes van a ver parado y destruido su derecho a la luz? Por lo visto, nuestros actuales gobernantes tienen una escala de prioridades y una tabla de valores harto distintas de las que tienen y anhelan en su vida familiar diária la mayoría de los españoles.Y no se nos argumente con la cantilena de los diez millones de electores. Porque ahí está el manifiesto contra el aborto que días antes de los pasados comícios publicaron ciertas asociaciones y entidades que sin rebozo se proclamaban izquierdistas. Si son consecuentes, tendrán que com probar ahora su desengaño tardío. Porque las preguntas que entonces se hacían tienen ya su respuesta clara. El voto de izquierdas es un voto proabortista, es una papeleta contra la vida. La equiparación de la izquierda y la permisividad del aborto es un hecho. Ahí está la declaración del Gobierno. No inventamos ni deformamos nada. Los diez millones del 28 de octubre registrarán un notorio desgarrón si quienes entonces se proclamaron de izquierda y por ello vitalistas, quieren ser coherentes consigo mismos y con su cuadro de valores morales. Una sociedad que votó el no a la pena de muerte no puede negar la vida al ser más indefenso.

El presidente del Gobierno ha hablado de rearme moral de nuestra sociedad. Junto a él estaríamos si la realidad de esa necesaria palabra fuera un hecho probado. Pero, por desgracia, no lo es. Porque legalizar el aborto no significa progreso, sino retroceso hacia la barbarie de nuevos sacrificios humanos en aras del hedonismo. No es cambio, sino pura decadencia moral. No es la recuperación, entre nosotros tan necesaria, de la conciencia social, sino deterioro gravísimo y pérdida total del respeto al prójimo inocente, que no tiene voz para protestar. No es un renglón más que añadir a "cien años de honradez", sino capítulo de insensibilidad ética ante el más sagrado y más fundamental derecho del hombre. El proyecto permisivo del aborto no puede liberarse. ( ... )

27 de enero

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