La tregua
Los elocuentes y redichos lo llaman "vacío de poder". Fraga Iribarne lo ha llamado paréntesis. Sartre lo hubiese denominado tregua.Esta tregua entre presidente y presidente, entre Gobierno y Gobierno, entre España y España (pues que para muchos se trata de una alternancia de las dos Españas) es un espacio en blanco paseado por muertos, rumores, rumores de muerte, audaces reporteros de la política (que estos días hay que inventarla, ya que no hay política oficial), etarras devueltos y perfumes de Pertegaz, como brisas de la venidera peluquería de la libertad. Somos My Fair Lady, no sólo en el Teatro Progreso (que le devuelve a aquella plaza el bello nombre que tuvo en la República, con todos los respetos para el venerable y aburrido Fray Téllez). Somos maiferleidi en toda España, toda España es maiferleidi, una moza rusticana que ofrece flores al Mercado Común esperando que venga un lord inglés, o Mitterrand o Bernard Shaw, a redimirla y enseñarle a pronunciar académicamente el cheli de la calle socialista. En lo de Pertegaz estuve la otra noche, Joy/Eslava: Patxi Andión, Natalia Escalada, Pitita Ridruejo con su Mike, Marisa Borbón con su Borbón, Paloma Segrelles con su Segrelles, la bella condesa de Montarco, Mari Carmen Abren, que sigue siendo la mejor modelo de España (y la más endémicamente hermosa, ay), José Luis de Vilallonga con su señora de Vilallonga y Giannina Facio, que me ha resultado ingenua, sencilla, casi infantil, asombrada de todo y, sobre todo, de sí misma, pese a Julios y Junots. Julios pasan, Junots se olvidan, pero la risa encandilada no la pierdes nunca, muchacha.
Y me preguntaba yo: ¿esto es una cena de antes o después de la transición, esto es ya un festín socialista o todavía es una cosa ordálica de los anteriores, de los derechohabientes del ucedismo? En todo caso -lo dijo hasta el locutor-, parece que el psocialismo de rostro humano no le va a quitar el perfume a la vida, contra lo que piensen mis altas y queridas damas ausentes con sus ropas chapadas (no sé si en Suiza meten en cuenta las ropas chapadas). La rosa psocialista se perfuma de Pertegaz, pero la tregua festiva y suicida entre España y España me parece un innecesario abismo de semanas. Los rusos nos han dado ejemplo. Nombran a Andropov con el cadáver de Breznev todavía tibio de rosas caucasianas. Así funcionan las dictaduras que funcionan. La dictadura que nosotros hemos tenido casi tanto tiempo como ellos funcionaba más bien por un dejar hacer -fue una era onírica- en que los ministros, los del Opus y los del Pardo, se movian como entre dos aguas o entre dos sueños. Hemos abandonado parcialmente los usos retardados, las cauciones de aquella dictadura, sin entrar aún en las eficacias y urgencias de cualquier democracia moderna. Los relevos de esta magnitud deben hacerse en una semana, pues que ya previamente los ha hecho el pueblo, y lo demás es pompa y circunstancia. La tregua puede ser cruenta (ya lo ha sido), y en todo caso fantasmal, irreal, desrealizadora de la vida española, dubitativa entre el ser o no ser de los españoles, perezosamente hamletiana.
Asisto al estreno de la famosa película de Taviani sobre la Guerra Mundial en Italia, ya al filo de la liberación. Es una obra maestra del cine que, asimismo, nos alecciona presentándonos una situación "semejante", la dubitación entre hermanos que ya no saben bien de qué bando son.
Tras el reencuentro con la identidad nacional perdida en los bolsillos de Calvo Sotelo, reencuentro que se realiza con las elecciones generales, parece como si quisieran dejar que volviéramos a perdernos en nosotros mismos durante un mes de provisionalidad. Venga, tíos, ya.
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