Hacia una definición en la guerra salvadoreña
Los insurgentes salvadoreños han logrado construir el ejército de liberación nacional más grande que registra la historia de América Latina en condiciones totalmente adversas. En efecto, El Salvador es un país pequeño, de apenas 21.000 kilómetros cuadrados de extensión, llano, cruzado por una buena red de vías de comunicación y poblado por casi cinco millones de habitantes. Estas características le dan al territorio una conformación que, desde el punto de vista de la concentración de población, va de lo urbano a lo suburbano; no existen en él zonas despobladas de difícil acceso ni buenas condiciones para el encubrimiento de fuerzas insurgentes. En este marco era casi impensable que estas fuerzas llegaran a convertir una situación de guerra irregular en una situación de peligro para la estabilidad política del Gobierno.¿Cuál ha sido el secreto del éxito de los insurgentes salvadoreños? Sin duda, la extensa y profunda participación popular. Es seguro que sin el desarrollo de la organización y actividad de los sectores populares, que permitieron al FMLN controlar políticamente amplias zonas campesinas, jamás hubiera cobrado fuerza la lucha armada.
El FMLN, a partir del 10 de enero, además de lograr detener las acciones ofensivas del Ejército gubernamental, consiguió pasar del control político en determinadas zonas al control militar. El logro fue vital para el FMLN, que consiguió asegurar una retaguardia efectiva dentro del propio territorio salvadoreño. La consolidación de la retaguardia: permitió a los insurgentes atender a su entrenamiento, sostenerse permanentemente armado y obligar al Ejército a tener que combatir para realizar cualquier movimiento.
El FMLN soportó, durante 1981, 46 ofensivas, que resultan interesantes de conocer de manera pormenorizada. Cada intento de romper las líneas defensivas de los insurgentes se desplegaba invariablemente así: bombardeo y ametrallamiento por aviones Fouga Magister, primero. Continuaba media hora de fuego de artillería, en ráfagas de seis tiros, sobre puntos de registro ya reglados. Posteriormente, media hora de nutrido fuego de mortero de 81 milímetros, que era seguido de reconocimiento de ametralladoras. Finalmente venía el intento de asalto con fuego de granadas G-3 y lanzagranadas M-79 y ráfagas de fusilería.
Situción actual
A pesar de la envergadura que revistieron estas ofensivas, no consiguieron desgastar, ni mucho menos aniquilar, a los insurgentes Aunque la Administración Reagan ha aumentado considerablemente el apoyo logístico y el asesora miento militar, la situación del Ejército salvadoreño es muy difícil en este momento. Esta aprecia ción se confirma al ver la poca capacidad y velocidad de reacción del Ejército ante las incursiones del FMLN en la reciente campaña llevada a cabo por la guerrilla.
El FMLN ha logrado llevar la guerra a una nueva etapa que profundiza el desfase estructural del Ejército salvadoreño con relación al desarrollo del proceso militar. Este desfase se toma patente debido a que cada avance que intenta el Ejército se vuelve en su contra, por los adelantos logrados por los rebeldes. Por ejemplo, la incorporación del fusil M-16, del lanzagranadas M-79, de los cañones calibre 90 y 57 milímetros ha mejorado la capacidad de asalto de la infantería gubernamental.
Pero en la medida en que la fuerza global del Ejército no es lo suficientemente grande para hacer maniobras de aniquilamiento y también en la medida en que se extiende el teatro de operaciones y menudean las ofensivas del FMLN -obligando el Ejército a mantenerse a la defensiva-, sus nuevas armas se tornan inoperantes.
En este sentido resulta dificil para los efectivos gubernamentales alcanzar una meta que les permita revertir el desarrollo de la guerra para ponerlo a su favor sin que en el tiempo que tardan en lograr cada objetivo corran el riesgo de que el FMLN incline de manera definitiva la correlación de fuerzas a su favor. Por último, el factor clave del FMLN es el apoyo de masas, que le ha permitido ampliar el escenario bélico a todo el país -restándole al Ejército capacidad de concentrar tropa- y construir en el mismo transcurso de la conflagración un poderoso ejército regular. Así pues, es imperioso contribuir a terminar con esta terrible situación destructiva para el pueblo salvadoreño mediante el apoyo y el reconocimiento a las fuerzas democráticas encuadradas en el FDR-FMLN. Esta, sin duda, debe ser una exigencia urgente para un Gobierno democrático español.
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