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1983 llama a la puerta

Cuando faltan sólo diez días para que finalice este complejo e insatisfactorio año 1982, no parece posible establecer ningún tipo de pronóstico sobre la evolución que cabe esperar de la economía mundial -y más concretamente de la española- sin situar los condicionamientos técnicos y comerciales del crecimiento dentro de un marco mucho más amplio de interrelaciones políticas, de defensa, sociológicas y hasta psicológicas. ( ... )Lo que hasta hace pocos años pudo ser, por extensión del análisis marxista aplicado a los hombres, una previsible evolución válida para los países (en cuanto a que los ricos estaban llamados a ser cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres) está empezando a dejar de ser un axioma o un destino inevitable, a poco que comprobemos las consecuencias de las sucesivas crisis energéticas y repasemos el ranking mundial de crecimiento económico, producción y productividad.

Parece evidente, sin embargo, la necesidad que tienen todos los países occidentales de contemplar, a partir de ahora, la economía con criterios técnicos y con decisiones políticas más que con planeamientos electoralistas para la galería y con paños calientes para no soliviantar en exceso a la oposición. Las grandilocuentes llamadas a la racionalidad, al ahorro y a la solidaridad y el reconocimiento públi co de la crisis, junto con la difusión de la idea del empobrecimiento general, deben ya dejar paso a las propuestas concretas, las alternativas viables y las decisiones operativas.

Sin entrar en el cambio operado en el equilibrio establecido tras el afloramiento a la riqueza de los países productores y exportadores de petróleo, la eclosión de algunos países orientales recién nacidos a la producción industrial masiva, con una competitividad avasalladora en los mercados intemacionales y con unas expectativas de crecimiento muy superiores a las de los países desarrollados, en parte por su potencial de mano de obra barata y en parte por su estratégica situación como cabezas de puente que hace apetecible allí la inversión extranjera, es una nueva muestra de que la creatividad, la imaginación y el esfuerzo son capaces de responder a la crisis con tanta o mayor rapidez y fuerza que la solidez de unas estructuras productivas y el volumen de unos recursos financieros.

Ello lleva a pensar que será necesario elaborar nuevos conceptos de política económica mundial, y por eso, hoy más que nunca, es necesario el ejercicio de un realismo creador frente a las tentaciones de un falso optimismo estratégico y voluntarista o un catastrofismo táctico e interesado. ( ... )

21 de diciembre.

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