La cuestión femenina en el programa socialista: educación y trabajo / y 2
Para esta última tendencia feminista, el programa electoral socialista podría haber colmado sus expectativas, ya que el espacio dedicado al tema era más que razonable. Sin embargo, no ha sido así debido a que dicho programa entra en detalles que incluso se pueden calificar de triviales cuando no de incomprensibles, dejando de cumplir lo que un programa exige: las líneas maestras de la política a seguir.Se dicen cosas indiscutiblemente correctas, como es propugnar la vigilancia del contenido de las imágenes de los libros de texto o la supresión de diferencias entre sexos en la educación física, juegos y ocio. Pero parece que estas medidas concretas debían obedecer a un análisis que abarca globalmente la problemática de la erradicación del sexismo en la enseñanza con toda su apabullante complejidad. Y es este análisis el que no se vislumbra a través de las propuestas socialistas; a su carencia habría que achacar las insuficiencias y lagunas más significativas.
Discriminación en razón del sexo
La primera contradicción a señalar es que en el capítulo dedicado a la educación general no se mencione el problema de la discriminación en razón del sexo, haciéndolo sólo en el capítulo específico sobre las mujeres. La contradicción estriba en que es en este capítulo sobre educación general donde los socialistas propugnan la renovación pedagógica del profesorado, considerándola, con toda razón, paso imprescindible de cualquier reforma en el terreno educacional. Pero mal se dará esta renovación si no se tiene en cuenta el sexismo imperante.
Para este reciclaje del profesorado otra vez se echa de menos el sustrato de un análisis que nos indique de dónde partimos y dónde queremos ir y que, a mi entender, debería abordar los siguientes puntos:
1. Una historia de la opresión y marginación de las mujeres de acuerdo con los conocimientos interdisciplinarios con que hoy contamos y que sin sectarismos y revanchismos proporcionen el material necesario para entender la realidad diferencial actual.
2. Un pronunciamiento, con el máximo rigor científico posible, sobre las diferencias sexuales y la trascendencia social que conllevan, haciendo así posible la elaboración de alternativas que garanticen, a la vez que el respeto a dichas diferencias, la seguridad de que no reviertan en desigualdades sociales.
3. Un análisis de los estereotipos adjudicados por razón del sexo, desmontando su supuesta base biológica y revisándolos a la luz de los comportamientos válidos para una sociedad que aspire a la justicia y a la libertad. La importancia de este tema radica en que de estos estereotipos -universalmente aceptados y continuamente reproducidos en el actual sistema educativo- se derivan actitudes vitales que se proyectan en la sociedad.
4. Aplicar en la práctica escolar y en los medios de comunicación -televisión y publicidad fundamentalmente- las medidas correctivas que de los planteamientos anteriores se desprendan y en el sentido que el programa socialista ofrece en cuanto revisión de imágenes de libros, juegos, etcétera.
A medio y largo plazo
Los efectos de esta reforma educacional no serán visibles más que a medio y largo plazo, pero exige acciones inmediatas. Y en uno de los campos que tendrá una repercusión más beneficiosa será en el laboral y profesional, porque nunca se repetirá suficientemente que todas las medidas tomadas para eliminar la discriminación en el trabajo no pasarán de ser paños calientes mientras mediante la educación no se transformen los valores sexistas asumidos por ambos sexos.
Pero en lo que respecta a la mujer trabajadora, también hay que señalar la laguna que deja el programa socialista en cuanto al cuidado de los hijos en los dos primeros años de vida. El programa dice que la "creación de escuelas infantiles facilitará la maternidad a las mujeres trabajadoras", pero como en otro apartado especifica que estas escuelas acogerán a los niños a partir de los dos años, parece que los socialistas dan por sentado que la mujer que decida ser madre opta por quedarse en casa durante este tiempo.
Y ello nos sitúa ante una cuestión compleja. Que el movimiento feminista haya hecho el sensacional descubrimiento de que la madre biológica no tiene que ser necesariamente la que se ocupe del bebé apenas resuelve nada: será otra mujer la que desempeñe ese menester, y que lo haga a cambio de un salario no agota el tema. Y no lo agota porque si algo sabemos con certeza es que la criatura humana necesita bastante más que cambios de pañales o biberones puntuales. Cualquier simplificación al respecto nos llevará -nos ha llevado ya- a una encerrona. Porque, además, la mujer que elija ser madre no tiene por qué cometer la redundancia de dejar en manos de otra mujer al recién nacido para ir a producir lo que en su trabajo se produzca.
La justa exigencia del movimiento feminista acerca de la participación de los hombres en esta tarea tampoco proporciona la clave del asunto. En definitiva, hay que aceptar que se trata de un intrincado tema aún no resuelto y que pronunciarse sobre él exige profundizar seriamente en diversas disciplinas.
Pero en lo que ya podemos estar de acuerdo es que la maternidad no puede ser nunca fuente de discriminación económica, laboral, profesional o de cualquier tipo. Y en este sentido es necesario que el Gobierno socialista, cuando cumpla su promesa electoral de revisar el título I del Estatuto de los Trabajadores, tenga en cuenta la aberración que en él se comete al considerar la maternidad como causa de suspensión de contrato. Porque aunque esta reforma no sea, claro está, la solución, sí que a plazo inmediato garantizará que la mujer-trabajadora-madre no sufra el descalabro de la pérdida de empleo.
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