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Hollywood resucita el tema de 'Psicosis' 22 años después de la película de Hitchcock

Norman Bates, uno de los asesinos más famosos de la historia, encerrado en la sección de psicóticos peligrosos de un manicomio norteamericano desde hace veintidós años, ha sido dado de alta y, al parecer ya curado de su mortífero sentimiento edípico, se ha reintegrado a su lúgubre casa de la colina del Motel Bates, donde, hace más de dos décadas, disfrazado con vestidos de su madre muerta -de la que el sujeto conservaba la momia- asesinó a un número indeterminado de personas, entre ellas una secretaria ladrona, a la que degolló en una ducha de su motel, y a un detective privado, al que acuchilló salvajemente en la escalera de su casa.

Así se podría encabezar la curiosa noticia de que un productor de cine norteamericano, miembro desde edad temprana de la antigua secta de los locos por Hitch, Bernard Schwartz, va a lanzar a las pantallas del mundo, interpretada por los dos protagonistas supervivientes del filme, Anthony Perkins y Vera Miles, la continuación de la legendaria película Psicosis, realizada por Alfred Hitchcock en 1960.

Una ducha robada

Cuenta el productor de Psicosis II que, siendo todavía un adolescente, fue a ver Psicosis y quedó tan conínocionado por el filme, que desde entonces se dispuso a convertirse en productor de cine y poder hacer algún día la continuación de la película. Ese día ya ha llegado, la película está rodada, y aquellos personajes que, a juicio de Schwartz, se escapaban de la pantalla y seguían vivos, ahora emergen.Vera Miles, una de las actrices favoritas de Hitchcock, quedó entre sorprendida y aterrada cuando entró en el estudio donde el filme se rodó y pudo comprobar que todo, hasta las más increíbles minucias de la fatídica casa de la colina habitada por Perkins y el cadáver de su madre, estaba allí intacto. El atrezzo se conservaba íntegro en los almacenes de la Universal, que compró los estudios de Hitchcock, donde Psicosis se rodó, con todas sus pertenencias. Tan sólo faltaba la caperuza de la ducha que arrojaba agua sobre el cuerpo acuchillado de Janet Leigh, en la terrorífica secuencia del asesinato de ésta: siete días de rodaje y setenta tomas para los 45 segundos más atroces del cine. Un director fetichista, John Carpenter, la hurtó para un plano de su película La cosa.

Bates-Perkins, con veintidós años más, pese a estar casi retirado del cine y volcado al teatro, sigue siendo el eje del filme y, por supuesto, de su continuación. La sombra de Bates persigue a Perkins, hasta el punto de que éste asegura que nadie le reconocería en la calle de no haber intervenido en la película. "Psicosis fue para mi", dice Perkins, "como una lata de conservas atada al rabo de un perro".

Los críticos acogieron mal a Psicosis. "Demasiado seria para ser una diversión y demasiado divertida para ser seria", vinieron a decir. Los años les han obligado a envainarse lengua y pluma, porque hoy Psicosis es un filme clásico, indiscutido, por ser indiscutible la hondura de su averiguación en los mecanismos del tiempo por donde discurre el temor humano, lo que le ha convertido en una de las aportaciones más definitivas del cine al conocimiento de la conducta humana profunda.

La crisis de inventiva que hoy padece el cine norteamericano -en realidad, el cine en todo el mundo anda en busca de formas nuevas y sólo atina por ahora a balbucirlas- ha puesto en primer término la moda del revival, bien haciendo segundas partes de filmes clásicos, bien rehaciendo al gunos de aquellos filmes, bien tomando de ellos estilo y temas, o bien, pura y simplemente, reestrenándolos.

El revival de Hitchcock se adapta a todas esas modalidades, menos una: la de rehacer sus intimitables películas, cosa que nadie sensato se atreve a hacer, por un muy razonable miedo al ridiculo. Psicosis II sigue la inercia de la segunda parte, y viene a ser una especie de El imperio contraataca para una Guerra de las galaxias realizada por el menos galáctico de los cineastas. La toma de estilo y temas hitchcockianos es, en cambio, frecuente, y la ola de películas terroríficas que hoy exporta el cine norteamericano, desde la citada La cosa, hasta Poltergeist, Viernes 13 y otras, que reclaman la herencia del maestro.

Rito cíclico

Finalmente, el reestreno de los filmes originales de Hitchcock se ha convertido en los últimos años en un rito cíclico, al que acuden no sólo los tradicionales locos por Hitch, sino todos cuantos saben degustar un cine en el que la diversión no sólo no excluye, sino que presupone, la complejidad y la hondura. Para comprobarlo, basta con acudir a los cines donde ahora se proyecta Encadenados, o admirar esta misma noche en TVE esa película de evidencias suaves y durísimos signos ocultos que es La sombra de una duda.Este filme, rodado en 1943, nos ofrece a un Hitchcock aparentemente muy diferente del de Psicosis. Es, como digo, solo una apariencia. Miradas de cerca, estas dos películas, separadas por los diecisiete años más fructífros de la vida creativa del cineasta -entre una y otra están, entre otras, Encadenados, Extraños en un tren, La ventana indiscreta, Falso culpable, Vértigo y Con la muerte en los talones- son dos filmes imposibles de imaginar fuera del genio y el ingenio del mismo urdidor.

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