Europa, en busca de identidad
LA CONFERENCIA sobre Seguridad y Cooperación en Europa se reanuda mañana en Madrid después de siete meses de suspensión. Desde que se adoptaron sus bases -el Acta de Helsinki, en agosto de 1975-, y aunque algunas de las condiciones del mundo han variado notablemente, la conferencia apenas ha avanzado en nada. La culpa esencial radica en la actitud antagónica de Ias dos grandes potencias dominantes. La URSS impulsó y manejó la conferencia siempre como un instrumento de su intención política mayor, que es la de separar Europa Occidental de su alianza con Estados Unidos y ofrecerla un sistema de seguridad territorial y de prosperidad económica a cambio de su renuncia a la militarización y la hegemonía americana, pero sin asumir ella misma unas obligaciones esenciales. Estados Unidos, a su vez, trata de manejar la conferencia en el sentido contrario, la mantiene como un centro permanente de acusación contra la URSS y cierra, de hecho, la posibilidad a toda negociación en su seno, mientras deja siempre entreabierta la puerta de las negociaciones o conversaciones bilaterales y directas con la URSS.Es indiscutible la razón de los Estados Unidos al acusar a la URSS del incumplimiento de las bases morales del Acta de Helsinki. En realidad, la historia de lá conferencia, originariamente pedida por los soviéticos, se volvió contra ellos mismos cuando los países occidentales lograron en Heisinki redactar un documento no sólo sobre cuestiones como la del desarme o los intercambios industriales y comerciales, sino sobre el cumplimiento y respeto de los derechos humanos. Y es innegable que la Unión Soviética no ha cumplido en el interior de su país esas bases eseriiciales, y, lo que es más aparente desde el punto de vista internacionalista, no ha permitido que se cumplan en otros países situados bajo su área de fuerza. El descenso de la calidad de la URSS como fuerza moral, como representante de una forma de vida opuesta a viejas injusticias históricas y sociales, no ha cesádo ni un solo día desde que su revolución fue envilecida y petrificada, hasta el punto de que ya ni siquiera el impulso ético de aquella revolución puede ser reconocido. Si la caída se ha ido produciendo a lo largo de muchos años, en los últimos, aun contando desde la Conferencia de Helsinki, ha sido vertiginosa; más que por la perpetración de ciertos hechos no diferentes de los anteriores de su breve historia, e incluso más moderados y discretos -a la postre, la acción en Polonia es incomparable en brutalidad a las de Hungría, de Checoslovaquia, y la represión de las disidencias interiores es infinitamente más suave que las purgas anteriores-, por la penetración en toda la conciencia universal, incluyendo partidos comunistas y fuerzas intelectuales, de su invalidez, de la imposibilidad de cohonestar los resultados adquiridos con los medios empleados. Uno de los hechos más peligrosos y perturbadores de nuestro tiempo es el de que esta pérdida absoluta de poder moral, de la razón, no se corresponde con una pérdida de fuerza material; por el contrario, está en proporción inversa al crecimiento monstruoso de su armamento de toda índole. Un desequilibrio que aumenta la desazón, la inseguridad, el miedo colectivo. -
Mientras tanto, cada vez es más difícil depositar esa esperanza -perdida, para quienes la tuvieron, que constituían la parte mayoritaria, pero aherrojada, del mundo- en la acción del Gobierno de Estados Unidos. Sucesos como el de Israel en Líbano o como el de la intervención en América Latina ponen en entredicho la capacidad moral de los representantes americanos en esta conferencia. Sin irse tan lejos, la situación turca, repugnante a la razón y a la ética de cualquier demócrata, resulta del todo embarazosa para los países occidentales que protestan airadamente por la dictadura polaca. Así, sucede que las invectivas contra la URSS, basadas en verdades objetivas, no logran horadar suficientemente la piel de la opinión pública democrática en Europa occidental. Ello es tanto más doloroso cuanto que los textos doctrinales, las tesis democráticas, las declaraciones de principios sobre los que se yergue Estados Unidos, tienen una validez permanente.
Estos mismos principios no le son exclusivos, sin embargo. Pertenecen al acervo común de las sociedades de la Europa Occidental. Con sus inevitables irregularidades e injusticias, los países europeos libres están infinitamente más cerca de esa moral general proclamada, y sus poblaciones son más dignas y felices, están más capacitadas para el ejercicio de su soberanía y de los principios de moral ciudadana. Puede que sea una simple jugada de la historia, al privar a los países europeos de sus imperios y de sus doctrinas colonialistas, pero el hecho es que la vieja rapacidad histórica de Occidente ya no forma parte de su panoplia política.
Informaciones solventes señalan que Washington se ha esforzado en los últimos meses por obtener una actitud común de sus aliados frente a Moscú. Las relaciones entre Europa y EEUU se han venido deteriorando por culpa de la presión del dólar y de los tipos de interés americano sobre el mercado financiero intemacional. Las disensiones llegaron a su punto más álgido con motivo de los intentos de bloqueo de venta de tecnología europea al Este y de la cooperación con el gasoducto soviético. Ahora se dice que, frente a la agresividad antiamericana denotada en los últimos discursos públicos de los mandatarios de la URSS, Washington ha conseguido de los países de la OTAN una unanimidad de actitudes en la Conferencia.
La posición española, cargada de importancia por su papel organizador, ha sido hasta ahora favorable a la tesis general de Estados Unidos sin bucear en los intentos propiamente europeos de encontrar una identidad específica de las formas de cooperación y seguridad continentales, al margen -por lo menos relativamente- de las grandes potencias. No tiene por qué cambiarla en nada la sustitución de Rupérez por Pan de Soraluce: es un cambio técnico, quizá extemporáneo por la situación de tráñsito en España, pero nada más. (Un inciso: el nombramiento de embajadores nuevos en la OTAN, Washington y la propia conferencia a pocás fechas de las elecciones, siendo estos embajadores- obvia e inevitablemente políticos, es la última de las grandes pifias cometidas por la política exterior del seilor Calvo Sotelo. Para nadie cabe casi ninguna duda de que si hay determinados embajadores que deben cambiar y van a cambiar, son éstos.) La llegada al poder del Gobierno socialista sucederá cuando se esté celebrando esta fase de la conferencia. No hay declaraciones demasiado concretas del PSOE sobre este tema, pero una gran parte de la opinión pública que sustenta al PSOE y le ha izado sobre las umas tiene una idea muyclara de que este partido y, por lo tanto, su Gobiemo, representa una mayor proporción de valores éticos en toda su actuación. Quizá los gobiernos socialistas de Europa occidental -Atenas, Estocolmo, Madrid y París- logren ahora instrumentarunas actitudes más coherentes y menos dependientes del unilateral punto de vista norteamericano. En cualquier caso es de esperar un cambio significativo en las posturas del gabinete de Felipe González en lo que se refiere al mantenimiento de una tensión moral también en las relaciones internacionales de nuestro país.
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