El músico valenciano Ricardo Olmos habla sobre su investigación del canto popular
El músico valenciano Ricardo Olmos interviene hoy, viernes, a las cinco de la tarde, en la sala Turina del teatro Real de Madrid, en el ciclo El compositor y su obra, que organiza la Asociación de Compositores Sinfónicos Españoles (ACSE). Catedrático de Música en la Escuela Experimental del Magisterio de Madrid, hablará sobre aspectos de su vida, formación y obras. Olmos ha escrito cuatro tratados, inéditos, sobre El contrapunto simple, El contrapunto doble, El contrapunto modal y Elementos de forma musical.
"Yo he tenido dos maestros. El de mi primera juventud fue el famoso compositor Manuel Palau. El me inició en el camino de la música. Porque yo no soy hombre de conservatorio. En el pueblo, en Alboraya, al lado de Valencia, mi abuelo, que era uno de los fundadores de la banda, comenzó a enseñarme solfeo. Mi padre tocaba la flauta en la banda y mis tíos y tías cantaban zarzuelas. Yo asistía a los ensayos y mi afición viene de entonces. Un buen día me dijo Palau: 'Le conviene a usted legalizar su situación'. Fui dos años al Conservatorio y saqué el título".
Alumno de Koechlin
"Después, conociendo las obras teóricas de KoechIin (1867-1950), que son fantásticas, le pedí clases y él me admitió como alumno. Me dijo que me cobraría mil francos por clase. Entonces no había facilidades para pagar en divisas. Gracias a un amigo pianista que vivía en París y tenía su madre en Madrid, pude hacerlo. Convinimos en que yo le pagaría a su madre en pesetas y él pagaría a KoechIin, en París, en francos. Envié a Koechlin el primer ejercicio y él me contestó: 'No le admitiré que vuelva a pagarme las clases porque (y perdone la inmodestia) es usted un verdadero músico'. Y añadía al margen: 'cosa muy rara'"."Fui a dar clases con Charles KoechIin al conocer sus libros teóricos, sobre todo, su Tratado de armonía, que me impresionó muchísimo. Para mí Koechlin es el gran teórico del impresionismo francés, una de las épocas más gloriosas de Francia. KoechIin no ha sido tan célebre como Debussy o Ravel, pero escribió mucho. Era un gran trabajador. Yo tengo aquí unas cuarenta o cincuenta obras suyas. Compuso para la escena, para piano, voces, coro y orquesta. Tres meses antes de concederme el Gobierno francés una beca para estudiar con él, murió. Fue el 31 de diciembre de 1950 y yo llegué a París en marzo. Más tarde contribuí a la difusión y publicación de la correspondencia entre mi maestro y Manuel de Falla. Isabel de Falla me dio esas cartas. Yo mismo conservo más de medio centenar de cartas y las correcciones a mis trabajos musicales. Lo guardo todo. Para mí es el Evangelio. Lo repaso muchas veces y me admiro del magisterio de aquel hombre formidable".
"Considero mi obra, como la de Palau, adscrita al impresionismo francés. El propio Palau había estudiado con Koechlin. Y por Palau yo conocí, en Valencia, algunas de sus obras teóricas, como el Traité de L'harmonie y el Precis des régles du contrapoint. Después publicó muchas más cosas".
"Me parece que mi lenguaje está muy influido por la obra teórica de Koechlin. El ha hecho que yo sea, ante todo, un estilista, en el sentido de hombre que lima mucho, que pule los acordes. He tenido durante años una gran admiración por Debussy, y no digamos por Ravel, quien había sido condiscípulo de Koechlin. Los dos fueron alumnos de Fauré, cuya música me ha atraído siempre mucho. Mompou me interesa también, no tanto la música misma como ese afán de buscar el primor del lenguaje a través de obras pequeñas. No me van las obras largas, y si hago una obra de media hora, por ejemplo, la divido en fragmentos, como Escenas y danzas".
"Lo que más me atrae ahora es la música vocal. No el lied. Yo empecé, de jovencillo. Después, vista la dificultad que suponía estrenar las obras orquestales, comencé a escribir para piano durante varios años. Mi última obra para piano está elaborada siguiendo el modelo de Bela Bartok, autor de gran cantidad de obras para piano, que son verdaderos poemas basados en la música popular. Pensé imitarle utilizando nuestro folklore, y entonces hice los cuadernos de Burgos, Salamanca, Cataluña, Valencia, Segovia, País Vasco, Santander... Más de trescientas piezas en total, basadas en melodías y ritmos populares. Porque otra faceta mía, muy característica, es el apego que siento hacia el canto popular. Me he mezclado siempre con el pueblo. Y he estudiado lo popular sobre el terreno. Cuando llegó la guerra civil me movilizaron y anduve dando tumbos por los pueblos. Tenía un gran temor, porque no soy guerrero, de que me enviasen al frente a pegar tiros. Cada vez que llegábamos a un pueblo, buscaba a la más vieja del lugar, que tenía una cara tan famélica como la mía, porque se pasaba un hambre terrible. Ella me cantaba y yo apuntaba aquello. Y tengo miles de cosas recogidas que no están publicadas. Al acabar la guerra hice algunas misiones de este tipo, durante los veranos, para el Instituto Español de Musicología. También el de Valencia me confió la recogida de canciones populares por las provincias valencianas".
"Como antes decía, de la orquesta pasé al piano. Aunque no he desistido de componer para la orquesta, prefiero la música de cámára. En el piano existe el peligro de los acordes, sobre todo para quien ha recibido influencias de Debussy. Ultimamente he buscado más polifonía, más contrapunto, legar más, utilizando las voces".
Babelia
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