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Igor Markevitch: "Siempre me ha preocupado la creación de músicos integrales"

El fundador de la Orquesta de RTVE se despide del público español

Este pasado fin de semana dijo adiós al público español Igor Markevitch, fundador de la Orquesta de Radiotelevisión en 1965 y director de agrupación sinfónica y coro hasta 1971. Markevitch, a una edad juvenil para un director (setenta años) -recordemos a Stokowski dirigiendo hasta los 95 años, y a Böhm, rebasados los 85-, ha decidido iniciar su tercera existencia como escritor y editor. Antes de iniciar esta nueva etapa Markevitch ha explicado que siempre le ha preocupado e incluso fascinado la educación de la gente joven y la creación de músicos integrales.

y SANTIAGO MARTIN BERMUDEZPregunta. ¿Cuándo tuvo usted su primer contacto con la vida musical española?

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Homenaje a un gran director

Respuesta. Pues... hace ya 35 años; fue en el año 1947. La primera orquesta española que yo dirigí fue la Sinfónica del maestro Arbós. Luego ya vine con la Orquesta Nacional, y en el año 1965 comencé a trabajar con la Orquesta de Radiotelevisión. En estos últimos días, algunas personas se han extrañado de que no hablara apenas de España o de la RTVE en mi libro de Memorias, pero es lógico que así sea: ¡este primer volumen termina veintidós años antes de la creación de la Orquesta de RTVE. Yo voy a hablar largamente, en el segundo volumen de Memorias, de toda mi experiencia española. Yo llegué a este país bastante tarde, esa es la verdad, al final de los cuarenta, y aun así pude hacer estrenos como el de La consagración de la primavera, con la Nacional. Claro, la auténtica experiencia fue mi trabajo con la Orquesta de RTVE. ¿Se imaginan lo que es llegar a una orquesta que no tiene latiguillos a la hora de tocar las sinfonías de Beethoven o Brahms, que arranca desde cero? ¿Se ha valorado suficientemente entre ustedes lo que significaba todo esto como test para una orquesta? De verdad, ¿son ustedes conscientes de lo maravillosamente bien que tocó la Orquesta de RTVE en todas las piezas de repertorio que iba estrenando en esos años? Cada concierto, con obras corno la Sinfonía fantástica o la Primera de Mahler, era una prueba a superar.

P. ¿Recuerda quién le propuso venir a España, en 1965, para hacerse cargo de la Orquesta de RTVE?

R. Yo creo que fue una idea de Ricardo de Quesada. Inicialmente, sólo se me llamó para el concierto inaugural. Lo cierto es que mi presencia fue, en no poca medida, una cuestión de azar: yo tenía que dar varios conciertos en el Festival de Portugal, y no me resultaba problemático quedarme unas semanas más en la Península. Todavía recuerdo aquel concierto de inauguración: "¡Qué gente más joven!", pensé nada más ver a los músicos. Mari Carmen Montes, en el primer atril de violines, tenía poco más de quince años. ¡Cuánta concentración, cuánto esfuerzo! ¡Se mataban por tocar bien! Por eso he elegido como despedida el mismo programa del primer concierto, porque para todos nosotros -la orquesta y yo mismo- tiene un especial valor sentimental. ¡Qué pena que no se puedan comparar las dos ejecuciones de las mismas obras a diecisiete años de distancia! Tuve que reajustar todas mis actividades internacionales, pero, ¿saben ustedes?, siempre me ha fascinado la educación de la gente joven, la posibilidad de crear músicos integrales.

P. En su libro Etre et avoir até (publicado en 1980, en París) no explica con amplitud las razones que le llevaron a alejarse de la composición tras la segunda guerra mundial, a pesar de que había creado páginas tan importantes como Icaro, Le paradis perdu, la Partita o Cantico d'amore.

R. Hubo varios motivos. Miren: la vida moderna es tan rápida que una misma persona puede vivir varias vidas, tener más de una existencia. Mi primera vida consistió en salir de un mundo que llamaríamos típico, y esto terminó con la segunda guerra mundial. Muchas cosas terminaron con la guerra... Tal como yo lo veo, con la guerra se cerró un gran capítulo de la historia de la música. Hoy estamos en los albores de otro, aún imprevisible, ¡y no envidio a los que han de vivirlo! Yo dije, en mi momento, lo que tenía que decir, y a partir de una segunda vida consideré más útil consagrarme a la educación y a la interpretación.

Yo llegué un poco casualmente a la dirección de orquesta: al término de la guerra yo estaba en Italia, y los aliados me pidieron que tomara a mi cargo la Orquesta del Maggio Musicale de Florencia. Y al trabajar con ellos sentí que habíamos vuelto atrás, que era necesario ganar el tiempo perdido. Esta fue otra razón. Una tercera, que deriva de la anterior, fue el irme volcando paulatinamente en el estudio de la técnica de la dirección de orquesta. Advertí que los sentimientos del momento podían convertirse en ciencia, del mismo modo que la técnica del violín, o del piano, ¡o la de la cirugía! Se había llegado a un momento tal de experiencia de las cosas, que esta experiencia podía ser organizada científicamente. Era un momento apasionante, porque, espero que me entiendan bien, se podía salir ya del período empírico para entrar en un período racional y funcional. Por ello, creo haber sido el primer músico que dirigió para la orquesta, y no para el público. Todo esto me arrastró, y no ocultaré que mi éxito como director -en el amplio sentido que acabo de explicarles- dio un nuevo sentido a mi vida.

P. ¿Está usted, pues, en el umbral de una tercera existencia, ya que ahora abandona la dirección de orquesta?

R. ¡Sin duda! He llegado a un momento de mi vida en que dar cien conciertos de más o de menos al año ha dejado de preocuparme. En esta etapa pretendo hacer cosas duraderas, que sirvan a los músicos del mañana. Por ejemplo, mis Memorias, que ustedes mismos conocen. O también mi edición de las Sinfonías de Beethoven, en la que he trabajado más de una década, y en la que he de continuar. Les diré, a título indicativo, que la Editorial Peters me ha confirmado haber encontrado, a través de mi trabajo, ¡más de 50.000 errores en las ediciones habituales de estas obras! Además, he tratado de hacer una labor que permita opinar y elegir al intérprete; se trata de una edición democrática: yo he analizado los materiales de orquesta que utilizaban para la interpretación de Beethoven maestros como Nikisch, Weingartner, Furtwángler, Toscanini, Walter y otros, y los he incorporado optativamente, señalándolos, en mi edición, de forma que se pueda seguir el curso no sólo del pensamiento beethoveniano, sino también las ideas de los grandes beethovenianos al respecto. He anotado incluso sus diferentes acotaciones metronómicas. Por eso se habla no sólo de edición crítica, sino de edición enciclopédica. ¿No creen que vale la pena este esfuerzo?.

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