Ramón Barce, un incorfomista efusivo
Después de su memorable recital del martes, el pianista Krystian Zimerman llevó mucho público añadido al habitual de los viernes. La Orquesta Nacional, dirigida por el barcelonés Jacques Bodmer, colaboró con Zimerman en el segundo concierto de Franz Liszt, y lo hizo de un modo escasamente acertado, hasta el punto de restar libertad a la labor del solista. A pesar de todo, pudimos gozar de las excelentes cualidades, las creaciones sonoras de alta poesía y el virtuosismo tan natural como avasallador del joven artista polaco.El programa, muy bien confeccionado por Bodmer por cuanto tenía de equilibrio, se inició con el estreno total de la Sinfonía número 2 de Ramón Barce, un madrileño de la generación de los cincuenta que se mueve a través de los años impulsado por una intuición musical poco dada al conformismo de cualquier especie, tiempo y lugar.
Sinfonía número 2 de Ramón Barce
Obras de Liszt y Schumann.Orquesta Nacional. Director: J. Bodmer. Solista: C. Zimerman. Teatro Real. Madrid, 26, 2 7 y 28 de noviembre.
Dice Barce que la Sinfonía (terminada en 1982) responde a un penodo feliz de su vida, lo que se advierte por el deseo de simplificar la expresión y las estructuras, a través de planteamientos efusivos y soluciones directamente comprensibles. El enfrentamiento-continuidad de la orquesta masiva nos da un enfoque muy personal de la antigua forma del concerto grosso, aplicada también a la sinfonía desde Mozart hasta Ernesto Halffter. La obra fue bien recibida y expuesta con buen sentido por Bodmer, pero quizá corta de matizaciones.
En fin, Jacques Bodmer dirigió la siempre difícil Cuarta sinfonía de Schumann. La lectura tuvo mucho de trámite, y el director, músico bien formado, como todos sabemos, no logró superar cierta pesantez y un generalizado dominio del mezzoforte dentro de una línea de continuidad que le valió muchos aplausos.
Babelia
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