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Tribuna:Muerte y resurrección de Líbano / 3
Tribuna
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La guerra civil libanesa se ha trasladado a la montaña drusa del Chuf

A principios de la guerra civil, en 1975, muchos cristianos, asustados por algunos brotes esporádicos de violencia, huyeron por prudencia de la montaña del Chuf al reducto maronita controlado por la milicia falangista de Bechir Gemayel, que más tarde se convertiría en las Fuerzas Libanesas. Sus temores carecían de fundamento porque los dos grandes líderes de la comunidad drusa, Kamal Joumblatt, el progresista, y el emir conservador Magid Arslane, lograron mantener durante todo el conflicto un pacífico modo de vivir con los cristianos que optaron, por quedarse.A medida que el Ejército invasor israelí (Tsahal) se adentraba en junio en Líbano, el entonces máximo jefe cristiano, Bechir Gemayel, íntensificó su campaña sobre "el derecho de los cristianos del Chuf a regresar a sus casas". Pero no fueron tanto los civiles maronitas los que, aprovechando la ocupación israelí, regresaron legítimamente a sus hogares en Beiteddin o Deir el Kamar sino que sería la milicia falangista la que hiciera su primera aparición en la montaña.

Se les veía pavonearse por las callejuelas de algunos pueblos del Chuf, establecer controles en las estrechas carreteras, instalarse en los cuarteles del Ejército libanés, intentar reclutar a los jóvenes maronitas que nunca abandonaron la región y hasta hablar entre ellos de "la necesaria expulsión de los drusos de la montaña".

No transcurrió, obviamente, mucho tiempo antes de que estallasen los primeros incidentes. Desde julio, los choques con la milicia drusa son casi diarios en Ain Ksour, Tall Mezher, Keyfoun y hasta en Aley, localidad de 30.000 habitantes, donde milicianos cristianos y drusos libraron un duelo de artillería por encima de las cabezas de los soldados israelíes. Pero si los israelíes permanecen frecuentemente de brazos cruzados durante los enfrentamientos es porque, muchas veces, los han fomentado.

Israel proporciona armas

"El Chuf estuvo tranquilo durante toda la guerra cuando sus jefes eran enemigos, y ahora que se han reconciliado el Chuf arde", declaraba recientemente indignado Chafic Wazzan, el primer ministro libanés, quien sólo tiene una explicación para este súbito recrudecimiento de las hostilidades: Israel. Walid Jumblatt, hijo de Kamal, resumía la opinión general afirmando que "Israel arma a todos, maronitas y drusos, para sembrar la discordia".

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Tsahal introdujo a sus aliados de las Fuerzas Libanesas en el Chuf pero sin desarmar a la milicia drusa del Partido Socialista Progresista (PSP), que se opuso con sus armas a lo que los falangistas llaman oficialmente el "restablecimiento del equilibrio confesional en la montaña".

El Ejército israelí obstaculizó en varias ocasiones los movimientos por la región de tropas libanesas que pretendían interponerse entre los beligerantes, y según un comunicado oficial del Estado Mayor libanés, hasta dispara alternativamente sobre caseríos drusos y cristianos para hacerles creer que sus enemigos les están nuevamente acosando.

También invita a visitar la región a los notables drusos israelíes que, al final de su viaje, suelen pronunciarse por la creación de un Estado druso independiente.

Convergencia de acusaciones

Los drusos censuran al Tsahal por haber permitido a los falangistas entrar en el Chuf pero los cristianos le reprochan enviar soldados drusos israclíes a la montaña para ayudar a los hombres del PSP, decretar treguas cuando los milicianos locales empiezan a perder la partida, impedirles sacar provecho de su superioridad militar para imponer su hegemonía, etcétera. "Si nos dejasen", se lamenta un comandante de las Fuerzas Libanesas, "nuestros 3.000 hombres acabarían con los seiscientos milicianos drusos en menos que canta un gallo".

Todos los diplomáticos acreditados en Beirut sospechan que Israel es el primer interesado en excítar las pasiones en la montaña porque para reinar es conveniente dividir, porque los focos de turbulencia justifican su prolongada ocupación de la zona, porque acaso le convenga un día crear un Estado druso independiente...

Tras el espectacular atentado perpetrado a mediados de la semana pasada en Beirut contra Walid Joumblatt, el Ejército israelí anunció, en un intento de cortar por lo sano estas acusaciones, que iba a incrementar su dispositivo de seguridad en el Chuf para prevenir el estallido de nuevos incidentes armados. "Una excusa para asentarse un poco más en Líbano", comentó un alto funcionario libanés.

Paralelamente, las autoridades libanesas acordaron el jueves pasado enviar a la zona una fuerza de disuasión de un millar de hombres. A partir del domingo, la tensión disminuyó en el Chuf pero no fue tanto gracias al envío de refuerzos sino porque la nieve que cayó abundantemente, paralizó la montaña.

