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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Evolucionismo y crisis / y 2

En medio de los intrincados problemas actuales, la manifestación más ostensible de las dificultades financieras por las que atravesamos se da en la deuda externa del Tercer Mundo, que alcanza la astronómica cantidad de 600.000 millones de dólares (algo así como si sumáramos el PNB de España de los últimos tres años). De esa ingente cifra, 40.000 millones corresponden a Argentina; 85.000, a Brasil, y 80.000, a México; y a partir de este último caso, se ha configurado todo un síndrome mexicano que, de no actuarse con decisión y prontitud, puede extenderse a otros países, originándose en ese caso un colapso cuya gravedad sería de proporciones imprevisibles.En Caracas, la explicación introductoria de la crisis financiera, desde la quiebra del sistema de Bretton Woods hasta nuestros días, correspondió a Karl Brunner, profesor de la Universidad de Rochester y fundador de dos importantes revistas sobre temas monetarios. Brunner hizo especial hincapié en la tesis de que la inestabilidad de las políticas económicas internas conduce a un deterioro continuo del sistema internacional, careciendo de sentido, por lo demás, cualquier intento de crear un nuevo orden financiero internacional si continúan reforzándose las tendencias proteccionistas.

Por su parte, Jerry Jordan, profesor de la Universidad de Nuevo México, y que fue miembro del consejo de asesores económicos del presidente de EE UU en los tiempos de Gerald Carter, insistió en que no cabe justificar el uso del FMI y del Banco Mundial para subsidiar a los países mal administrados, que al tiempo disponen de gran influencia política en los foros mundiales. Adicionalmente, señaló cómo la confinación por parte del sector privado y de las instituciones internacionales públicas ha generado serias distorsiones en los mercados de capitales.

Michele Fratianni, director que fue del Departamento de Asuntos Monetarios de la CEE, destacó, a su vez, la necesidad de reexaminar los límites de la deuda externa, que, cada vez más, vendrán impuestos por los altos tipos de interés y por la amenaza general de insolvencia. Es peligroso e irresponsable -agregó- aumentar el nivel de endeudamiento cuando los préstamos se utilizan de forma creciente para financiar, a expensas de la inversión, el consumo de entes privados y públicos.

En la discusión sobre el NOFI, hubo más intervenciones. Entre ellas, las de dos españoles. Guillermo de la Dehesa, subdirector del Banco de Espafía, delimitó cuáles son las responsabilidades y las funciones de los bancos centrales en la crisis financiera, especialmente en lo que respecta a las entidades privadas de crédito que pasan por dificultades. Por mi parte, recordé que nos hallamos ante una verdadera emergencia internacional, y que puede ser indispensable la elaboración urgente de un informe especial sobre el tema de la deuda exterior de los países menos desarrollados. En mi opinión, debería designarse un grupo de sabios que, en un plazo razonable, pudiera presentar un diagnóstico, seguido de la recomendación de soluciones. Ese informe podría discutirse en una conferencia internacional ad hoc, desde luego con talante bien distinto a la de Cancún (celebrada en 1981, sobre las relaciones Norte-Sur, y en la cual veintidós jefes de Estado y de Gobierno no hicieron otra cosa, durante tres días, que echarse discursos unos a otros).

La conferencia sobre la deuda habrá de ser un encuentro operativo. Al respecto recordé cómo en 1940 el presidente Roosevelt puso en marcha el mecanismo de la ley de Préstamos y Arriendos, para facilitar ayuda económica y militar a los países en guerra con la Alemania nazi, contribuyendo así a salvar la democracia. El gasto por este concepto alcanzó a 40.000 millones de dólares, de los de entonces. Y al final de la contienda se condonaron las deudas al Reino Unido, y de hecho se aceptó el impago por la URSS. Poco después, ante otra emergencia, EE UU facilitó nueva ayuda, a través del Plan Marshali (gratuito al 90%, y por un monto de unos 22.000 millones de dólares, entre 1948 y 1952), esta vez para reconstruir las democracias".

Reformas inaplazables

Si se quiere llegar a un verdadero NOFI, creo que será necesario adoptar decisiones de emergencia. Los 600.000 millones de dólares que hoy deben los países menos desarrollados (PMD) a los países industriales, y a los de la OPEP, no es una suma superior a la que entre 1940 y 1952 facilitó EE UU a la lucha por la democracia y para la ulterior reconstrucción. Por otra parte, la cifra de 600.000 millones de dólares tampoco desborda la cantidad que debería haberse transferido por los ricos al Tercer Mundo, desde que en Nueva Delhi, en 1968, se propuso, en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), el trasvase del 1% anual del PIB de los que más tienen a los que menos tienen, luego rebajado al 0,7%. Hace algunas semanas ponía de relieve, en este mismo diario que, a la postre, lo que no se da por las buenas acaba por tomarse de algún otro modo por las menos buenas. Esto es lo que en realidad ha sucedido: en vez de ayuda, deuda exterior, ahora difícilmente reembolsable.

Desde luego, no soy partidario del falso aforismo de que "el deudor que reconoce el débito y no rehúye presencia no viene obligado al pago". Como tampoco creo que la mera beneficencia internacional sea el camino para resolver tantos problemas como hay. Pero sí pienso que debe desbloquearse el principio del 0,7% del PIB, para amortiguar -en parte- los efectos de la ingente deuda externa de los PMD. Como también opino, y así lo expuse en Caracas in extenso, que para resolver las dificultades presentes no bastará con mejorar las capacidades del FMI y del Banco Mundial. Lo primero será constatar el hecho incuestionable de que el actual sistema monetario internacional es un sistema de patrón dolar dirigido, y que por ello es mucho más lo que decide mr. Volcker, presidente del Sistema de la Reserva Federal (banco central de EE UU y, de facto, de todo el mundo), que lo que proponga el señor Lasosiere, presidente del FMI. Además, habrá que utilizar coordinadamente la organización de las Naciones Unidas: el GATT, para evitar que se difundan y arraiguen más las veleidades neoproteccionistas; la ONUDI, si se quiere apreciar cabalmente la incidencia de los avances tecnológicos en la crisis que atravesamos; el PNUMA, a fin de impedir que una futura reactivación mundial represente un agravamiento irresistible en el deterioro de la biosfera, y, por último, la UNCTAD, para instrumentar de modo efectivo la solidaridad, con una buena aplicación del ya señalado principio del 0,7% del PIB. En el encuentro de Caracas pudimos apreciar cómún en la evolución de la sociedad humana -enlazando al final a Darwin con el NOFI- nos encontramos ante una verdadera mutación cuyo éxito necesita, indudablemente, de un esfuerzo de inteligencia creadora. ¿Es que por resistirnos a la mutación -como sucedía en los años treinta- acabará por hacerse inevitable una nueva conflagración, de alcance aun mayo que la segunda guerra mundial. Del simposio de Caracas se desprendió claramente que la respuesta puede -y debe- ser optmista.

Ramón Tamames catedrático de Estructura Económica de la Universidad Autónoma de Madrid.

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