Dos años después de la muerte de Sa Carneiro se sigue dudando si fue accidente o atentado
El 4 de diciembre de 1980, poco después de las ocho de la tarde, una avioneta particular despega del aeropuerto internacional de Lisboa y poco después se precipita sobre un barrio residencial, construido sobre una pequeña altura, a pocos centenares de metros del final de la pista. El avión se incendia y un poco más tarde los bomberos retiran de entre los restos siete cadáveres horriblemente quemados, pero perfectamente reconocibles. Uno de ellos es el del primer ministro Francisco Sa Carneiro. Dos años después, en la opinión pública sigue abierta la polémica de si se trató de un accidente o un atentado.
Minutos después de producirse el accidente, todos los medios de comunicación portugueses y extranjeros dieron a conocer los nombres de las víctimas: Francisco Sa Carneiro, primer ministro de Portugal desde 1979; Adelino Amaro da Costa, ministro de Defensa; las esposas de ambos, un alto dirigente del Partido Social Demócrata y los dos pilotos.Sa Carneiro, una de las personalidades políticas más destacadas de la joven democracia portuguesa, desapareció de la escena política en plena juventud y en plena actividad: bajo su dirección, Alianza Democrática alcanzó la mayoría absoluta en las elecciones legislativas de octubre de 1980. Cuando se produjo el accidente faltaban cuatro días para intentar alcanzar una meta que perseguía con pasión: colocar a su candidato en la presidencia de la República portuguesa.
Combate contra una sombra
La campaña, concluida en medio de un luto nacional impresionante, acabó con una derrota póstuma: el elegido fue el otro candidato, el general Ramalho Eanes, y Portugal tuvo, en Francisco Pinto Balsemâo, un nuevo primer ministro y un nuevo líder de la coalición gubernamental, que tuvo que contar, desde el primer momento, con un adversario, casi un rival, en su propio partido: Sa Carneiro, siempre presente, inolvidable, aureolado de grandeza trágica, eternamente triunfante e infalible.Dos años después, el combate con una sombra no ha terminado. Un sector de la opinión, espoleado por algunos periódicos derechistas, se niega a aceptar la tesis de la muerte y derrota de Sa Carneiro. Y del doble rechazo surgió la trama negra de la conspiración internacional urdida por falsos amigos y correligionarios.
¿Accidente? ¿Atentado? El caso está aún sometido a investigación, y el 27 de noviembre el Parlamento portugués decidió constituir una comisión parlamentaria para llevar a cabo una investigación.
Desde luego, la tesis del accidente fue la primera en beneficiarse del apoyo de quien, en principio, disponía de mejores elementos para opinar: el viceprimer ministro, Diego Freitas do Amaral, que asumió inmediatamente la jefatura del Gobierno y la dirección del Partido Social Demócrata. Escasas horas después del desastre afirmó que todos los "elementos disponibles llevan a concluir que se trató de un trágico accidente".
La comisión técnica, formada bajo la doble responsabilidad de los ministros -socialdemócratas- de Justicia y Transportes, concluyó a su vez que no existían indicios de sabotaje.
La investigación llevada por la policía judicial, bajo el control permanente -dada la importancia del caso- del procurador general de la República, no aportó elementos que modificasen esta primera conclusión. El 12 de octubre de 1981, frente a la insistencia de los rumores acerca de un atentado, el procurador general de la República, Arala Chaves, publicó un informe que pretendía acabar con las dudas de "buena parte de los ciudadanos" acerca de "imaginarias maquinaciones de venganza personal o de terror político".
En el informe se afirma que "el examen del proceso permite establecer la existencia de sólidos y abundantes indicios de culpa contra la tripulación del avión siniestrado, concretamente, contra el piloto Jorge Manuel Outinho de Albuquerque".
Un año después, el juez Arala Chaves afirma mantener todas las afirmaciones de su informe. Concluidos algunos exámenes (análisis de fragmentos de metal encontrados en el cuerpo del piloto cuando éste fue exhumado en noviembre de 1982, a petición de la familia), el caso debería considerarse cerrado, ya que el único presunto responsable señalado ha muerto. Sin embargo, admite que "en un breve plazo tendremos que afrontar la apertura de una investigación criminal", ante la campaña de acusaciones contra la policía.
Las familias de las víctimas fueron convencidas para que solicitasen el parecer de peritos extranjeros: por orden del Gobierno fue cursada una demanda a través de la Embajada de Estados Unidos, y las autoridades americanas designaron una comisión de nueve peritos. La comisión estuvo en Lisboa y se limitó a confirmar los trámites y las conclusiones de los peritos portugueses: no había rastros de atentado.
Fragmentos metálicos
Los esfuerzos conjuntos de la televisión portuguesa y de la familia del piloto lograron traer a Portugal otros peritos, ingleses en esta ocasión. Fueron exhumados y radiografiados los cuerpos de los pilotos. En el de Albuquerque fueron encontrados fragmentos metálicos que no figuraban en los informes de la autopsia anterior.Sobre esta circunstancia se funda muy especialmente la petición de investigación parlamentaria, pero uno de los expertos ingleses consideró que los fragmentos encontrados no constituyen ninguna prueba de explosión previa al desastre.
Ahora, el ex ministro de Sa Carneiro, Carlos Macedo, declara públicamente que tiene pruebas que no quiere revelar a la policía, porque no tiene confianza en su imparcialidad, y se habla de documentos robados entre los restos del avión, que habrían sido robados y que constituirían, si Sa Carneiro hubiese podido revelarlos, un Watergate portugués.
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