Negociación bloqueada

La actuación del Gobierno israelí en el Chuf no es más que una de las facetas de la remonolería israelí a evacuar Líbano. Cuando los últimos fedayin palestinos abandonaron Beirut por mar el 1 de septiembre, árabes y occidentales, empezando por los funcionarios de la Adminístración norteamericana, vaticinaban que antes de finales de año todas las fuerzas extranjeras habrían salido de Líbano. Desde entonces, esas expectativas se han desvanecido.

Si en los días que siguieron a la matanza, a mediados de septiembre, de cientos de civiles palestinos en los campamentos de refugiados de Sabra y Chatila, en la periferia sur de Beirut, Israel, en un aparente intento de dísculparse, flexibilizó su postura sobre la retirada de sus tropas de Líbano un mes después, cuando había pasado la tempestad, el Gabinete de Menájem Beguin volvió, sin embargo, a replantear sus antiguas exigencias: delegaciones negociadoras encabezadas por personalidades civiles que se reúnan alternativamente en Beirut y Jerusalén para llegar a firmar un "tratado de seguridad" que abarque una franja de 45 kilómetros de profundidad en territorio libanés, a lo largo de la frontera con el Estado hebreo en la que serán instalados radar israelíes y un "acuerdo político" que consagre la apertura al comercio de la frontera y suponga prácticamente una normalización de relaciones.

El Gobiemo libanés accedió a nombrar a un diplomático de alto rango, Antoine Fattal, al frente desu delegación, pero rechazó el chantaje inadmisible", según palabras de su presidente, Amin Gemayel, de enviarla a Jerusalén porque equivaldría a reconocer a la ciudad santa como capital de Israel, lo que no ha hecho hasta ahora ninguno de los países que mantienen relaciones diplomáticas con el Estado hebreo.

Una propuesta de compromiso norteamericana para reunirse en Jaldé, a quince kilómetros al sur de Beirut y en el kibutz Maalei Hahamisha, en las cercanías de Jerusalén, ha sido rechazada por la parte israelí.

Las reticencias libanesas son aún mayores a propósito de las intenciones políticas israelíes. Mientras Amin Gemayel, prudente, repite en las entrevistas, que "es aún prematuro hablar de un tratado de paz", su padre, Pierre Gemayel, fundador de la falange, explica que "Líbano desea la paz con todo el mundo, incluido con el diablo, si es preciso, pero a condición de que esto no le enfrente con los árabes".

Y firmar la paz con Israel implicaría enemistarse con sus vecinos musulmanes empezando por Siria. Líbano, recordaba su presidente durante su viaje a Arabia Saudí a mediados de noviembre, "seguirá apegado a la solidaridad árabe".

Israel, antítesis de Líbano

En una conversación informal con los periodistas, tras su dimision como primer ministro y antes de volver a ser nombrado al frente del Gobierno, Chafic Wazzan se preguntaba: "¿Cómo podemos plantearnos firmar un tratado de paz con Israel mientras países como España y Grecia siguen ignorando al Estado hebreo, por no mencionar al mundo árabe?". "Pero", agregaba, "incluso si todos los países de la región aceptasen reconocer a Israel, nosotros tendríamos que ser los últimos en hacerlo, porque Líbano es la antítesis de Israel, Estado confesional judío, y su principal rival potencial en materia financiera y económica".

De ahí que Wazzan sospeche que uno de los objetivos de la prolongada ocupación de Tsahal de Líbano sirva para "fomentar la creación de miniestados confesionales en Oriente Próximo sacando partido de las características religiosas de la zona". De ahí, también, que invoque constantemente "una actitud firme de Estados Unidos de cara a Israel" porque, "a pesar de sus lazos estratégicos con Tel Aviv, Washington apoya la unidad de Líbano".

Pero, aunque el portavoz del Departamento de Estado reiteró el lunes que "las conversaciones tendentes a retirar a todas las fuerzas extranjeras de Líbano no estaban estancadas", Washington ha repatriado el pasado fin de semana, tras dos meses de gestiones infructuosas en la región, a sus sus dos emisarios en la zona, Philip Habib y Morris Draper. Este último había reconocido poco antes de embarcar rumbo a Estados Unidos que "sería difícil convencer a Líbano que acepte las condiciones israelíes".

A falta, en realidad, de poder desbloquear las negociaciones, el presidente Ronald Reagan se dispone ahora a satisfacer la peticíón de Amin Gemayel y duplicar, como dio a entender en Brasilia, la participación estadounidense en la Fuerza multinacional de 4.100 soldados norteamericanos, franceses e italianos destacados en Líbano, principal sustento de la autoridad de un presidente al que países como Holanda, Corea del Sur y, casi con certeza, Portugal, Brasil y Colombia se han negado a respaldar enviando tropas a Beirut.

El Ejército libanés, zarandeado por Tsahal, marginado por los falangistas en su feudo, con tan sólo 8.000 hombres operacionales, parece comportarse como una milicia privada a la que fuentes de la propia Fuerza multinacional acusan de torturar a unos mil presos palestinos y apoderarse del material médico que la UNRWA (Agencia de las Naciones Unidas de Ayuda a los Refugiados Palestinos). Los tiempos en que la población civil de Beirut oeste acogía al Ejército libanés lanzando puñados de arroz a modo de bienvenida han quedado superados.

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